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Actualidad del negocio agrícola

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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La provincia de La Pampa y toda la región agrícola de la Argentina viene atravesando un contexto de severo estrés hídrico, el cual para poder decretarlo como finalizado, requiere registros pluviométricos del orden de los setenta u ochenta milímetros de lluvia o más. Esta adversidad se suma a un mes de febrero que tuvo las temperaturas más alteas y más bajas de los últimos 60 años. En efecto, se transcurrieron semanas con "golpes de calor" agónicos para los cultivos, sumados a dos días con temperaturas bajo cero. No hace falta ser ingeniero agrónomo para dimensionar el daño que el clima a infringido en los cultivos de verano.

Afortunadamente al momento de escribir esta columna se estaban reportando precipitaciones en gran parte de la zona central de país, y los pronósticos de cara a toda la semana son alentadores. Aún así, no perdemos de vista que el gran daño ya este hecho. En esto debemos ser claro para no engañarnos, ni "gastar a cuenta". Aun así, la posible llegada de precipitaciones tempranas y generalizadas para el mes de marzo va a permitir que desarrollen adecuadamente los maíces de segunda, y que terminen de llenar el grano los lotes de esta misma especie sembrados de primera tardíos.

En cuanto a la soja, para los lotes de primera que todavía estaban con algún grado de humedad (no más de un 30 % del área sembrada), es una muy buena noticia ya que detendrá el proceso de deterioro. Para los lotes de segunda llega demasiado tarde. La evolución de estos dependerá de que variedad se haya sembrado y en qué fecha ocurra la tercera helada del año, (recordemos que ya tuvimos dos días en febrero con helada agrometeorológica). 

En la medida que más tiempo de floración le quede a la leguminosa, más posibilidades de recuperar algo del potencial pedido. Pero más allá de que esta semana llueva y se revierta en parte la merma de producción, insistimos que el gran daño ya está hecho. Se esperan recortes para La Pampa (siendo conservador) de un 70 % de rinde esperado hace apenas 15 días. En el caso del maíz ese recorte es un poco menos drástico, pudiendo llegar a un 30 o 40 % para la modalidad tardía, y un 10 % de pérdida adicional para los lotes de segunda.

Sin duda que este ha sido el año del girasol. El cultivo llegó al período de heladas y sequías prácticamente maduro, y si bien tendrá mermas de producción respecto al año pasado, es el único cultivo que no dejará quebrantos al productor.

De todos modos, más allá de cuan grande sea la perdida de producción, lo que nos debe ocupar de ahora en mas es como seguimos. Luego de una cosecha fina exigua y con quebrantos, seguido a continuación de una campaña de cosecha gruesa para el olvido, la cual se ha llevado gran parte del capital de trabajo de los agricultores, es de esperar que la próxima siembra de cereales de invierno se realice en un marco de extrema prudencia, lo que atentará contra el total de hectáreas destinadas a trigo y cebada.

Esto quiere decir que el agricultor va a tratar de "asegurar la bocha", implantando el cultivo en lotes con buena reserva de humedad y con paquetes tecnológicos muy modestos. Si bien va a haber un gran interés por sembrar, muy probablemente tal intención no se traduzca en su totalidad a hectáreas. Mucho dependerá de cuan húmedo sea el otoño. No se ve al agricultor con una alta propensión a arriesgar una tercera vez.

Para colmo de males la falta de cantidad de grano que tendremos este año no se ha visto compensado con precio, con lo cual no se pueden digerir quebrantos. El crédito disponible es escaso y caro. Quizás sea por esto que se ve una actitud reacia del empresario a tomar deuda para sembrar, ya que de fracasar la cosecha, con las tasas de interés se convierte en una suerte de certificado de defunción, película que ya se vivió a finales de la década de 1.990 y cual "déjà vu" no queremos volver a vivir.

  En resumen, se viene un 2023 extremadamente austero. Los productores tratarán de a poco ir recuperando el capital de trabajo perdido y no morir en el intento. Mientras la receta parecería ser controlar gasto, posponer inversión, no endeudarse, evaluar asociarse y esperar que todo esto pase, guardando lo poco que se pueda juntar de grano como moneda estratégica de reserva de valor.

(*) Ingeniero Agrónomo -(MP: 607 CIALP) Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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