Opinion

La alegría de un techo popular, la lejanía de políticos y comunidad

La entrega de viviendas como película y no como foto: el rol de las políticas públicas y la presencia estatal, la memoria sobre el abandono y la discriminación; una elección opositora que marcó el desinterés de la ciudadanía y la imposibilidad de la dirigencia porteña de conectar con el sentido común de un territorio.

Escuchá esta nota

EL DIARIO digital

minutos

Una de cal…

La entrega de 102 casas pertenecientes a un plan de viviendas sociales en Santa Rosa disparó imágenes de las mejores: la alegría popular, el acceso a un derecho, la felicidad compartida por familias trabajadoras que soñaban esa posibilidad que se les hizo realidad a partir de la puesta en marcha de políticas públicas.

Esas postales de emoción y esas palabras que intentan aproximarse a las sensaciones no son ninguna novedad, y sin embargo durante largo tiempo se convirtieron más en excepción que en regla, porque el Estado que tan presente estuvo en la mayoría de las ocasiones durante algunos años se borró, literalmente.

La comunidad pampeana, como la de todo el país, sigue padeciendo los 4 años en que las políticas neoliberales se olvidaron de las raíces, ignoraron los intereses populares y dejaron una deuda que seguirán pagando hasta los nietos de quienes, en algunos casos, hasta votaron por ese gobierno que había prometido anular el impuesto a las ganancias para los trabajadores y que no arrancaría ninguno de los derechos que se habían ido conquistando en los años previos.

La entrega de viviendas sociales, su significado político, su carga simbólica, son por eso mismo una película y no una foto: hay que hacer memoria y enseñanza de esas escenas en otro barrio del sureste, los fletes llevando cosas, los llaveros de mano en mano, las sonrisas aliviadas de quienes ya no pagarán alquiler, los abrazos de quienes zafan de las imposiciones del despiadado mercado inmobiliario.

Estas líneas han puesto el tema varias veces en el centro de la escena, porque es una cuestión primordial de la comunidad en que vivimos: el déficit habitacional se convirtió en problema central de la provincia y especialmente de la capital pampeana, a partir de la discriminación que el gobierno macrista le dedicó a La Pampa durante 4 años en los que no construyó una sola casa en la provincia.

Ese ninguneo por parte del gobierno central que se manejó con lógicas porteñas no impidió que sus delegados locales, la dirigencia que representa al sector, prefiriera mirar para otro lado y buscara excusas para no aceptar la decisión de abandono.

Tampoco se puede ignorar que los gobiernos provinciales no estaban preparados para esa movida y no tenían a mano políticas públicas propias, ideas o programas para tratar de zafar cuando los recursos nacionales no llegan: esa imprevisión que de alguna manera ha empezado a analizarse y afrontarse, desde ya que con presupuestos menores, derivó en el florecimiento de asentamientos en la capital provincial, algo que no cabía en ningún radar.

En los mismos años fue patente la ausencia de programas para otros sectores socio-económico, quizá en mejores condiciones, pero que no solo fueron también abandonados por el Estado sino incluso estafados y engañados a partir de la militancia que el gobierno neoliberal hizo del índice UVA para beneficiar el negocio financiero.

Hoy algunas de esas lógicas se han modificado y ciertas buenas noticias empiezan a hacerse realidad, pero ni siquiera la voluminosa alegría de la jornada del viernes debe tapar que la deuda pendiente sigue siendo grandísima, y que el Estado, o sus transitorios ocupantes, tienen que hacerse cargo de afrontarla.

 

…y una de arena…

 

El paso de las elecciones internas de Juntos por el Cambio dejó, amén de la interpretación de resultados sobre los que ya mucho se ha analizado, un par de evidencias de que el vínculo de alguna dirigencia política con la comunidad atraviesa una situación de crisis, que a veces ni los propios conductores de esos espacios son capaces de detectar.

Aunque suene a argumento remanido, la lejanía de la llamada "clase dirigente" del resto de la ciudadanía impide tomar contacto con el más básico sentido común, que en este caso hasta permitía augurar un claro triunfo del radicalismo en la interna, pero que sin embargo por incidencia de consultoras, mediciones extrañas o carísimas encuestadoras porteñas, fue puesta en duda.

El agite de los medios del establishment de la CABA también incidió para que la comandancia del PRO desembarcara en cuotas para sacarse fotos con Martín Maquieyra, anticipado como el muchachito de la película y supuestamente invencible, pero que terminó mordiendo el polvo de la derrota incluso en el que se preveía su inexpugnable bastión, General Pico.

La distancia entre quienes ostentan el poder y los cargos públicos desde Buenos Aires y las personas comunes y corrientes que viven en territorio del "interior" como La Pampa quedó expuesto en el registrado desinterés por ir a votar, aun contra los enormes recursos que las fuerzas que participaron de la puja pusieron en juego.

Las dirigencias, con tal de mirar para otro lado y meter bajo la alfombras algunas conclusiones también elementales, le echaron la culpa de la baja participación al calor, al sistema electoral y a la desinformación reinante, asuntos que desde ya pueden tener alguna influencia pero que no pueden tapar el sol con las manos.

La gran razón por la que la ciudadanía en su muy enorme mayoría le dio la espalda a la elección opositora es porque se siente distanciada de ese juego de intereses que se puso en el tapete, y en el repentinamente aparecieron algunas supuestas disidencias que durante todo este tiempo habían sido matizadas o estaban desaparecidas.

Al radicalismo pampeano empezó a molestarle ahora, para la campaña, el discurso generado en la ciudad de Buenos Aires, el "coucheo" de los candidatos del PRO, la falta de interés por la provincia y la existencia de un partido amarillo "lejos de la gente", pero hasta hace unos meses todos esos valores eran compartidos , sobre todo porque condujeron al histórico éxito electoral legislativo de 2021, también diseñado desde la CABA, con lógicas y discursos porteños.

En ese escenario de trapisondas, privilegio de intereses personales y sectoriales, ni siquiera resulta extraño -aunque también ahuyente a la dirigencia política de la comunidad- la movida de Juan Carlos Marino pidiendo el voto a favor del candidato macrista, incluso traicionando la confianza que el postulante radical Martín Berhongaray había depositado en él.

Más triste desde el punto de vista político fue todavía la tan natural admisión de ese modus operandi, utilizando además patéticas excusas, pero reafirmando hasta con orgullo que efectivamente obró en contra del interés del mismo partido que le permitió el privilegio de ser senador nada menos que durante 18 años, entre otros cargos públicos que ocupó.

También te puede interesar...