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EL DIARIO digital
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La definición de la fecha de siembra constituye una de las decisiones estratégicas más trascendentes en el manejo agronómico de los cultivos estivales. Un error en este aspecto puede condicionar severamente los rendimientos potenciales y la estabilidad del sistema de producción, especialmente en regiones semiáridas como la provincia de La Pampa, donde la variabilidad climática impone desafíos adicionales a la planificación agrícola.
Las últimas campañas han puesto en evidencia esta complejidad: lotes implantados de manera excesivamente temprana sufrieron penalidades productivas notorias, mientras que aquellos retrasados más allá de lo razonable enfrentaron daños por heladas tempranas o caídas abruptas en el contenido de radiación interceptada durante el período crítico. Este comportamiento reafirma la necesidad de un análisis riguroso, integrador y ajustado a las particularidades ambientales locales para determinar el momento más oportuno de siembra.
La decisión no puede reducirse a una receta única; por el contrario, requiere integrar múltiples factores:
- Disponibilidad hídrica en el perfil edáfico: En la región pampeana semiárida, el almacenamiento de agua en los 2 metros superiores del suelo constituye la variable de mayor peso. Según registros del INTA Anguil, un perfil completo puede acumular entre 180 y 220 mm en Argiudoles típicos y entre 120 y 160 mm en Haplustoles de menor profundidad.
- Pronósticos climáticos estacionales: La oscilación entre campañas Niña y Niño ha demostrado impactos marcados sobre la probabilidad de ocurrencia de sequías en floración. APRESID señala que, en años con Niña, las siembras tardías de maíz en la región central de La Pampa reducen la probabilidad de estrés hídrico severo en un 1520 % respecto de las siembras tempranas.
- Ciclo de madurez de la variedad elegida: En soja, por ejemplo, la elección del grupo de madurez (III largo a V corto en la región) define ventanas fisiológicas que interactúan con la fecha de siembra.
- Capacidad operativa y logística: La velocidad de implantación, la disponibilidad de maquinaria y la posibilidad de ajustar densidad y distancia entre hileras son variables frecuentemente subestimadas, pero críticas en contextos donde una lluvia de 30 mm puede cerrar ventanas operativas por varios días.
El momento de implantación determina la interacción del cultivo con dos factores claves: temperatura y radiación solar disponible.
- Siembras tempranas: permiten que el período crítico de definición de rendimiento (floración en soja y girasol, espigazón y llenado en maíz y sorgo) ocurra bajo condiciones de alta radiación y temperaturas adecuadas, maximizando el potencial productivo.
- Siembras tardías: desplazan el período crítico hacia meses de menor radiación y temperaturas más moderadas, reduciendo el techo productivo pero aumentando la estabilidad, al evitar que el cultivo atraviese las máximas térmicas de enero en estadios reproductivos.
La investigación local provee datos valiosos para orientar la decisión:
- Maíz: según ensayos del INTA Anguil bajo condiciones de riego y nutrición plena, la segunda quincena de octubre representa la ventana óptima de siembra. Se ha cuantificado una pérdida aproximada de 140 kg/ha/día al alejarse de este período.
- Girasol: la primera quincena de noviembre es el momento de máxima expresión de rendimiento. El retraso en la siembra genera una caída de 40 kg/ha/día, a lo que se suma una disminución del contenido de aceite, en promedio un 0,3 % por cada semana de atraso.
- Soja: la plasticidad de la especie y la diversidad de grupos de madurez hacen más complejo el análisis. No obstante, los datos de la Red Nacional de Ensayos de INTA-APRESID muestran que, a partir del 10 de diciembre, cada día de retraso implica una merma de 25 kg/ha/día en la región semiárida. Además, la soja sembrada después del 20 de diciembre enfrenta una probabilidad superior al 35 % de coincidir su llenado de granos con heladas tempranas.
- Sorgo granífero: si bien tolera fechas más tardías, la siembra a partir de diciembre aumenta el riesgo de heladas en floración. En condiciones óptimas, la segunda quincena de noviembre se presenta como la ventana más estable.
En La Pampa, donde el régimen de lluvias oscila entre 500 y 650 mm anuales en la franja central y puede descender a 350400 mm hacia el oeste, la decisión de fecha de siembra no puede desligarse del riesgo climático. Algunas estrategias recomendadas incluyen:
1. Segmentar fechas y diversificar cultivos: implantar lotes en distintas ventanas de siembra permite balancear riesgo y potencial, reduciendo la probabilidad de pérdidas masivas por un mismo evento climático.
2. Elegir ciclos adecuados al ambiente: grupos largos de soja o híbridos de maíz de mayor duración se justifican solo en lotes con napa accesible o perfiles cargados.
3. Monitorear pronósticos dinámicos: los informes de la Red de Estaciones Meteorológicas de INTA permiten anticipar escenarios de probabilidad de lluvias y ajustar fechas.
4. Maximizar eficiencia en la implantación: sembradoras de mayor capacidad operativa y el uso de agricultura digital reducen la exposición a pérdidas de humedad tras precipitaciones.
La elección de la fecha de siembra no debe interpretarse como un calendario fijo, sino como una decisión estratégica adaptativa. Cada día de atraso respecto de la fecha óptima implica resignar parte del techo productivo, aunque se gane en estabilidad. La clave radica en definir un portafolio de decisiones, ajustado a la aversión al riesgo del empresario agrícola y a las condiciones ambientales de cada lote.
En términos generales, puede afirmarse que:
- Primera quincena de noviembre: adecuada para girasol y sojas de grupo largo en lotes de alta aptitud.
- Segunda quincena de noviembre: más estable para maíz y sorgo en ambientes restrictivos.
- Diciembre: reservado a situaciones excepcionales, con énfasis en sojas de grupo cuatro corto, cultivos de menor inversión inicial o siembras "de segunda".
En conclusión, La Pampa representa un laboratorio natural donde las interacciones entre clima, suelo y manejo definen con nitidez la relevancia de la fecha de siembra. No existen recetas universales, pero sí principios agronómicos sólidos: optimizar la intercepción de radiación durante el período crítico, minimizar la probabilidad de estrés hídrico en floración y reducir el riesgo de heladas tempranas.
La siembra, en definitiva, no es un acto aislado, sino una decisión estratégica que integra biología, estadística y economía. Elegir el momento adecuado es elegir entre estabilidad y riesgo, entre potencial y seguridad. Y en este dilema, la sabiduría agronómica reside en el equilibrio.
Como recordaba Hesíodo en Los Trabajos y los Días, "para todo hay un tiempo debido". Sembrar en el tiempo correcto es sembrar no solo semillas, sino certezas en un ambiente de incertidumbre.
(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP