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La ganadería y el ciclo de nutrientes

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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Los sistemas de producción agrícola ganaderos podríamos clasificarlos desde el punto de vista del ciclo de los nutrientes como "abiertos". Es decir, hay un intercambio constante con ganancias y pérdidas de estos por parte del agroecosistema. 

La ganadería argentina se sustenta sobre la base del pastoreo directo de pasturas, fundamentalmente de leguminosas, acompañadas por gramíneas. En los sistemas mixtos donde el ciclo ganadero es seguido del agrícola, la pradera sirve para la recuperación de fertilidad física y química del suelo. Este último concepto es el que desarrollaremos en el artículo de hoy.

El nitrógeno es el único elemento que posee una vía natural de reposición importante dentro de los sistemas productivos, a través de la fijación biológica del nitrógeno. La misma consiste en la capacidad que poseen las leguminosas como por ejemplo la alfalfa, la vicia y los tréboles de asociarse a una bacteria. Este proceso conocido como simbiosis, permite a ambos organismos (planta y bacteria) beneficiarse de tal asociación, fijando en el proceso el nitrógeno del aire, con la energía que le provee la fotosíntesis. 

Resultados del proyecto PRONALFA de INTA muestran niveles anuales de fijación de Nitrógeno en cultivos de alfalfa de hasta 450 kilogramos/hectárea, ósea el equivalente a 978 kilogramos de urea por hectárea en los 4 años de promedio que dura un potrero de alfalfa antes de pasarlo a otro destino de producción.  

También determinaron niveles de fijación proporcionales a la producción, llegando a la conclusión de que por cada 100 kilogramos de materia seca que se produce la alfalfa, se fijan alrededor de 2,3 kilogramos de nitrógeno. Ósea, a medida que la pastura es más productiva no solo brinda más forraje para los animales, sino que incorpora más nitrógeno al sistema. 

La técnica del inoculado de semilla al momento de la siembra de las diferentes leguminosas con bacterias de probada capacidad de fijación de nitrógeno es muy recomendable. Vale aclarar que luego de 4 años de estar en producción un potrero de alfalfa, decae mucho el aporte de nitrógeno que hace, incluso puede llegar a empezar a consumirlo. Por ello a pesar de que todavía haya un buen número de ejemplares de alfalfa por metro cuadrado, es conveniente terminar con el ciclo productivo de esa pastura, prosiguiendo con la matriz de rotación que tengamos en mente. 

En general luego de finalizar la producción de un potrero de pastura base alfalfa conviene continuar con algún verdeo invierno o cereal de invierno destino cosecha. En caso de pensar en cultivos de verano, lo mejor es inclinarse por algún maíz resistente a glifosato, el cuál permita controlar el alto grado de infección de malas hierbas que en general presentan las praderas perennes hacia fin de ciclo.

Como ya se hizo mención, para tener buena fijación de nitrógeno por parte de las leguminosas debemos lograr altas producciones. Obviamente esto depende de varios factores como son la humedad, el control de malezas, el manejo del pastoreo, entre otros. Sin embargo hay uno en el cual nos vamos a detener y es la interacción de nutrientes. 

Las leguminosas son muy exigentes en el consumo de fósforo. En una pastura polifítica, el equilibrio entre leguminosa y gramínea depende en gran medida de este elemento. El fósforo no posee vías biológicas de reposición importantes, la única opción es la fertilización. 

Las fertilizaciones fosfatadas tienen un importante efecto residual, manifestándose sobre la pastura durante 2 o 3 años. Algunos estudios determinan como umbral crítico de respuesta a la fertilización fosforada en alfalfa una concentración edáfica de 26 partes por millón de fósforo disponible (Bray), mientras que para las gramíneas se ubica en 15-20 partes por millón. 

En términos generales podríamos decir que la fertilización fosforada en una pastura mejora la producción de forraje (materia seca), la eficiencia del uso del agua y la radiación. También es clave en variables como la velocidad de rebote, el crecimiento inicial, la calidad forrajera, la duración del período de utilización, la persistencia de las leguminosas y la recuperación de la fertilidad física, química y biológica del suelo.

Para finalizar, cabe mencionar que subyace en la mente del productor mixto (ganadero y agrícola) que luego de finalizar un cultivo de alfalfa el suelo está duro. Así es que muchos deciden labrar ese potrero, inclinándose la mayoría por un cincel, teniendo como idea que ésta es una herramienta más conservadora de suelo. 

Nada más lejos de la realidad, pues un suelo que tuvo 4 años de alfalfa posee una gran cantidad de macro poros, que son los poros que quedan en el suelo luego que se secan las raíces viejas de las plantas, estos son fundamentales en la captación y conservación de humedad. 

Luego de una pastura puede ser que el suelo esté compactado superficialmente, pero no es nada que una sembradora de directa o una doble acción superficial no pueda solucionar. Como recomendación general diremos que no es conveniente hacer una labrar vertical en un lote que sale de alfalfa. Decidido a realizar una labranza conviene inclinarse por una doble acción "liviana", con una profundidad de trabajo no mayor a unos 15 centímetros, pues el cincel termina por romper la estructura de suelo subsuperficial (más allá de los 20 centímetros); que es justamente la más difícil de lograr.

En próximos artículos vamos a relacionar el efecto que tiene el pastoreo en el ciclado de nutrientes, la distribución de los mismos dentro del potrero y en la extracción fuera del sistema, de manera de poder llevar a cabo un pastoreo que maximice la eficiencia de uso del pool de nutrientes.

(*) Ingeniero Agrónomo  (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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