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EL DIARIO digital
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Una de cal
La reacción de diversos sectores organizados, también en La Pampa como en el resto del país, significó al menos un freno a la violencia ejercida desde el Estado después de que Jujuy quedara en el centro de la escena a partir de la ofensiva del gobernador Gerardo Morales para imponer sin miramientos la reforma constitucional en esa provincia.
En las calles de Santa Rosa, sectores populares representados por sindicatos, organizaciones sociales, centros de estudiantes y agrupaciones de pueblos originarios levantaron la voz contra esa andanada de la derecha represiva y pusieron en el foco el debate real, el asunto de fondo: Jujuy es una especie de ensayo respecto de lo que pretende aplicarse para el país en caso de que gane el espacio político que milita el ajuste con represión.
Aunque resulta sumamente complejo en un contexto lleno de dificultades y trampas, los sectores populares tienen una única forma de salvación, a partir de la unidad frente a esas políticas reaccionarias que buscan instaurar de modo definitivo una tendencia neocolonial de nuestro país, garantizando el privilegio de poderosos -especialmente multinacionales- en perjuicio trabajadores y trabajadoras.
La mirada que se expuso en las movilizaciones es, en ese sentido, rica y saludable: nadie percibió en los hechos de Jujuy una locura policial o una serie de episodios desfasados, sino un proceso atado claramente del mismo hilo, que une la reforma constitucional a la violencia estatal en las calles y la agresión haciendo blanco especialmente en las disidencias expresadas por trabajadores y pueblos originarios.
El ensayo que se hace en Jujuy, que tampoco es el único ni debe atribuirse únicamente al sello de Juntos por el Cambio, es un anticipo de lo que puede esperarle al país entero, en las próximas décadas, si triunfan esas miradas políticas en acuerdo con las representaciones imperiales.
Con acierto, la secretaria adjunta de la Confederación General del Trabajo local, Marcela Urbano, indicó en la movilización que se hizo en la capital pampeana que " en Jujuy, las calles y rutas ofician de imágenes del futuro, proyectan para quien quiera ver la película de los años por venir pero también confirma que cada intento del capitalismo salvaje de avanzar en contra de las mayorías populares encontrará una reacción de fuerzas políticas y sociales a enfrentar".
Así como se manifestaron los sindicatos, aunque con divergencias que se hicieron evidentes hasta en la organización de sus actos, también lo hicieron el Movimiento de Derechos Humanos, agrupaciones sectoriales y fuerzas políticas que con sus propias contradicciones y ambigüedades tienen sus costados más cercanos al pueblo.
Uno de los asuntos clave es cómo se podrán (o no) articular esas organizaciones que representan al campo popular, que es el esencial perjudicado por las políticas que se anuncian incluso de modo hasta orgulloso, por no decir exacerbado y fanático: así como en distintos momentos los explotadores de afuera y de adentro se las rebuscan para unir sus intereses y operar en conjunto, ¿lograrán las fuerzas populares nacionales coordinar esfuerzos e ideas aunque más no sea para autoprotegerse?
y una de arena
La avanzada represiva reaccionaria sí que se las rebusca para sumar a su causa a representaciones o espacios que alguna vez supieron al menos aparentar del lado "del pueblo": el documento con el que esta semana que se fue la dirigencia pampeana de Juntos por el Cambio bancó sin medias tintas el accionar del gobernador Gerardo Morales es un ejemplo.
Después de la violencia e injusticia social que quedó en evidencia en la intervención estatal jujeña, el sector político que lideran el PRO y la UCR no dudó tampoco en nuestra provincia de salir a darle "total apoyo" al exministro de la Alianza durante el gobierno que se fue antes de tiempo dejando decenas de muertos en la Plaza de Mayo.
Hay espacios de los que ni siquiera sorprende ese posicionamiento antipopular, porque está en su esencia sin disimulos, pero otras pertenencias permiten adivinar aunque más no sea contradicciones con determinadas raíces históricas.
La UCR local viene de ganar una interna en la que hizo el intento de marcar diferencias con su socio macrista, también a partir de considerar un valor la paz social y la moderación, pero aún después de esa clara victoria, a la hora de la verdad parece rendido a los pies de quienes propician políticas de sangre y fuego, alineándose así con las peores versiones históricas del radicalismo y desechando por ejemplo las enseñanzas del tiempo alfonsinista.
Uno de los firmantes del documento de JxC de La Pampa es Francisco Torroba, que logró ser intendente de Santa Rosa merced a que los espacios populares hicieron el esfuerzo de unirse en una versión no ideal pero al menos posible para confrontar con el autoritarismo represivo de Juan Carlos Tierno.
También ponen su rúbrica en ese posicionamiento, que es uno de esos mojones históricos de los que no se vuelve, el exdiputado Luis Solana que representa al Partido Socialista, tradicionalmente enemigo de los ataques represivos contra el pueblo; y la concejala Claudia Giorgis, referencia de un espacio sindical de trabajadores y de un Partido del Frente cuyos fundadores la mirarían muy de reojo frente a esta conducta política.
No es casualidad que a las pocas horas de ese despliegue de uniformes, balazos, gases, sangre y heridos, la cara visible de esa acción haya sido elegida como complemento de la fórmula presidencial de Horacio Rodríguez Larreta, a quien se le sigue adjudicando el mote de "paloma" como si realmente tuviera diferencias con quienes se autoperciben "halcones" y bancan a Patricia Bullrich.
El sector de Juntos por el Cambio está siendo esta vez muy honesto respecto de sus objetivos y metodologías: si en 2015 para llegar al poder Mauricio Macri y los suyos tuvieron que mentir o meter bajo la alfombra sus verdaderas intenciones para cosechar votos, esta vez la dirigencia de la derecha, cada vez más ultra, no se preocupa por esconder sus verdaderos intereses y estilos.