Opinion

La democracia, entre cuentas pendientes, madurez y desequilibrio

Cumple 40 años el sistema político que permitió la salida de la peor dictadura. El voto popular define el 19 de noviembre entre opciones que marcan diferencias. Nadie niega las cuentas pendientes, en un contexto en que aparecen en juego ideas políticas, pero también principios y valores más básicos, fundantes de lo que alguna vez se llamó "gobierno del pueblo".

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

 

Las elecciones del domingo pasado diseñaron un nuevo escenario para la segunda vuelta y trajeron consigo mensajes de reafirmación del sistema democrático, con una mayor participación de la ciudadanía y un sufragio que esta vez claramente fue un poco más allá de la rabia, la bronca y el hastío que se habían expresado en las PASO de agosto.

El oficialismo salió fortalecido, en el país y en la provincia, a partir de haber escuchado el mensaje anterior y haber puesto en práctica algunas medidas que atendieron la demanda social de sectores trabajadores o menos favorecidos por una crisis económica y sobre todo inflacionaria que no da descanso.

Si en la elección de agosto estuvieron a la orden del día el resentimiento y el hartazgo, que derivó en la ausencia a la votación y en una apuesta más visceral que otra cosa a espacios políticos que prometen "romper todo", el tiempo de reflexión y militancia que precedió a los comicios del 22 de octubre fue fructífero para instalar otras miradas.

El gobierno pampeano, como los de otras regiones, generaron conciencia y hasta se dieron una misión pedagógica respecto de lo que estaba (está) en juego y eso incidió en la posibilidad de que problemáticas políticas e institucionales que a lo mejor antes habían pasado desapercibidas se colocaran en el centro de la escena.

En ese proceso también hubo debates obligatorios por ley, televisados con alto rating, en el que candidatos y candidatas tuvieron la ocasión de mostrar desempeños dispares, en una puesta en escena que constituye una posibilidad de conocer no solo las ideas que constituyen a quienes se postulan, sino también -y siempre relativamente- cuáles son o pueden ser sus posturas, conductas, discursos, formación, profesionalismo, sensibilidad y equilibrio.

El resultado electoral expuso, desde ya, que hay un alto porcentaje de crítica y cuestionamiento al gobierno nacional y en general a lo que se ha llamado "clase política", ahora rebautizado marketineramente como "casta", pero también reina en una porción social la certeza de que es la actividad política la que debe dar respuesta a problemas acuciantes, es el sistema democrático el menos malo de los que se conoce para ello, y la ciudadanía también tiene una responsabilidad que va más allá del pataleo y de la queja.

Al cumplirse 40 años de democracia, sería ampliamente saludable que esta inédita crisis de representación tuviera una deriva hacia el revisionismo de las cuentas pendientes que tiene la democracia, en un escenario complejo e inestable, que a otros países les costó una desgarradora violencia, la potenciación de bolsones de fascismo, la disgregación total de los lazos sociales: son las mismas amenazas que aparecen en el horizonte del 19 de noviembre.

En ese proceso, que derramó también en nuestra provincia hasta con impacto electoral, incluso por un aparente desinterés del partido que gobierna el Estado en la previa de la PASO, tienen su cuota parte los medios del establishment porteño, que en su afán de atacar sin miramientos a espacios políticos nacionales y populares pasaron de la manipulación a la mentira, de la opinión a la violencia y de las fake news sistemáticas a la creación de personajes espectaculares que incluso a esas corporaciones se les volvieron un boomerang y que hoy constituyen un serio riesgo para la paz social del país.

…y una de arena…

A la salida de la elección, las dirigencias también dieron demostraciones de diversos principios y conductas políticas: Patricia Bullrich salió tercera, dañada por su propia trayectoria y por las internas de su alianza, pero ni siquiera fue capaz de reconocer la victoria de los otros espacios con alguna felicitación básica y elemental.

A contramano de ese resentimiento, en la ciudad de Buenos Aires el ganador Jorge Macri reconoció el gesto de grandeza de Leandro Santoro, que interpretó que su contricante ya tenía asegurado más del 50% necesario para ganar y dio un paso al costado para evitar el balotaje, también por cuestiones estratégicas que le demandaba su espacio político.

Tanto en La Pampa como en otras provincias los gobernadores, justicialistas u opositores, tuvieron en general lecturas maduras y mesuradas, en algunos casos con gestos triunfales pero llamando a la reflexión y tomando en cuenta que la definición final ocurrirá el 19 de noviembre.

Y después hubo un show deshonroso para la política, gestado por Mauricio Macri pero con Bullrich poniendo la cara, y contaminando de esa toxicidad a dirigentes de La Pampa, que obraron del mismo modo apresurado y sin vergüenza: salieron a gritar un apoyo a Javier Milei, erigiéndose en representantes de más de seis millones de votantes, sin siquiera consultar con sus socios políticos y haciendo volar por los aires toda credibilidad.

El impacto de ese comportamiento ante la sociedad es un nuevo paso que deslegitima la política, pero está claro que a quienes propiciaron ese pacto entre gallos y medianoche los mueve el interés personal y no el bienestar de la comunidad a la que supuestamente se deben: fueron bizarros los malabares que hizo "la montonera que ponía bombas en los jardines" para festejar su nuevo alineamiento con el personaje que la insultó.

El radicalismo se sintió traicionado, pero a la vez sus dirigentes hacía tiempo que olían este final con destratos y tomadas de pelo, que de todos modos no les ha alcanzado aún para posicionarse en otra vereda, decididos a respetar la prudencia y la cautela que históricamente han caracterizado al partido y que lleva a algunos dirigentes a una forzada "neutralidad" incluso cuando está en juego el sistema de reglas básicas de de la democracia.

Curioso en algunos dirigentes de la UCR de Santa Rosa, que hace unos años creían que estaban en juego el fascismo o la libertad por una elección en el municipio local, pero ahora no advierten ese mismo riesgo aunque lo que se pone en disputa es nada menos que el poder nacional.

Ese combo se completó con conmovedoras imágenes del candidato presidencial, que en un canal de televisión lució severos desequilibrios e instaló en el debate social la cuestión de su salud, obviamente tema de interés público tratándose de un posible presidente.

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