Opinion

Un grito federal desde el sur para frenar la violencia centralista

La Patagonia, de pie, se plantó ante la avanzada del gobierno de Javier Milei: diversidad política y coherencia contra el abuso de poder. Pero el presidente sigue el camino de los caprichos y los golpes de efecto: la eliminación del INADI, el Congreso como "nido de ratas", los políticos como "una mierda".

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EL DIARIO digital

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Los gobernadores de la Patagonia tiraron la primera piedra, o impactaron con el ejemplo: el documento conjunto con el que se pararon de manos ante los abusos del gobierno nacional centralista pueden ser punta de un iceberg cuyas dimensiones todavía no están claras, pero sobre todo decidieron representar un abrazo federalista frente a la violencia que viene de arriba.

El hecho puntual que disparó la rebelión fue la venganza extrema de Milei, que no sólo recortó los subsidios al transporte como al resto de las provincias, sino que potenció la vendetta recortándole a Chubut directamente sus fondos coparticipables, en miles de millones de pesos, y pese a que Ignacio Torres, del PRO, es uno de los jefes ejecutivos del país que más predisposición al diálogo mostró desde el inicio de las gestiones.

El pampeano Sergio Ziliotto es el único peronista ortodoxo -por etiquetarlo de algún modo- de ese colectivo sureño que decidió ponerle freno al abuso, con lo cual se derriba la teoría de que los supuestos ataques a Javier Milei provienen del espacio al que los medios del establishmen insisten en bautizar como "kirchnerista" o en todo caso cercano al "campo nacional y popular".

Los movimientos que se estaban gestando en la Patagonia ya habían sido advertidos en estas líneas, que insistieron en descatar la conformación variopinta, con diversidad política y de recorrido de sus distintos actores.

El resto de los jefes territoriales no pertenecen al histórico justicialismo: el fueguino Gustavo Melella es parte de Unión por la Patria, pero proviene del radicalismo; el santacruceño Claudio Vidal tiene raíces peronistas pero es quien terminó en su provincia con la perpetuación kirchnerista, haciendo base en el sindicalismo petrolero; Alberto Weretilneck juega su propio juego en el partido provincial que potenció en Río Negro, y Rolo Figueroa se mostró como hombre fuerte dando un portazo al histórico Movimiento Popular Neuquino, del que de a poco comienza a hacerse líder otra vez.

Esa variedad de identidades, recorridos y pertenencias también expone en blanco sobre negro que Milei está haciendo todo lo posible para afectar intereses distintos, estructuras políticas diferentes y sectores de la población de variadas orientación ideológica y política.

La coalición de hecho que conformó la Patagonia dejó esta semana muy mal parada a la oposición local, cuyos bloques de concejales prefirieron dejar sin quórum la sesión en la que el oficialismo pretendía cambiar el precio del "boleto Milei", que como consecuencia de la devaluación y el ajuste salvaje se irá de 190 a 715 pesos.

La decisión de dejar las bancas vacías e impedir el quórum de la primera sesión en el cuerpo legislativo local parece ir a contramano de la promesa de diálogo, aunque reafirma la conformación de una alianza variopinta con integración de sectores que hasta ayer nomás han funcionado como anatgónicos y que ahora aparentan furiosos críticos de las administraciones local y provincial, pero cándidos aplaudidores de la gestión nacional para militar el ajuste.

...y una de arena...

En ese marco de confusión de los sectores no peronistas, es particularmente llamativo el rol que se quieren dar algunos dirigentes del radicalismo: a nadie escapa que pueden plantear sus críticas al gobierno de Santa Rosa, pero suena demasiado extraño que no tengan nada que cuestionar a la avanzada libertaria, que es la que realmente impone políticas y decisiones que abultan el precio del boleto.

De lo contrario, el radicalismo y sus socios de la ultraderecha tendrían que responsabilizar a Luciano di Nápoli de los aumentos que el mismo servicio registra en Rosario, Córdoba y la mayoría de las capitales de las provincias de todo el país, mientras en AMBA los valores están muy por debajo, en clara confirmación de que la ofensiva es también marcadamente centralista y en contra de los intereses federales.

Posiblemente por eso mismo Milei, en otro ataque de furia antidemocrática, posa su odio sobre el Congreso Nacional, donde sabe que tienen lugar representativo todas las fuerzas de la democracia y todos los estados provinciales: impune, descomedido, desquiciado, Milei dice que la Cámara de Diputados y Diputadas es "un nido de ratas" y que "los políticos son una mierda".

No es tanto la salud mental lo que queda en primer plano ante esos discurseos del presidente, sino sus ansias de violencia: gobierna en ese estilo y con esa impronta como detalle principal; la caractarística central de su conducta y sus acciones es la embestida y el daño, la búsqueda de un perjuicio sobre quienes evidentemente considera sus enemigos.

La provocación permanente parece guiar los pasos del gobierno nacional, gustoso de presentar golpes de efecto en las redes sociales más que de buscar consensos con propios y ajenos: hasta el gozoso anuncio de la eliminación del INADI parece inscribirse en ese andar que parece el recorrido de un chico caprichoso, que además comanda una institución llamada Estado a la que considera directamente una organización criminal.

Con más razón genera confusión la presencia cercana de algún radicalismo, que ya no se entiende en búsqueda de qué pequeño beneficio no se aleja del calorcito del poder y se comporta como gatito mimoso del poder, por no utilizar las barbaridades que en su habitual tono misógino retwitteó el propio presidente de la Nación, cuando acusó a la UCR de ser "putita del peronismo".

En ese marco de alineamientos inestables, en un contexto de volatilidad de las alianzas, es que cobra mayor importancia y potencia el scrum de gobernadores patagónicos, que dejando de lado posibles disidencias, ignorando enfrentamientos geográficos, disimulando confrontaciones de estilo, postergando antagonismos políticos, decidieron amuchar fuerzas para al menos dejar en claro que los desubicados modos del gobierno nacional tienen el límite que imponen la democracia y la representación popular.

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