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EL DIARIO digital
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La recomposición de la cadena forrajera en regiones semiáridas constituye uno de los desafíos estructurales más complejos de la ganadería moderna. En La Pampa, donde las precipitaciones anuales varían entre 350 y 650 mm, con alta variabilidad interanual y marcada estacionalidad, lograr una oferta continua y equilibrada de forraje a lo largo del año es una tarea que exige planificación, conocimiento agronómico y resiliencia. En este contexto, el sorgo forrajero emerge como una herramienta clave para reconstruir la base alimentaria de los rodeos bovinos.
Durante los inviernos fríos y secos, cuando las lluvias primaverales se demoran, la salida del invierno se torna crítica. En la campaña actual, informes del INTA Anguil y del Movimiento CREA indican que más del 70 % de los productores pampeanos declararon un déficit forrajero significativo al inicio de la primavera. Solo un 15 % logró disponer de excedentes de verdeos invernales, obligando a la mayoría a recurrir a suplementaciones estratégicas con granos o reservas. En estas condiciones, el sorgo forrajero cobra protagonismo como especie de respuesta rápida, eficiente en la conversión de radiación y agua en biomasa, y de excelente adaptación al estrés térmico e hídrico.
Desde el punto de vista fisiológico, el sorgo forrajero es una especie C4 altamente eficiente, con una tasa de asimilación fotosintética superior a la del maíz o del mijo perla en condiciones de alta temperatura y déficit hídrico. Para completar su ciclo requiere entre 120 y 140 días libres de heladas, siendo su óptimo térmico de crecimiento de 25 a 30 °C, con caídas notables de rendimiento por debajo de los 21 °C.
Esta especie muestra una eficiencia de uso del agua destacable: por cada milímetro de precipitación efectiva puede generar entre 30 y 50 kg de materia seca por hectárea, según los registros experimentales del INTA. Esta eficiencia es una de las razones por las que el sorgo forrajero se ha consolidado como cultivo estratégico en los ambientes semiáridos del centro y oeste pampeano, donde los balances hídricos anuales son frecuentemente negativos.
La fecha óptima de siembra en La Pampa se sitúa entre la segunda quincena de octubre y la primera de noviembre, cuando la temperatura del suelo supera los 18 °C y existe humedad adecuada en el perfil. Siembras más tempranas suelen tener emergencia lenta y mayor mortalidad de plántulas, mientras que las tardías reducen el tiempo útil antes de las primeras heladas otoñales.
El objetivo de implantación es alcanzar 20 a 35 plantas/m², ajustando la densidad según la disponibilidad hídrica del ambiente. Considerando la pérdida promedio de plántulas, se recomienda aumentar la dosis de siembra en un 20 % respecto de la densidad objetivo. El control de malezas tempranas es crítico, dado que el sorgo presenta baja competencia inicial; deben emplearse herbicidas selectivos registrados para la especie y aplicados preferentemente en preemergencia.
Los sorgos forrajeros modernos pueden producir entre 10.000 y 18.000 kg de materia seca/ha, equivalentes a 400600 raciones bovinas, distribuidas en tres a cinco pastoreos. En los primeros aprovechamientos, las ganancias individuales promedian 700800 g/animal/día, descendiendo a 500600 g/día en los últimos ciclos de pastoreo.
El primer pastoreo debe realizarse cuando las plantas alcanzan unos 70 cm de altura, momento en el que acumulan aproximadamente 2.000 kg de MS/ha. La carga recomendada varía entre 4 y 6 novillos de 400 kg por hectárea, ajustando la superficie disponible según la oferta de forraje. La suplementación con sales azufradas mejora la digestibilidad de las fracciones fibrosas y previene desbalances minerales frecuentes en los sistemas pastoriles estivales.
El sorgo forrajero puede destinarse a pastoreo directo, ensilaje de planta entera, confección de rollos o pastoreo diferido. No obstante, esta última modalidad requiere precaución: los sorgos azucarados almacenan energía en forma de azúcares solubles, los cuales se oxidan tras la helada, reduciendo la calidad del material diferido. Para este fin, se recomienda optar por sorgos graníferos o doble propósito, que acumulan almidón en el grano y mantienen su valor energético post-muerte del tejido.
El valor nutritivo del sorgo depende del momento de aprovechamiento. Los forrajes jóvenes (7080 cm de altura) presentan 1418 % de proteína bruta y alta digestibilidad (6570 % de la MS). A medida que avanza la madurez, el contenido proteico y la digestibilidad disminuyen por aumento de lignina.
La confección de henos de sorgo requiere el uso de segadoras-acondicionadoras, que fracturan los tallos y aceleran la pérdida de humedad. En el caso del silaje, el momento óptimo es cuando la planta presenta 30 % de panojamiento, si se prioriza calidad, o bien cuando el grano se encuentra en estado lechoso-pastoso si el objetivo es volumen.
El mercado ofrece dos innovaciones genéticas destacadas: los sorgos BMR (Brown Mid Rib) y los fotosensitivos. Los BMR presentan una reducción de 2 a 3 puntos porcentuales de lignina, lo que se traduce en incrementos de hasta 1015 % en la digestibilidad y mayor ganancia diaria de peso, a pesar de mantener rendimientos similares a los cultivares convencionales.
Por su parte, los fotosensitivos demoran la floración en aproximadamente un mes, extendiendo la fase vegetativa y acumulando mayor biomasa antes del espigado. Son especialmente útiles para silajes de planta entera o cortes múltiples, y en muchos casos se combinan con la tecnología BMR, maximizando calidad y cantidad simultáneamente.
La disposición del cultivo debe contemplar la orientación de las hileras hacia la aguada, minimizando pérdidas de caña por tránsito animal. Tras cada pastoreo, es recomendable igualar el remanente con segadora, favoreciendo al rebrote y la uniformidad del verdeo.
El sorgo, por su rusticidad, también puede integrarse en esquemas mixtos con gramíneas perennes o leguminosas estivales, optimizando el uso del suelo y la estabilidad del sistema forrajero.
En conclusión, "Salir del invierno" con alta carga animal en ambientes semiáridos es un desafío histórico de la ganadería pampeana. En este escenario, el sorgo forrajero se consolida como columna vertebral de los sistemas de invernada y cría intensiva a pastoreo, aportando volumen, resiliencia y calidad en un contexto donde el agua es el factor limitante.
El manejo adecuado de fechas, densidades y genética permite construir sistemas estables, con forraje disponible cuando más se necesita. En palabras del Martín Fierro, "el que aguanta, gana", y en el lenguaje de la producción forrajera, el que planifica y diversifica su base de alimentación es quien logra sostener la eficiencia productiva frente a la adversidad. El sorgo forrajero no es solo una especie: es una estrategia de supervivencia productiva para La Pampa semiárida.
(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP