Campo

El cultivo de la soja bajo cielos austeros

Por Mariano Fava (*)

Escuchá esta nota

EL DIARIO digital

minutos

Entre los médanos dorados y las planicies que esconden tosca "bajo su piel", donde el viento del oeste seca la superficie antes que la lluvia alcance a infiltrarse, la siembra de soja se convierte en un ejercicio de equilibrio y sabiduría. En la Pampa central, donde el clima semiárido impone su ley de escasez y prudencia, producir no es solo un acto técnico: es una práctica de interpretación del ambiente.

El éxito en la implantación de soja en estas condiciones depende, ante todo, de la estructura de cultivo, concepto que resume la forma en que distribuimos las plantas en el espacio y en el tiempo. No se trata únicamente de elegir una densidad o un distanciamiento entre hileras: se trata de diseñar un sistema de competencia equilibrado entre individuos que comparten recursos finitos (agua, luz y nutrientes), en un medio donde el margen de error es mínimo.

Llamamos estructura de cultivo al modo en que organizamos la población de plantas por hectárea y su distribución espacial, es decir, el distanciamiento entre hileras (21, 35, 42 o 52 cm, según el caso) y la distancia entre plantas dentro del surco. Esta arquitectura vegetal determina la intercepción de luz, la economía del agua y la capacidad del cultivo para cerrar el entresurco antes de los calores estivales, factores que definen en última instancia la estabilidad del rendimiento.

Toda decisión estructural en soja responde a una estrategia productiva. Una estrategia ofensiva busca maximizar el rendimiento en ambientes con buena fertilidad y adecuada oferta hídrica, mientras que una estrategia defensiva procura asegurar estabilidad en contextos más restrictivos, como los suelos con tosca superficial que abundan en el centro y oeste de La Pampa.

Según datos del INTA, los rendimientos promedio de soja en la provincia oscilan entre 2.300 y 3.100 kg/ha en lotes de alta aptitud, mientras que en suelos de menor profundidad efectiva los resultados se reducen a 1.200–1.800 kg/ha, con coeficientes de variación superiores al 30%. Estas cifras confirman la amplia heterogeneidad ambiental pampeana, que obliga a pensar la siembra no como una receta uniforme, sino como una sucesión de estrategias adaptadas a cada lote.

Para los establecimientos que manejan grandes extensiones, la fecha "ideal" de inicio de siembra se sitúa en torno al 10 de noviembre, utilizando variedades de grupo V corto o IV largo de tipo indeterminado, con el propósito de que el período crítico del cultivo, comprendido entre los estadios R3 y R5, no coincida con el mes de enero, cuando el déficit hídrico y las altas temperaturas suelen confluir.

El período crítico define el rendimiento futuro del cultivo: un estrés hídrico moderado en esa fase puede reducir el rendimiento entre 30 y 50%. De allí la importancia de ajustar la fecha de siembra para esquivar los extremos térmicos.

Para productores medianos o pequeños, con menor capacidad operativa, resulta recomendable destinar los mejores lotes a grupos III largos o IV cortos, que poseen alta capacidad de rendimiento y permiten iniciar la implantación hacia fines de noviembre o principios de diciembre, evitando el calor extremo durante la floración.

A partir del 10 de diciembre, cada día de atraso en la siembra puede implicar una pérdida de 15 a 25 kg/ha en el potencial de rendimiento, dependiendo del nivel de humedad disponible. No obstante, en ambientes de baja oferta hídrica, retrasar la siembra puede ser una táctica defensiva acertada: al conservar humedad útil y reducir la exposición del cultivo al estrés de enero, se gana estabilidad, aunque se resigne parte del potencial teórico.

En estos casos, el uso de grupos de madurez más largos (IV largos o V cortos) permite compensar parcialmente la pérdida por fecha, aunque incrementa el riesgo de exposición a heladas tempranas de marzo, que no son infrecuentes en los valles bajos pampeanos.

Las siembras de mediados de diciembre suelen encontrar su equilibrio con grupos IV cortos, que ofrecen buena estructura de planta y una floración extendida sin comprometer la madurez. En ambientes de mayor restricción, los grupos IV largos pueden ser una alternativa eficaz, siempre que se reduzca el espaciamiento entre hileras para favorecer el cierre temprano del entresurco y mejorar la eficiencia del uso del agua.

El espaciamiento entre hileras guarda relación directa con la fecha de siembra y el grupo de madurez elegido. En siembras tempranas con grupos largos (V corto), se recomienda un distanciamiento de 52 cm, apuntando a una población final de 200.000 plantas logradas/ha, suficiente para un canopeo eficiente sin excesiva transpiración.

A medida que la fecha se retrasa y los grupos de madurez se acortan, conviene estrechar los surcos y aumentar la densidad. Ensayos del INTA muestran que una siembra con grupo III largo a 35 cm y una densidad de 250.000 a 300.000 plantas/ha logró un rendimiento promedio 8% superior respecto de configuraciones más amplias, debido al cierre más temprano del entresurco y a una mejor intercepción lumínica.

Este manejo estructural de distancia, densidad, madurez y calendario conforma la base de una agronomía moderna adaptada a las condiciones semiáridas, donde el agua no se malgasta: se administra.

Como reflexión final diremos que se espera para la campaña 2025/26 un escenario Niña moderada, con precipitaciones por debajo de la media histórica. Ante ello, los planteos tecnológicos deben orientarse hacia la defensiva inteligente: priorizar cultivares de ciclo medio a largo, espaciamientos racionales, siembras oportunas y un manejo conservador de la humedad.

En la Pampa, cada suelo es una biografía. El agrónomo pampeano no siembra soja, interpreta su territorio, combinando genética, estructura y calendario en una coreografía precisa entre ciencia y prudencia. La resiliencia no se improvisa: se construye con datos, observación y respeto por el ambiente.

Y como advertía Aristóteles, "la virtud está en el justo medio". También lo está el arte de sembrar en esta tierra de contrastes, donde el exceso y la escasez son enemigos, y donde saber medir —ni poco, ni demasiado— sigue siendo, como decía nuestro pampeano Alberto Cortez, la verdadera forma de sabiduría.

(*) Ingeniero Agrónomo  (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

También te puede interesar...