Escuchá esta nota
EL DIARIO digital
minutos
En pocos días más dará inicio en la provincia de La Pampa la cosecha de trigo. Las oportunas y generosas lluvias de primavera que, según datos de la Red de Estaciones Agrometeorológicas del INTA, superaron en un 25 a 40% los promedios históricos en gran parte de la región permiten anticipar buenos rendimientos. En este marco promisorio, resulta indispensable revisar los pilares técnicos que aseguran que cada quintal logrado en el lote llegue intacto a la etapa de postcosecha, y que su posterior almacenamiento, particularmente en atmósferas confinadas como el silo bolsa, preserve íntegramente su calidad comercial e industrial.
La postcosecha comienza en el mismo instante en que la cuchilla del cabezal separa la espiga de la planta. Lo que ocurra entre ese momento y el arribo del grano a la industria o al exportador determinará una parte sustancial del resultado económico final. El primer eslabón crítico es la regulación de la cosechadora, cuya eficiencia puede significar pérdidas menores al 1% o, por el contrario, fugas que superen el 5%, equivalentes a más de 300 kg/ha en trigos de alto potencial. Según ensayos del INTA Manfredi, la mayor proporción de pérdidas se concentra en dos puntos sensibles: el cabezal y la cola de máquina, ambos directamente influenciados por la velocidad de avance.
En trigos de alto rinde, aquellos que superan los 40 quintales por hectárea y presentan biomasa elevada, la regulación de la plataforma debe ajustarse con precisión quirúrgica. La altura de corte debe ser lo más elevada posible, cortando justo por debajo de la espiga para minimizar el volumen de paja que ingresa al sistema de trilla. Este detalle, además de reducir consumo de potencia y desgaste, facilita notablemente la implantación de un cultivo de segunda, evitando la formación de colchones de rastrojo que obstaculizan la distribución uniforme de semillas y comprometen la emergencia. Los estudios del INTA Bordenave demuestran que la siembra de soja de segunda sobre rastrojo de trigo alto y limpio mejora entre un 8 y 12% la uniformidad de emergencia respecto de situaciones donde el corte fue demasiado bajo.
En cuanto al control de pérdidas por cabezal, es esencial que la barra de corte tenga buena tensión, las secciones estén afiladas y los dedos de protección correctamente alineados. Las pérdidas por oreo o desgrane natural aumentan significativamente cuando se avanza a velocidades superiores a 6,5 km/h. INTA recomienda mantener velocidades moderadas de entre 4,5 y 5,5 km/h para evitar oscilaciones del cabezal y vibraciones que desprenden granos antes del ingreso al embocador. En trilla, el cilindro debe ajustarse para lograr una trilla limpia sin quebrado excesivo, con un régimen de rpm acorde al estado del grano y la humedad ambiental. Los zarandones deben permitir un flujo constante sin sobrecarga, especialmente en jornadas de altas temperaturas donde la paja se vuelve más quebradiza.
Una vez realizada la cosecha, comienza la etapa de acondicionamiento y almacenamiento. El trigo puede conservarse bajo dos modalidades:
1.Atmósfera normal, donde el aire que rodea al grano tiene la misma composición gaseosa que el aire ambiental.
2.Atmósfera modificada, donde la hermeticidad del sistema aumenta el dióxido de carbono y reduce el oxígeno, generando un ambiente que inhibe insectos y limita el desarrollo fúngico.
El silo bolsa, ampliamente difundido en Argentina, es un sistema de atmósfera modificada. Su eficacia es indiscutible: la casi nula disponibilidad de oxígeno provoca el control total de insectos y suprime el uso de insecticidas durante el almacenamiento. Al mismo tiempo, el incremento de CO? inhibe el crecimiento de hongos, prolongando el período de estabilidad del grano. Sin embargo, la conservación depende críticamente de dos factores: humedad y temperatura.
El trigo se cosecha en diciembre y transita los meses más cálidos dentro del silo. Por ello, la recomendación técnica es almacenarlo con 12% de humedad o menos. Cuando por razones operativas debe embolsarse con valores superiores, el umbral máximo tolerable es 14%, siempre entendiendo que esto reduce el período de seguridad a apenas 90 días. La explicación es clara: el trigo posee una elevada concentración de almidón fácilmente fermentecible. Ante cualquier ingreso de oxígeno producto de micro perforaciones, roturas de film o ascenso capilar de humedad, se desencadenan procesos metabólicos y fermentativos que derivan en olores anómalos y severos deterioros comerciales.
Este fenómeno se ve intensificado en campañas con alta humedad del suelo. Cuando el bolsón está apoyado sobre un terreno sin adecuada nivelación o libre de rastrojo punzante, el film puede microperforarse en su base. A partir de allí, el ascenso capilar de humedad y el intercambio gaseoso permiten la proliferación de microorganismos que confieren al trigo un olor característico, difícil de eliminar y totalmente inaceptable para molinería, donde la calidad sensorial es un atributo esencial. En tales casos, el grano queda relegado casi exclusivamente a exportación, con mayores costos de flete o, en situaciones extremas, termina siendo destinado a alimento balanceado, con pérdidas económicas significativas.
Los descuentos por olor o fermentación pueden alcanzar valores muy severos. Existen antecedentes de acondicionadoras que rechazan partidas completas debido a la presencia de compuestos volátiles provenientes de fermentaciones lácticas o butíricas. Este deterioro, una vez iniciado, es irreversible.
En síntesis, el silo bolsa constituye una tecnología logística extraordinaria: económica, flexible, con baja barrera de entrada y capaz de segregar mercadería por calidad o variedad, optimizando la estrategia comercial del productor. Pero su eficiencia depende de respetar tres principios fundamentales:
1.Acondicionamiento adecuado del piso y eliminación de rastrojos cortantes.
2.Humedad óptima del grano, preferentemente menor al 12%.
3.Preservación absoluta de la integridad del film, monitoreando periódicamente cortes, mordeduras o daños mecánicos.
El trigo que hoy se aproxima a trillarse en La Pampa es fruto de una campaña benévola y de un esfuerzo agronómico sostenido. Cada productor merece que ese potencial se concrete plenamente. La cosecha es el cierre de un ciclo, pero también el inicio de la responsabilidad de conservar lo logrado. En este punto, la técnica, la disciplina y el conocimiento son tan determinantes como las lluvias que hicieron posible el rinde. Y la Argentina productiva no puede permitirse perder ni un solo quintal por descuidos evitables.