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Interacción entre maíz, labranza y materia orgánica edáfica

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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Años atrás preocupaba el balance de área implantada entre soja, trigo y maíz, el cual no superaba el 30 % de la superficie de gramínea. Esto era una alerta para la salud de los suelos argentinos, pero con el surgimiento del maíz resistente a herbicidas y lepidópteros cambió la forma de producirlo, transformando a la gramínea en un cultivo muy seguro, incrementándose su siembra.

Hoy en día la mayor porción de este cultivo corresponde a siembras tardías y en baja densidad, convirtiéndolo en una apuesta menos riesgosa que sus competidores por el área. Se alcanzó de esta manera un balance mucho más racional desde el punto de vista de la rotación agrícola. Actualmente, la superficie implantada con trigo más maíz, es aproximadamente igual a la que se destina a soja. Sin embargo, el concepto de que el maíz aporta grandes volúmenes de rastrojo que "nutren al suelo" se está empezando a cuestionar.

En efecto, los nuevos híbridos con más IC (índice de cosecha) y menos biomasa, implantados con menor cantidad de individuos por hectárea, están dejando un balance de carbono cada vez más negativo, que, sumado a la matriz de rotación compuesta por soja y girasol, coloca al sistema de siembra directa actual ante un estrés, que se evidencia por síntomas tales como problemas de captación de humedad (infiltración), compactación subsuperficial (perdida de macro porosidad), entre otros. Estos indicadores de fertilidad física de suelo están asociados a la pérdida de materia orgánica joven o particulada del suelo.

Ambas situaciones están generando la necesidad de labranzas ocasionales prescriptas por ingenieros agrónomos, lo que sin duda representa un nuevo debate acerca del uso del suelo. Ese debate empieza a perder sentido práctico si como respuesta a una eventual labranza se obtiene un aumento de la producción, aunque sea coyuntural.

Es decir, si hay respuesta productiva (kilos por hectárea de grano) y en consecuencia más dólares de ingreso por hectárea por el hecho de hacer una labranza, aunque haya que pagar ciertos costos calculados y reversibles, se debe avanzar con la misma. Cuando hablamos de suelo y de materia orgánica, sabemos que la misma se divide para hacerlo simple en dos:

1.    MO Vieja muy estable ante el manejo y su modificación solo se explica por procesos erosivos graves que debemos evitar a toda costa.

2.    MO joven o particulada que es la fracción lábil y que mineraliza. La cual es afectada por la labranza, pero la misma se puede recuperar con el manejo.

Como mencionamos antes, con la realización de una labranza eventual podemos estar afectando un parámetro de calidad de suelo reversible, lo cual no es gratuito, pero debemos tener claro que la agricultura es un negocio y no todo es suelo. Un productor interactúa con la edafología, pero al mismo tiempo con varias ciencias más involucradas en el manejo de los agroecosistemas. Entre todas ellas se destaca la economía. Es decir, lo primero que se debe preservar es la empresa en marcha. La misma debe perdurar en el tiempo para ir nutriéndose de los avances que genera la tecnología, la cual va resolviendo los problemas que se van suscitando.

Para ejemplificar la anterior afirmación pensemos en un país que no haya explotado sus reservas petroleras para guardarlas como bien estratégico para cuando estas se agoten, defendiéndolas como una cuestión estratégica. Hoy están a cincuenta años de que se deje de usar tal combustible, según lo que nos hacen saber los consultores más reconocidos en la materia.

Seguidamente, vamos a abordar dos miradas de porque la labranza como alternativa técnica de producción es imposible de soslayar. La primera mirada es macro y la segunda puramente agronómica:

-    MIRADA MACRO: Si hoy la sociedad tomara la postura estricta de cero remociones de suelo, el mundo entraría en una crisis alimentaria de dimensiones pandémica, con altos costos humanos, y el hombre es la principal especie para conservar. Lo dicho, aunque suena exagerado, es axiomático. Se puede demostrarlo simplemente mencionando que hay decenas de cultivos que no se pueden producir sin remoción del suelo, con la tecnología que hoy disponemos. Por citar algunos podemos indicar el arroz, la papa y el maní.

-    Pasando a una mirada agronómica: hay otros cientos de situaciones donde un productor debe resolver rápidamente un problema para ser productivo, como por ejemplo una maleza como "paphosporum", o un problema de dureza de suelo en campo alquilado de modo accidental, entre decenas de situaciones más. Anular la posibilidad de la labranza abogando la afectación reversible de un parámetro de calidad de suelo como la materia orgánica joven, es de mínima una visión miope del contexto argentino de un 50 % de pobreza.

Para finalizar diremos que quienes nos formamos como ingenieros agrónomos en plena crisis del 2001 sabemos muy bien que debemos conservar la empresa por sobre todas las cosas, sin empresa no hay producción. Hoy en día no es suficiente producir eficientemente. Más que nunca se debe tener un cierto grado de manejo de las finanzas de una empresa agropecuaria si se quiere crecer. No es necesario ser un financista sofisticado, pero si debemos ser capaces de poder aprovechar oportunidades. Para ellos se debe contar con las espaldas financieras acordes y bajos costos productivos, aún resignando productividad.

(*)Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) - Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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