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La medicina del presente: robots contra la soledad

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La soledad pandémica ha impulsado la venta de robots que funcionan como "personas de compañía" para algunas personas, mayoritariamente, ancianos.

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EL DIARIO digital

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Soledad b

“Prefiero vivir como un hombre que vivir una eternidad como una máquina”, decía Andrew (Robin Williams), una Inteligencia Artificial (IA) creada para facilitarle la vida a los humanos. Con el tiempo como servidor/mascota, este robot logró comprender la esencia del hombre, al punto de renunciar a su imperecedera existencia. Esa es la trama de El hombre bicentenario.

Estrenada en 1999, la película de Chris Columbus mejoró su reputación con el paso de los años. Pasó de ser catalogada como una historia almibarada de ciencia ficción, partiendo de un cuento de Isaac Asimov, a un acercamiento triste y profundo a esa paradoja de la condición humana: el sentido de la vida solo es posible si se tiene conciencia de la muerte.

Precisamente la soledad, esa condición de vulnerabilidad que nos acerca a la muerte, es lo que ha impulsado la venta de artículos que para algunas personas funcionan como compañía. A pesar de que cada día se abren más espacios para compartir, aún con la presencia del virus de la COVID-19, la demanda no para. El más reciente tiene nombre de niña: Ami-chan y como el personaje que interpretaba el ya fallecido Williams, es una IA pensada para que interactúe con los humanos.

Desarrollada por la empresa japonesa Takara Tomy, Ami-chan es una muñeca que cuenta con un chip de reconocimiento facial o de colores y una inteligencia artificial que le permite desarrollar una personalidad, reaccionar de manera diferente según las conversaciones, frecuencia de atención y contacto con ella.

Este producto, presentado el 18 de agosto, fue pensado para los consumidores que hacen vida en Japón, un país en el que viven casi 36 millones de personas que superan los 65 años de edad. De ese total, según datos del Gobierno, 6 millones viven solas. De allí que este robot tenga la apariencia de una nieta: mide 60 centímetros y es fácil de cargar.

Esta es la última novedad de una línea de productos comunicativos similares, conocida como Omnibot, creada por Takara Tomy para los humanos que buscan un contacto “familiar”. Como consecuencia, el éxito de la muñeca parece estar garantizado. De hecho, según estadísticas de esta empresa, casi el 40 % de sus compradores superan los 65 años.

Hola, soledad

Ami-chan tiene un centro neurálgico ubicado en el broche de su pecho, donde se ha instalado el chip y la IA. Se lanzará primero en Japón, el 27 de agosto, y la empresa espera vender unas 50.000 unidades al año. Si vemos las reacciones en el video que subió la empresa en YouTube, el objetivo parece fácil de cumplirse.

Ami-chan puede reír, cantar, sostener conversaciones sobre el clima, y, según los creadores, proponer otras tareas que ayudan a mantener el cerebro activo de las personas de la tercera edad, como los trabalenguas o adivinanzas. Incluso, recomienda comidas saludables.

La llegada de Ami-chan al mercado no es casualidad. Antes de que explotara la pandemia, que profundizó el distanciamiento entre familiares y amigos, diferentes empresas alrededor del mundo trabajaban en inteligencias artificiales que fueran capaces de recrear la sensación de acompañamiento que dan, por ejemplo, las mascotas.

La página web del periódico estadounidense Vox, que cubre historias sobre tecnología y su incidencia en el futuro, publicó un artículo en 2020, en el que explicaba el éxito de los robots en los hogares para ancianos.

“Esta primavera, más de 1100 personas mayores, recibieron mascotas robóticas a través de la Association on Aging en Nueva York. Otras 375 personas los recibieron a través del Departamento de Asuntos de Ancianos de Florida. Las comunidades de jubilados y los departamentos de servicios para personas mayores en Alabama, Pensilvania y varios otros estados han comenzado a comprar robots para adultos mayores”, escribió la periodista Sigal Samuel.

De acuerdo con Samuel, actualmente hay robots para todos los gustos en el mercado estadounidense. Independientemente de su apariencia, todos tienen la capacidad de percibir el entorno y responder a él. Por ejemplo, pueden imitar las reacciones de los perros y gatos, con “pequeños ladridos y maullidos reconfortantes”. Otros, tienen características humanoides, como “ElliQ”, que te saluda con un amistoso «Hola, es un placer conocerte» y cuenta chistes; “SanTO” lee la Biblia y bendice a su acompañante y “Pepper” toca música y te invita a bailar.

Las empresas también han diseñado robots para ayudar con las tareas de cuidado que requieren de un esfuerzo físico. “My Spoon”, de Secom, te alimenta, el robot eléctrico de bañera de “Sanyote” lava y el “RIBA” de Riken te lleva de la cama a una silla. Estos robots existen desde hace años y funcionan sorprendentemente bien.

Como se apunta en el trabajo de Vox, las ventajas de contar con un acompañante o cuidador de inteligencia artificial son infinitas: no abusan de los ancianos, no transmiten enfermedades, no arguyen excusas para evitar los encuentros, se pueden programar para que recuerden a los pacientes un tratamiento (la hora de la pastilla por ejemplo) y no dependen del humor del día para mostrar empatía.

“Si bien muchas sociedades expresan expectativas normativas de que las familias satisfagan las necesidades sociales y afiliativas de las personas mayores, de hecho, los estudios de personas de cincuenta y cinco años o más revelan que la vejez es un indicador confiable del aislamiento social de la familia”, explica en el largo ensayo científico “Tienes un amigo en mí: robots sociables para adultos mayores en una era de pandemias globales” la doctora Nancy S. Jecker, que trabaja en el Departamento de Bioética y Humanidades de la Universidad de Washington.

Según la teoría del convoy social, las personas mantienen una red de relaciones sociales que les acompaña a lo largo de la vida, como un convoy o un grupo de compañeros de viaje en el camino de la vida. Al llegar a la vejez, sin embargo, las personas corren un mayor riesgo de perder a miembros clave de su convoy social por muerte, enfermedad y discapacidad.

“En lugar de buscar hacer crecer las redes sociales para compensar el duelo y la pérdida, los adultos mayores tienden a considerar que el tiempo restante es breve y hacen lo contrario: renuncian a los lazos sociales con todos menos con sus asociados más cercanos. Por lo tanto, incluso cuando no se está produciendo una pandemia, mantener una red social durante la vejez resulta desafiante y es posible que los adultos mayores no sean receptivos”, explica la especialista.

“Un robot sociable es ‘un agente artificial’ que interactúa con los humanos siguiendo las normas sociales y los comportamientos asociados a su función” - Nancy S. Jecker

En ese contexto, según la doctora, la introducción de robots mejora el panorama: “Un robot sociable es ‘un agente artificial’ (a menudo encarnado con características antropomórficas o zoomorfas) que interactúa con los humanos siguiendo las normas sociales y los comportamientos asociados a su función». Durante una pandemia, los robots sociables pueden desinfectarse y ofrecer una forma de relación social segura y libre de infecciones, interactuando con las personas mayores durante los períodos en los que la familia y los amigos se distancian físicamente o se les prohíbe las visitas en persona”.

“Con una pandemia global que se pronostica que persistirá durante un período prolongado de tiempo, es probable que los adultos mayores experimenten una separación prolongada de la familia, lo que hace que la necesidad de herramientas prácticas para ayudarlos a navegar su situación sea aún más urgente. Los robots sociables podrían ayudar”, advierte Jecker.

¿Una solución extrema?

La salida al mercado de Ami-chan responde a una realidad demográfica: en 2012 ya se advertía que el número promedio de habitantes por casa, en Tokio, había caído por debajo de dos. El Instituto de Investigación NLI proyectó que para 2020, vivir solo sería la norma en Japón. Y eso está sucediendo al punto de que hay un nombre para las personas que mueren solas: kodokushi, que traducido quiere decir muerte solitaria.

En Estados Unidos, The New York Times etiquetó la situación como una epidemia, lo que implica que un número creciente de personas se las arreglan sin ningún tipo de compañía.

En Europa no es diferente. Debido a que aproximadamente el 10 por ciento de los británicos se sienten aislados regularmente, Londres nombró un ministro de la soledad a mediados de enero de 2018. Fue la primera nación europea en hacerlo.

España no escapa a esa realidad. Según un informe de la Universidad Autónoma de Madrid, se trata de un país altamente envejecido con una tasa de personas mayores de 65 años próxima al 19% de la población (8,764,204), de los cuales un 4% (aproximadamente 366,633) viven en residencias.

La proporción de mujeres de edad avanzada que viven solas es significativamente superior a la de hombres: 1,4 millones frente a 0,6 millones, algo que se explica por la mayor mortalidad precoz de los varones. El 76,9 por ciento de las mujeres mayores que viven solas son viudas, frente al 43,2 por ciento de los hombres.

“En Occidente hemos aparcado a los ancianos y debemos hacer seria autocrítica al respecto porque la soledad es muy dura. Sabemos que cuando la tensión, el agobio, el miedo, la tristeza, la inquietud o la incertidumbre se expresan y se comparten, el grado de malestar desciende. Estar aislado con la única compañía de nuestros pensamientos, sin embargo, puede llevar a entrar en un bucle sin fin que lleve a los ancianos a empeorar su estado de ánimo, incrementando la tristeza y el agobio”, reflexiona Victoria Cardona. Ella es maestra y escritora, autora del libro “Nuestros mayores: entre el sufrimiento y la desesperanza”.

Además, la soledad tiene un efecto directo sobre la salud: empeora los casos de las personas que sufren de diabetes o de presión arterial alta. Diferentes investigaciones concluyeron que el aislamiento social es un mayor predictor de muerte prematura que la obesidad.

Es cierto que dejar la salud de nuestros padres y abuelos en manos de un compañero robótico puede plantear una discusión ética, que merece un artículo aparte. Pero sin dudas, una criatura amigable y linda, que aminora la sensación de soledad es mucho mejor que nada. No olvidemos, de hecho, que el gran regocijo de Andrew, en El hombre bicentenario, era ser útil a los humanos.

¿Hay algo más útil que la buena compañía?

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