Opinion

El alivio de una sentencia y un violento caldo de cultivo

El Tribunal sentenció a las acusadas por el infanticidio de Lucio Dupuy y la familia, la querella y la fiscalía mostraron satisfacción y respeto por la decisión; en la previa y en las horas sucesivas, los reclamos genuinos de justicia se mezclaron con resentimientos, discursos de odio y hasta una bandera nazi.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

El veredicto que leyó el jueves de la semana que se fue el Tribunal aportó un poco de alivio y racionalidad al clima generado en torno al infanticidio de Lucio Dupuy: la determinación de que las acusadas fueron las culpables del homicidio calificado trajo algo de paz al inenarrable dolor de la familia y permitió que personas allegadas interpretaran incluso que era una forma de que el niño descansara en paz.

El cúmulo de material probatorio que se recolectó hacía prever que la jueza y los jueces que resolvieron la situación se expresarían en ese sentido, que no deja otra opción que una condena a prisión perpetua, a partir del modo en que fue calificado el hecho: ese anuncio formal quedó determinado para el próximo 13 de febrero, aun contra las versiones que indicaban que la definición se conocería en la misma jornada.

Magistrada y magistrados dieron en varios sentidos signos de independencia respecto de las indisimuladas presiones que hubo en las últimas semanas: no solo no leyeron el monto de la pena en esta ocasión como pretendían algunos sectores, sino que otorgaron a las acusadas el derecho de no estar presentes en la audiencia final y opinaron en disidencia con el Ministerio Público Fiscal y la querella en cuanto al delito de abuso sexual que pesaba sobre la madre de Lucio.

En ese punto concreto absolvieron a la mujer y esa determinación causó la reacción de un sector movilizado, cuyas conductas y comportamientos serán puestas bajo el foco líneas más adelante.

Sí es importante como síntesis del proceso que el mismo Poder Judicial que aparece en la picota por su inacción en este mismo caso, supo estar a la altura de las circunstancias, no solo actuando en tiempos lógicos, con criterios racionales, sino aportando su propia mirada del asunto, incluso tomando algo de distancia del dolor, que es comprensible y lamentable, pero que no es de ningún modo la única variable que debe guiar una sentencia judicial.

La jueza y los jueces esquivaron la demagogia y se apartaron del clima revanchista y lo hicieron con tal madurez y caudal probatorio que no dejaron dudas ni siquiera en la familia de la víctima, la querella o el fiscal, que destacaron tras el veredicto su satisfacción a grandes rasgos con lo determinado y su respeto por las disidiencias que aparecieron respecto de las peticiones de las partes.

Ahora seguramente se abren nuevos capítulos de este proceso, puesto que la familia y su representación legal ya ha dado muestras de que quiere determinar el comportamiento de autoridades judiciales que definieron la guarda del chico, del mismo modo que ya se mueven hilos legislativos, porque la oposición y el oficialismo motorizan ahora la realización de un Juicio Político a la jueza cuestionada.

Lo deseable sería que el incomprensible asesinato de Lucio, con una violencia extrema, sirva al menos para que otros organismos estatales también hagan una revisión de sus propias actuaciones, limitaciones y carencias: las áreas de Salud, Educación y Desarrollo Social -con Niñez en el centro de la escena- tienen la necesidad, pero además la obligación, de repasar lo que frente a este caso hicieron o dejaron de hacer.

 

…y una de arena…

 

La previa de la sentencia y los propios alrededores de la Ciudad Judicial generaron un clima desagradable no solo por el dolor de la situación en sí, sino porque se pusieron en evidencia bolsones de resentimiento, reclamos más cercanos a la revancha o la venganza que la justicia y una exacerbación de la violencia que es muy típica de estos tiempos y del tóxico de las redes sociales.

Los medios porteños que agitan el amarillismo y el morbo por cuestiones de negocio también cumplieron su misión, que es la de siempre: arriar agua a su molino sin que importe un tratamiento humanitario de las situaciones, y aun cuando se expongan asuntos desde el desconocimiento de la realidad, incluso desinformando a las audiencias.

El objetivo de escandalizar y conmover hasta multiplicar el odio excede el caso Lucio y es tratamiento cotidiano y desde esa óptica muy exitoso, un innegable factor de disgregación social que promociona el individualismo y la violencia.

Además de la contaminación del contenido de las corporaciones mediáticas de la ciudad de Buenos Aires, fueron protagonistas actores locales, tanto referencias ante la opinión pública como personas del común, que incluso formaron parte de la variopinta manifestación que tuvo lugar el jueves.

El dolor de la familia es tan enorme y comprensible que no hay punto en el que deba ser juzgado, puesto que ese padecimiento posiblemente nubla otras posibilidades de abordaje que se tienen desde otras miradas de la comunidad.

Pero no aparecen a salvo de los peores caldos de cultivo quienes sabedores de esa circunstancia agitan conductas con claros intereses, no necesariamente limpios ni a favor del bien común, sino en general en respaldo del lesboodio o del anti-feminismo.

Una bandera nazi apareció mezclada con reclamos genuinos de que se haga justicia; sectores retrógrados montados a una incesante violencia verbal se cruzaron en el mismo espacio con profesionales que cuestionan algunas actuaciones desde la mejor intención; familiares envueltos en la tristeza compartieron territorio con dirigentes políticos oportunistas que en campaña despliegan descomedidos su teorema del "vale todo"; se lucieron personalidades como salidas de otro tiempo, Marta Pelloni y Juan Carlos Blumberg, cada cual en su estilo.

Ni bien se conoció la sentencia, también legisladores porteños de la ultraderecha desempolvaron sus discursos más retrógrados, como parte de un espectáculo lamentable, protagonizado por personalidades que poco y nada hicieron en sus trayectorias por los derechos de la Niñez, y que desconocen absolutamente la realidad pampeana, pero que sin embargo encuentran generoso espacio para difundir su ignorancia.

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