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¿Agregado de valor o transferencia de recurso?

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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Durante los últimos años hemos venido escuchando un potente discurso relacionado a la importancia del "agregado de valor" a la producción de granos y oleaginosas. Este relato se ha instalado de una manera profunda en el inconsciente colectivo, a tal punto que individuos que nada tienen nada que ver con el negocio agropecuario, y lo que es peor nada saben del mismo, trasmiten tal mensaje como el mejor de los expertos en la materia.

En la columna de hoy vamos a abordar la temática, para contribuir al debate respecto de determinar si realmente estamos tratando de industrializar la ruralidad desde un punto de vista competitivo, con verdadera vocación por la creación de valor, o sen cambio estamos tratando de repetir malas experiencia, como las que tenemos en otras industrias nacionales apalancados en barreas arancelarias, denominadas elegantemente "sustitución de importaciones".

Este último concepto, sustitución de importaciones, ha generado una industria con fuertes deficiencias en innovación, nula propensión a la competencia y la mejora continua, confundiendo "agregado de valor" con cierta transferencia de recursos, encontrándose la plusvalía en la diferencia de aranceles, más que en el proceso de transformación propiamente dicho.

Cuando se expresa la idea fuerza: "agregado de valor", se entiende que el producto obtenido a lo largo de ese proceso va a tener justamente un "valor intrínseco" muy superior al de partida, derramando durante el transcurso de la creación de riqueza a todos los involucrados en esa red. Si esto fuese así, no se pude más que aplaudirlo y apoyarlo. Sin embargo, cuando vamos a la realidad, vemos que esta propuesta está fuertemente apalancada con una importante transferencia de recursos del productor a la industria de la transformación.

Lo expuesto se advierte fácilmente al ver que para que la industria del pollo, el cerdo, los biocombustibles, la molienda seca de trigo (o maíz), el feed lots, la producción de huevos, y demás actividades afines para ser competitivas deben tener una regulación, que podríamos denominar por ejemplo derecho de exportación, que le permita comprar a un precio inferior al que el productor obtendría si hubiese competencia con la exportación. 

Incluso a veces no hacen falta tales aranceles, pues si no se autorizan (o se pospones) exportaciones, tienen el mismo efecto de generarle un "coto de caza" a la demanda grano en perjuicio de la oferta.

Esa valía que se le destruye al grano, para generar una cotización artificialmente baja a la demanda, genera un círculo vicioso. Además, habitualmente ese gap de precio que se le saca al grano explica la rentabilidad de la mencionada industria de agregado de valor. Esto es a todas luces una visión absolutamente equivocada respecto de cómo se crea la riqueza, y por la cual se obtiene una pobre demanda de mano de obra, que no se sustenta en satisfacer al mercado con un bien mas barato o de superior calidad, sino en base a regulaciones, que cuando las mismas desaparecen, lo hace con ella la rentabilidad de la empresa trasformadora y la gente se queda sin fuentes de trabajo.

Un verdadero "agregado del valor" al grano surge de la libre competencia entre la exportación y la industria local por el grano, ya sea para exportar a éste como tal (sin transformarlo), para elaborarlo por ejemplo en expeler o aceite para luego venderlo al exterior, o en su defecto emplearlo para proveerle al mercado doméstico algún bien de consumo que necesite. 

En esa puja de mercado se encuentra la respuesta a la generación de riqueza no solo para el productor y la industria, sino para todos los sujetos involucrados en esa cadena que incluye al mismo estado. Otra ventaja de la transformación del grano puede deberse a la posibilidad de usar localmente, pongamos por caso maíz, consiguiendo descontarle un contra flete (valor del flete a puerto) al emplearlo como insumo de algún proceso de transformación y no tener que llevarlo asumir el costo de llevarlo al buque como ventaja competitiva.

El desarrollo de las empresas transformadoras se debe dar de la mano de crédito razonable, incentivos fiscales y convenios laborales razonables para ambas partes (empleador y empleado). A su vez el esfuerzo de una empresa debe permanecer en la misma en una buena proporción, sino los incentivos a emprender disminuyen.

El ejemplo más paradigmático lo vemos en la lechería. Ninguna actividad relacionada al agronegocio genera más valor agregado, mano de obra y arraigo que el tambo y su industria. Sin embargo, siempre se encuentran en crisis cada uno de los eslabones de la cadena.

En resumen y para finalizar, la idea de transformación y creación de riqueza es interesante e indispensable para un país más prospero, por lo que debe ser desarrollada, pero con una mirada moderna, promercado, originando lo que este quiere y paga. Nunca el norte a seguir deberá ser lo que a algún funcionario de turno se le ocurra, generando condiciones artificiales vía regulación, para que los oportunistas de siempre aparezcan y desaparezcan.

(*) Mariano Fava- Ingeniero Agrónomo  -(MP: 607 CIALP) Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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