Opinion

Una triste realidad sale a la luz

''

Las mismas cifras oficiales que a nivel nacional se leen como una caída de la pobreza o la indigencia, en el territorio local alertan.

Escuchá esta nota

EL DIARIO digital

minutos

Las cifras que se conocieron en la semana respecto de la pobreza y la indigencia tuvieron en general una lectura de moderadísimo optimismo en el sentido de que, al menos en el nivel nacional, se notó una reducción en comparación con la estadística que se registraba un año antes.

A nivel local, en cambio, hay un dato contundente y negativo: el índice de indigencia en ese mismo período casi que llegó a duplicarse en el conglomerado donde se hace la medición, que es el que conforman Santa Rosa y Toay.

Ese crecimiento de la cantidad de personas que no pueden acceder a una alimentación básica, residentes tan luego en la zona donde la presencia estatal es más fuerte y activa, debiera marcar como objetivo urgente y primordial revertir la tendencia y la realidad actual.

Tras la difusión de la cifra, las autoridades no han pronunciado observaciones públicas, aunque de todos modos las palabras que puedan decirse no contribuirán por sí mismas a modificar esas tristes condiciones.

Más aun llama la atención que ese incremento de la indigencia no tenga paralelo con el promedio nacional y sea superado en gravedad únicamente por lo que ocurre en Gran Resistencia: ese territorio es el único en el que hay más indigencia que en la capital pampeana, entre los 31 puntos donde se hace la medición.

A la vez, el crecimiento de la indigencia hasta semejantes guarismos parece confrontar con otros datos oficiales respecto del incremento de la actividad económica e incluso del alza del nivel de ocupación.

La peor reacción oficial que podría haber frente a semejante escenario es la naturalización de los datos, o una tendencia a relativizar esa estadística. Imposible meter bajo la alfombra ese doloroso contexto que está a la luz.

Desde hace largo tiempo La Pampa se jacta de ser una provincia en la que -obvio, es una metáfora- “nos conocemos todos”, lo cual puede traer consigo costos y beneficios: entre las bondades debiera estar, sin duda, que se facilita la capacidad gubernamental de llegar allí donde la mano estatal es imprescindible para paliar las necesidades más básicas.

Las políticas públicas tienen cosas urgentes que hacer, entonces: detectar a esos hogares en que las personas (en su mayoría infancias) ni siquiera pueden comer. No se trata, además, de pocos lugares: hay en esa condición de indigencia nada menos que 4.290 hogares en los que viven 17.905 personas, todas en un radio cercano, “a la vuelta de la esquina”.

Sin dudas el incremento de ese índice deriva de la insoportable inflación que eleva los precios de la mayoría de los productos, pero muy especialmente de los que son de consumo inevitable como los alimentos: hay ahí, además de un fracaso del Estado, una manifestación de la lógica empresarial capitalista o del individualismo oportunista, que no piensa en el bien común sino en la propia conveniencia.

Esa realidad de altos precios se registra muy especialmente en la región: por más que haya explicaciones que a veces suenan a excusa, Santa Rosa se ha convertido en una ciudad cara, que también golpea los bolsillos de los que menos tienen.

También te puede interesar...