Campo

Agenda 2030 y los bonos de carbono

Por Mariano Fava (*)

Escuchá esta nota

EL DIARIO digital

minutos

La revolución industrial que comenzó en Gran Bretaña a finales de siglo XVII, transformó drásticamente la producción y el trabajo a nivel mundial. Quizás el cambio fundamental fue la aparición de la llamada "división internacional del trabajo", en la cual se establecieron países industrializados (proveedores de manufacturas), y países proveedores de materia prima. Posteriormente con el desarrollo de nuevas tecnologías, sumada a la mecanización de la producción, se crearon "Clusters" o regiones especializadas en ciertos tipos de producciones a nivel global. 

Si bien la división internacional del trabajo permitió un aumento de la eficiencia y de la productividad a escala global, también generó desafíos como dependencia económica entre naciones y disparidad en el desarrollo industrial que, en algunos casos continúan vigentes hoy en día. Otros efectos negativos fueron la sobreexplotación de los recursos naturales y mano de obra precaria en los países primarizados 

La Biotecnología, la internet de las cosas, potentes computadoras, agilidad en las comunicaciones y más recientemente la inteligencia artificial están poniendo en jaque este sistema económico mundial, que ha encontrado en la "conciencia ambiental" una nueva manera de imponer su dominio económico sobre las naciones más postergadas, quienes se verían afectadas mayormente por una disminución de la llamada "huella de carbono", aun siendo las países que menos contribuyen a tales emisiones, a cambio de una "limosna" denominada "bono de carbono", que quizás tenga un impacto interesante individualmente para quien pueda certificar un bono y venderlo, pero el balance como país va a ser fuertemente deficitario. En este punto se advierte como pasamos de la "división internacional del trabajo", al paradigma de la "división internacional del Carbono" como nuevo esquema de sometimiento. 

Todas las empresas certificadoras pioneras en la temática son europeas, y las tablas para medir la emisión que genera cada tipo de actividad o insumo está a cargo de instituciones que no generan ninguna confianza al eslabón más afectado en este asunto, el sector primario, que debe su nombre no a ser menos importante, sino por ser justamente la actividad primordial, sin cuya existencia no habría industria ni servicios.

Escudarse tras un fin noble como la ecología y la diminución de calentamiento global resulta muy conveniente, pero claramente tras de ello hay fines inconfesables. Para un país como Argentina abrazar la agenda 2030 sería hacerse cargo de un problema que generan otros países hipotecando nuestro futuro. Esta agenda es un conjunto de objetivos y metas adoptados por los países miembros de las Naciones Unidas en 2015. Los objetivos que dicen tener es abordar desafíos globales y mejorar la calidad de vida, a través de la erradicación de la pobreza, la desigualdad de género, la acción climática y la paz. 

Sin embargo, parecería ser que lo que realmente persigue es socavar la soberanía nacional a través de intervención y supervisión internacional en asuntos internos de cada país, sin tener en cuenta las diferentes capacidad y coyunturas en cada uno de los mismos. De igual modo no todos los países tienen la misma responsabilidad en cuanto a la magnitud de tales emisiones. 

Para terminar de comprender este asunto debemos remitirnos a dos problemáticas de dimensión mundial, que a priori parecen no estar relacionadas al tema, pero si hacemos "zoom" veremos vasos comunicantes entre estas.

Inicialmente Europa estaba en contra de los organismos transgénicos y todo lo centraban en una cuestión de salud. La realidad es que habían perdido la carrear tecnológica con Estados Unidos y ello implicaba que, si los transgénicos se masificaban aumentando la producción y bajando el costo de los comodities, representaría para el viejo continente un fuerte aumento del presupuesto en subsidios agrícolas. Hoy en día la principal compañía de biotecnología ha sido adquirida por una importante empresa cuya casa matriz reside en la locomotora de la Unión Europea, advirtiéndose de este modo un radical cambio en el discurso. 

Como ya ha caducado el tema transgénico y sus posibles efectos en la salud, porque luego de más de 20 años conviviendo masivamente con los mismos, como era de esperar nada malo ocurrió; pues entonces deben esconderse tras otro relato como el cambio climático, pero con un diagnóstico de causas, posibles consecuencias y remediación fuertemente debatibles.

Para la Argentina abrazar la agenda 2030 provocaría una caída muy grande de la producción ya que entre otras cosas deberá disminuir el uso de fertilizantes, pues este insumo es uno de los que más aumenta la huella de carbono. La siembra directa, a diferencia de lo que se cree, al menos para los organismos certificadores, no es una tecnología que capta carbono, ya que miden la emisión de los rastrojos en superficie. Finalmente estaríamos impedidos de aumentar la frontera agrícola vía desmonte, incluso en praderas que son montes hace apenas 50 o 100 años por efecto antrópico, ya que la ganadería diseminó los árboles, como ejemplo tenemos parte del bosque de caldén.

A este punto debemos afirmar que, aunque suene feo y contraintuitivo, una masa de bosque madura no fija carbono, el intercambio neto de carbono es cero, porque fija casi la misma cantidad de carbono que foto respira (emite). Por ello si en realidad queremos tener sumideros de carbono para bajar la concentración atmosférica de este gas, no debemos prohibir el desmonte de tierra agrícola que es escasa, sino fomentar la forestación de tierra no agrícola que abunda, para hacer un manejo silvopastoril, teniendo la tecnología como aliada, modificando por ejemplo el arbustal de jarilla pampeano en un bosque de caldén.

Siguiendo con las cuestiones técnicas, el carbono, al igual que el agua, son parte de un ciclo y no de un flujo. Es decir, que el carbono que se emite finalmente es nuevamente fijado. Nunca hubo ni habrá en el planeta Tierra más carbono que el que hubo a su inicio. Claramente la emisión de una gran cantidad de carbono que estaba capturado en los fósiles está siendo un problema para el ambiente, por lo tanto, debemos encontrar la solución en captarlo nuevamente y a mayor tasa de lo que se libera. Tan simple y complejo como eso. En esto las ciudades son infinitamente más responsables y tienen más para aportar que la ruralidad, tanto sea por el consumo de energía para calefaccionares y alumbrarse, como para desplazarse.

Certificar bonos de carbono lleva años, es caro y valen poco. Además, las grandes empresas no están obligadas (o lo están "vagamente") a ser neutras desde el punto de vista de las emisiones. Por lo tanto, dependemos de la decisión y la buena voluntad de algún CEO o Mesa Directiva. 

Por último, es preciso advertir que toda esta parafernalia de regulaciones ambientales finalmente terminará en una baja de la productividad y un aumento de los costos de los alimentos, lo que solo será un problema para los países más postergados. Mientras las grandes potencias podrán seguir emitiendo iguales cantidades, o lo que es peor cantidades crecientes de carbono a la atmosfera, para mantener su elevado estándar de vida a cambio de una dádiva que limpie su conciencia llamada "bonos de carbono".

(*) Ingeniero Agrónomo  (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

También te puede interesar...