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Cosecha de soja y maíz: claves técnicas para maximizar la rentabilidad 

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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La campaña de cosecha de soja en la provincia de La Pampa ha comenzado, evidenciando rendimientos heterogéneos, y será recién hacia fines de esta semana cuando contemos con un diagnóstico más certero sobre el desempeño de la zafra. Sin embargo, se percibe una preocupante demora en el avance de las labores, atribuible a la escasez de equipos disponibles. Este fenómeno obedece al atraso de las cosechas en provincias vecinas, tradicionalmente proveedoras de contratistas, lo cual subraya la importancia de optimizar cada pasada de máquina en nuestros campos.

En este contexto, resulta imperativo que el empresario agropecuario ejerza un control exhaustivo sobre la eficiencia operativa de los equipos que ingresan a sus lotes. Cada grano que no alcanza la tolva representa una pérdida económica directa, traducida en márgenes de rentabilidad disminuidos.

Históricamente, las pérdidas de cosecha toleradas se calculaban como un porcentaje del rendimiento total del cultivo. Este paradigma ha sido superado: hoy, gracias al avance tecnológico y la evolución de los sistemas de recolección, se establecen valores absolutos de pérdida por hectárea que no deben ser excedidos, independientemente del rendimiento obtenido.

En soja, la ineficiencia admisible se sitúa en torno a los 80 kilogramos por hectárea, distribuida aproximadamente en 60 kg por fallas de cabezal y 20 kg atribuibles a pérdidas en cola de cosechadora. Un dato operativo fundamental: 60 granos de soja por metro cuadrado detectados en el rastrojo equivalen, en promedio, a 100 kilogramos por hectárea de pérdida.

En el caso de maíz, el umbral máximo de pérdida tolerado asciende a 150 kilogramos por hectárea, con un máximo de 90 kg imputables al cabezal. Aquí, 33 granos de maíz por metro cuadrado en el suelo representan una pérdida equivalente a 100 kilogramos por hectárea.

Superar estos límites implica ajustes urgentes en la configuración de las cosechadoras para corregir ineficiencias. No hacerlo puede implicar la pérdida de hasta un 21 % del margen neto de la explotación, un perjuicio inaceptable en el actual contexto económico.

Una de las causas más comunes de pérdidas excesivas es la velocidad de avance de las máquinas. El sistema de corte alternativo de cuchilla en cabezales de soja y trigo trabaja a 540 golpes por minuto, lo cual, aplicado a la fórmula de velocidad de avance, establece un límite físico de alrededor de 7 kilómetros por hora. Ninguna máquina, por moderna que sea, puede superar esta velocidad sin comprometer la calidad de cosecha.

De allí que la tendencia de la industria haya sido aumentar el ancho de los cabezales como estrategia para incrementar la capacidad operativa (hectáreas cosechadas por hora), dado que el incremento de la velocidad de avance no es viable sin innovaciones mecánicas que aún no están disponibles en el mercado.

Otros parámetros críticos de ajuste en la cosecha de soja incluyen:

-Ángulo de ataque del cabezal: idealmente unos 30 grados respecto a la línea de siembra, para mejorar el flujo de material y reducir desgaste.

- Inclinación de los dientes del molinete:

oHacia adelante para cultivos altos.

oRectos para cultivos normales.

oHacia atrás para sojas de bajo porte.

-Golpe de molinete: el impacto debe producirse en el centro de la planta, con una posición del molinete aproximadamente 10 cm por delante del punto de corte y a una velocidad 25 % mayor que la de avance de la máquina (índice de molinete 1,25).

oPara sojas altas: índice de molinete de 1,15.

oPara sojas de bajo porte: 1,30.

Respecto al maíz, particularmente en siembras de segunda, el desafío adicional es la volcadura de plantas, que incrementa pérdidas difíciles de mitigar. El 58 % de las pérdidas en cabezal se atribuyen a la mala regulación de los rolos espigadores y a la altura inadecuada del maicero.

Aquí, la coordinación entre la velocidad de avance de la cosechadora y la velocidad de los rolos espigadores resulta crítica:

-Si la máquina avanza demasiado rápido, el cabezal no logra derribar adecuadamente las plantas, ingresando un volumen excesivo de material al sistema de trilla, lo cual incrementa las pérdidas por cola.

-Si el avance es muy lento, el espigado ocurre prematuramente (en el primer quinto del recorrido del rolo), provocando la expulsión de espigas fuera del sistema recolector.

La correcta evaluación de pérdidas de cosecha requiere aplicar protocolos de muestreo específicos, como el uso sistemático del aro de 0,25 metros cuadrados, arrojado aleatoriamente en diferentes sectores representativos del lote. Dado lo laborioso del procedimiento y la importancia de un diagnóstico preciso, es altamente recomendable la participación de un ingeniero agrónomo especializado, quien podrá identificar las causas de ineficiencia y recomendar ajustes técnicos puntuales.

El trabajo articulado entre productor, operario y asesor técnico es la única vía para asegurar que las pérdidas de recolección se mantengan dentro de los márgenes aceptables, optimizando así la rentabilidad de cada hectárea trabajada. Cada grano que se pierde en el rastrojo es una oportunidad desperdiciada, y en un contexto de márgenes ajustados, la eficiencia en la cosecha no es una opción: es una necesidad estratégica.

Mariano Fava- Ingeniero Agrónomo 

(MP: 607 CIALP)

Posgrado en Agronegocios y Alimentos

@MARIANOFAVALP

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