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EL DIARIO digital
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La campaña 2025/26 de trigo encuentra a la región pampeana en una coyuntura inédita en años recientes: condiciones hídricas favorables tras varias campañas dominadas por la sequía, pronósticos climáticos que anticipan un régimen de lluvias superior al promedio, y un mercado internacional con precios firmes para el trigo argentino. Sin embargo, el contexto macroeconómico presenta un dilema: los costos de fertilización han escalado, mientras que las tasas de interés reales superan ampliamente el margen del negocio agrícola, imposibilitando el financiamiento de la tecnología.
En este escenario de oportunidades y riesgos, el productor pampeano se enfrenta a un desafío histórico: aprovechar al máximo la capacidad de respuesta del cultivo con estrategias probadas, pero aplicadas con precisión técnica. En este sentido, el control oportuno de malezas y la fertilización estratégica al macollaje emergen como pilares insustituibles para convertir agua y radiación en kilos de grano de manera eficiente.
La competencia por agua y nutrientes en ambientes semiáridos como La Pampa es un factor limitante aún más crítico que en la zona núcleo. Ensayos de INTA Anguil demuestran que la presencia de malezas no controladas en los primeros 45 días del cultivo puede generar pérdidas de entre 15 y 25 % del rinde final.
A la merma de rendimiento se suma la pérdida de calidad: malezas de difícil trilla, como nabo, flor amarilla, cardo, etc., reducen el peso hectolítrico y la aceptación industrial. El costo de los herbicidas en trigo, comparado con soja o maíz, sigue siendo relativamente bajo, lo cual refuerza el concepto de que no existe excusa económica para omitir el control.
El espectro de malezas presentes en la provincia incluye avena fatua, sanguinaria, trébol de olor y bowlesia, entre otras. Un único principio activo raramente logra cobertura total; de allí la recomendación técnica de recurrir a mezclas de sulfonilureas (ej. metsulfurón + iodosulfurón) en estados tempranos, complementadas con herbicidas sistémicos de contacto (ej. MCPA, dicamba, bromoxinil, entre otros) según diagnóstico de lote. Esta estrategia, además de mejorar la eficacia, contribuye a retardar la aparición de biotipos resistentes, un problema ya reportado en trigo en el oeste pampeano (ACREA 2024).
Ventanas críticas de intervención
El período de aplicación herbicida puede dividirse en cuatro ventanas:
1.Preemergencia, donde el control es preventivo.
2.Estado vegetativo temprano (3 hojas hasta inicio de macollaje).
3.Macollaje y diferenciación de espiguillas, el período más común y decisivo.
4.Aplicaciones atrasadas, con eficacia reducida y mayores riesgos de fitotoxicidad.
La tercera ventana merece especial atención. El uso de hormonales (2,4-D o dicamba) es viable desde inicio a fin de macollaje, pero su aplicación fuera de esta fase puede dañar seriamente el cultivo. En variedades de ciclo corto, esta ventana puede ser tan breve como 10 días, mientras que en ciclos largos alcanza hasta 30 días. Por lo tanto, la logística de aplicación y la disponibilidad de equipos resultan determinantes para no perder la oportunidad.
El agua define el techo productivo, pero los nutrientes determinan cuán cerca se llega a ese techo. Una tonelada de trigo demanda aproximadamente 30 kg de N, 5 kg de P y 4,5 kg de S. La nutrición adecuada mejora no solo el rendimiento, sino también la eficiencia del uso del agua, generando más kilos de grano por cada milímetro precipitado.
En suelos pampeanos, los déficits más comunes son nitrógeno y fósforo. Según el último Relevamiento de INTA Anguil (2024), el 65 % de los suelos agrícolas de La Pampa presentan niveles de fósforo menores a 12 ppm de P-Bray, umbral crítico para la respuesta económica del cultivo. Esto implica que aún con buena fertilización nitrogenada, la falta de fósforo puede limitar seriamente la respuesta.
La aplicación de nitrógeno en macollaje es crítica: a esta altura, el cultivo ha absorbido cerca del 80 % del N total que utilizará. Un aporte oportuno asegura macollos fértiles, define el número de espigas/m² y determina gran parte del rendimiento final. La fertilización tardía solo incrementa proteína en grano, pero tiene efecto marginal en kilos.
La fuente más utilizada es la urea, por su costo relativo, pero su eficiencia depende de la humedad ambiente para evitar pérdidas por volatilización. Alternativas como nitrato de amonio calcáreo o sulfato de amonio ofrecen mayor disponibilidad inmediata y, en el caso del segundo, aportan además azufre, nutriente cuya deficiencia se ha vuelto recurrente en suelos arenosos del oeste.
Si bien los beneficios técnicos de fertilizar son incuestionables, el contexto económico introduce tensiones. El precio de la urea se ubica en torno a los 600/700 US$/tn en el mercado interno, lo que implica un costo de 65/70 US$/ha en planteos de dosis medias. A esto se suma el financiamiento: con tasas de interés reales del 2530 % anual, diferir la compra de insumos puede duplicar su costo efectivo.
Frente a este escenario, el análisis de presupuesto y la fijación de rindes objetivo en función de la disponibilidad hídrica se vuelven herramientas de gestión imprescindibles.
El futuro inmediato de la producción triguera en La Pampa pasa por integrar tres ejes:
-Diagnóstico de lote preciso, con análisis de suelos y monitoreo de malezas.
-Aplicaciones ajustadas en tiempo y forma, evitando ventanas críticas perdidas.
-Optimización financiera, calibrando la tecnología al potencial real de cada ambiente.
El uso de herramientas digitales (mapas de NDVI, plataformas de pronóstico climático, agricultura de precisión) puede ser decisivo para reducir la incertidumbre en este contexto de alta volatilidad.
En conclusión, la campaña actual ofrece una oportunidad única: precios internacionales firmes, suelos con buena humedad y pronósticos alentadores. Pero también plantea desafíos en términos de costos de fertilizantes y financiamiento. En este marco, el control temprano de malezas y la fertilización estratégica al macollaje no son opciones, sino requisitos para capitalizar el potencial productivo.
La verdadera diferencia la marcarán quienes logren integrar decisiones técnicas con gestión económica eficiente. En la Pampa semiárida, donde los márgenes son más ajustados que en la zona núcleo, cada kilo de trigo cuenta.
Hoy, más que nunca, el éxito depende de reconocer que en agricultura no siempre gana el que siembra más, sino el que siembra mejor.
Mariano Fava- Ingeniero Agrónomo
(MP: 607 CIALP)
Posgrado en Agronegocios y Alimentos
@MARIANOFAVALP