Campo

Lluvias abundantes y generalizadas

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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La provincia de La Pampa venía atravesando un período de escasas precipitaciones, a tal punto que aún los cultivos de soja de segunda en su etapa final de llenado estaban evidenciando síntomas de estrés hídrico. Afortunadamente, y a poco menos de dos meses de abrirse la ventana de siembra para cereales de invierno, toda la provincia, y gran parte del país, atravesó un temporal que arrojó en promedio cien milímetros de lluvia.

Lo positivo de todo esto no solo es el abundante milimetraje registrado, sino la forma en que ocurrió. Casi toda el agua cayó a manera de llovizna, con baja intensidad (milímetros/hora), durante aproximadamente tres días y medio. Esto permite una alta eficiencia en la infiltración, haciendo que la lluvia efectiva sea muy similar a la caída, aún en suelos con pendiente, donde normalmente los bajos reciben mucha más humedad que las zonas altas de terreno anegándose (cosa que esta vez no ocurrió).

Este nivel de precipitaciones coloca a los suelos agrícolas pampeanos cerca de su capacidad de campo (máxima capacidad de almacenar agua útil para los cultivos), lo que resulta óptimo desde el punto de vista agronómico para el establecimiento de la cosecha fina. Sin embargo, el óptimo agronómico está lejos de lo que podríamos definir como óptimo económico. Este escollo es al que se enfrentan empresarios y asesores de ahora en más, una vez que se ha superado el problema inicial de la falta de humedad, punto de partida para analizar cualquier decisión de siembra.

Mirando los márgenes brutos vemos resultados dispares. En campo propio, con labores propias (excepto cosecha), el número del trigo es interesante a rindes históricos en este contexto de humedad. Planteando tres escalas tecnológicas de alta, media y baja tecnología, todas las alternativas son positivas, siendo la más rentable la última mencionada.

Sin embargo, si analizamos los números para este cultivo en campo alquilado, con labores propias (excepto cosecha), los mismos arrojan quebrantos, a menos que a ese alquiler lo prorrateemos en un cincuenta por ciento para el trigo, y el resto se lo activemos al cultivo de segunda. Una tercera alternativa sería apalancarse en un porcentaje de campo propio, donde los márgenes varías según el porcentaje de éste en la superficie total implantada.

En resumen, para una provincia como la nuestra donde la amenaza de sequía esta siempre presente y nadie puede asegurar la ocurrencia de una buena campaña de gruesa, al menos para la planicie con tosca, habrá que buscar la manera de sembrar trigo. Con esta lluvia el suelo se ha completado de humedad y no tiene sentido dejar este factor de producción tanto tiempo en desuso, máxime si viene de cultivo de soja o barbecho de verano. En el caso que estemos hablando de un cultivo antecesor como girasol o maíz, tal vez si convenga analizar la posibilidad de pasar directamente a cosecha gruesa, previo empleo de un abono verde de vicia.

En la planicie medanosa, con suelos profundos y alta capacidad de almacenar humedad, inclusive con la posibilidad de contar con napa accesible a los cultivos de verano, quizás la alternativa de abono verde pensando en una eventual soja, girasol o maíz de primera según corresponda en la matriz de rotación, puede que sea la opción más adecuada.

Para finalizar vale destacar la importancia relativa que han tomado los servicios en los costos de producción. Se advierte un aumento en dólares de todos ellos, fundamentalmente el logístico, lo que hace pensar que se espera una merma del área implantada con trigo y demás cereales de invierno, sobre todo para los ambientes de media a baja productividad lejanos a los puertos y sin molinería cercana, donde el riesgo de fallar la apuesta supera con creces los posibles beneficios derivados de una eventual campaña favorable.

(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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