Memoria en movimiento

La jornada del 24 de Marzo como Día de la Memoria, y como fecha paradigmática para revisar lo peor de la historia nacional, estuvo otra vez cargada de emoción y de sentidos, y dejó sobre todo la enseñanza de que esa Memoria está en permanente movimiento, mirando hacia el futuro y no anclada en el pasado.

Esas fueron palabras del poeta Juan Carlos Pumilla (a la vez víctima del terrorismo de Estado), a su vez tomadas por la presidenta del Colegio de Psicólogos y Psicólogas, Sofía Reeves, quien en el acto oficial dejó lugar para una interesantísima dimensión del asunto: describió a la Memoria como una trama, un andamio, y sentenció que lo que ancla es el olvido.

Por eso mismo instaló la mirada negacionista como la contracara a todo el movimiento de acompañamiento a las víctimas que hicieron profesionales de la Psicología en nuestra provincia.

Cada acto del 24 de Marzo trae consigo costados distintivos y siempre enriquecedores, y esta vez no fue la excepción: mientras un viejo dirigente y militante peronista como Nelson Nicoletti planteó la necesidad de que el Estado provincial pida perdón por el rol que tuvo antes de la dictadura, la viceintendenta Paula Grotto -perteneciente a otra generación- coló la mirada sobre la impronta patriarcal que tuvieron el Golpe de Estado y sus políticas.

Del mismo modo que los organismos de Derechos Humanos hicieron notar varias continuidades desde lo económico y financiero, siempre con presencia del Fondo Monetario Internacional, el gobernador Sergio Ziliotto marcó la necesidad de salir de la Ley Orgánica Policial heredada de la dictadura y reconvertirla en una democrática Ley de Seguridad Ciudadana que requiere rápida sanción.

No estuvieron ausentes en las distintas recordaciones que se han hecho la pata comunicacional de la patota militar y sus cómplices civiles, ni la especial selección de víctimas dentro de la comunidad homosexual.

Bienvenidas sean esas distintas superficies de lo que implicó la ruptura del régimen constitucional, con la idea de imponer un proyecto político y económico, y en aplicación de metodologías que incluyeron las peores perversiones que puedan imaginarse: la tortura, la muerte, la desaparición, el secuestro, la apropiación de bebés y de sus identidades, los cuerpos arrojados al mar.

Hasta no hace demasiado tiempo cundía en la provincia la leyenda de que La Pampa había sido "una isla" en ese contexto nacional de violencia: un mito que se instaló poco a poco pero con firmeza, y que empezó a ser revertido recién cuando el proceso de Memoria, Verdad y Justicia encontró en un mismo camino a los organismos de Derechos Humanos y a un Estado dispuesto a hacerse cargo de lo ocurrido.

A la vez, no han sido extrañas algunas retrancas: el propio Estado -aun en gobiernos democráticos- mirando para otro lado, propiciando el negacionismo, facilitando la impunidad con leyes o interpretaciones jurídicas, falseando números y hechos, instalando la teoría de los "dos demonios".

Justamente la acechanza de esos retrocesos y la amenaza del olvido son las que obligan a mantener activa la Memoria, como un ejercicio permanente, que no termina nunca y que se mueve todo el tiempo porque -dicho está- no se ancla en el pasado, sino que es la búsqueda de un destino cargado de sentido.