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Otra campaña con pronóstico "Niña"

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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En la columna de hoy vamos a abordar un tema que lamentablemente se está tornando recurrente, pues por increíble que parezca es la tercera campaña consecutiva a la que ingresamos con un pronóstico climático denominado como "Niña", es decir, lluvias por debajo de la media histórica.

Adicionalmente la provincia de La Pampa está siendo afectada por un "estrés hídrico" importante en ciertos sectores de su geografía, principalmente en las porciones norte y oeste. La falta de lluvias es de tal magnitud en algunas zonas que registran casi 4 meses con veinte milímetros o menos de precipitaciones, lo que obviamente complica aún más el panorama.  

Si bien para el trigo estamos a tiempo de que llueva y la cosecha llegue a buen puerto, la prolongación del fenómeno de "La Niña" para la próxima zafra de cultivos de verano nos invita a pensar qué estrategias vamos a desplegar al respecto, pues en aproximadamente sesenta días más estaremos en inicios de la "ventana de siembra".

Un aspecto muy importante, del cual dependerá el daño que podamos sufrir y las estrategias que podamos desarrollar para mitigarlo, está representado por la intensidad y duración que la escasez de agua desarrolle. Obviamente, su efecto se ve a las claras en los cultivos establecidos, pero lo que también se aprecia notablemente son las respuestas de estos ante el estrés cuando se manejan distintos paquetes tecnológicos. 

Así en zonas donde las precipitaciones han sido similares encontramos cultivos con gran heterogeneidad entre lotes, que no se explican por el simple hecho de que les ha llovido más en el potrero con mejor nivel de producción, sino que hallamos la respuesta en la tecnología aplicada en cada caso, no siempre representada por el híbrido más caro o el herbicida más costoso. 

Es decir, no estamos hablando solamente de tecnologías de insumo sino también de procesos, los cuales no tienen ningún costo monetario, sino que hay que conocerlos y aplicarlos. Entre ellos podemos mencionar:

1.Humedad almacenada en el suelo al momento de la siembra.

2.Fecha de siembra adecuada, para "escapar" a la sequía.

3.Elección correcta del ciclo de madurez.

4.Correcto diseño de la estructura de cultivos (densidad de plantas, espaciamiento entre hileras, etc.).

5.Uso de la siembra directa.

6.Producción por ambiente ("agricultura de precisión").

7.Eficiente control de malezas e insectos.

Estas y otras estrategias productivas generan, como mencionamos antes, que hoy en una zona tengamos potreros de cereales de invierno severamente afectados por el contexto de sequía, y alambrado por medio lotes que todavía pueden tener una producción excelente. 

En condiciones normales de producción, es decir sin estrés, habitualmente la demanda atmosférica durante los meses más cálidos (diciembre y enero) supera la capacidad transpiratoria del cultivo, lo cual genera picos diarios de estrés, que desaparecen en horas de menor calor. De persistir la situación adversa comienza a afectarse el normal desarrollo del cultivo. Conocer estos efectos contribuye a orientar el manejo para atenuar pérdidas de rinde y calidad.

A la hora de estimar el impacto de una sequía, además de la intensidad y la duración es muy importante tener en cuenta el momento de ocurrencia según el cultivo en cuestión, así el girasol y el maíz sufren los mayores daños cuando el estrés se da en floración, mientras que la soja sufre el mayor daño cuando la falta de humedad se registra en etapas reproductivas avanzadas. 

Con esta información, sumada a la alta probabilidad estadística de sufrir estrés en el mes de enero, debemos tratar de lograr floraciones de segunda quincena de diciembre para maíz y girasol de siembra temprana. Vale mencionar que en la práctica esta ventana de siembra cada vez es menos empleada por técnicos y productores. 

Hoy en día solo se utiliza esta época de siembra para las especies mencionadas en lotes con capacidad de almacenar humedad y que las raíces del cultivo profundicen. De lo contrario conviene atrasar la fecha de siembra a la segunda quincena de noviembre o primera de diciembre, de manera de superar el desafío que enero nos plantea sin sobrellevar un daño irreparable a causa de un estrés hídrico.

Finalmente, vale aclarar que por más tecnología que usemos, si el clima no acompaña por lo menos con una lluvia mensual (sobre todo en verano), no hay mucho que podamos hacer y obviamente la producción se verá resentida. Pero si al momento de tomar las decisiones lo hacemos pensando de antemano que el año va a ser seco, y esto lamentablemente termina por cumplirse, tal vez no tengamos una gran producción, pero por lo menos no perderemos dinero. 

Para ello hay que ser muy cuidadoso no solo en las cuestiones técnicas que hemos mencionado, sino fundamentalmente en los costos, pues un productor por grande que sea no maneja el precio del cereal, y por más tecnología que use solo podrá asegurarse un piso de producción, pero la misma variará al compás de las lluvias irremediablemente. 

En resumen, el único paramento en el que el empresario tiene cien por ciento de control a la hora de calcular su margen bruto es el costo de producción. Es ahí donde debemos concentrar todos los esfuerzos, más aún en coyunturas como las actuales, donde prácticamente no hay financiamiento más allá del comercial (de las compañías insumeras), y el costo de oportunidad del dinero es elevadísimo si lo medimos en especie. Es decir, un repago de los servicios de deuda con toneladas de soja, maíz o kilos de novillo gordo, donde la inflación no se está reflejando, pues cotizan igual o a un menor valor en pesos que hace unos meses atrás.

 (*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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