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EL DIARIO digital
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La industria textil argentina atraviesa uno de los momentos más delicados de su historia. Así lo aseguró Ernesto Del Burgo, presidente de la Cámara de Innovación Textil Argentina, al describir con crudeza el estado del sector: ventas por el piso, caída del consumo y competencia feroz de productos importados. "Estamos en una maratón, es un cambio de régimen. Es algo muy difícil. Se cayó el muro y de repente hay que salir a correr", graficó.
Consultado sobre si la industria está en peligro, Del Burgo no dudó: "La gente compra por precio, por impulso, por oportunidades. Y venimos de muchos años donde no se podía comprar nada, salvo de contrabando. Hoy eso que antes era contrabando, se convirtió en importación. Competir con el mundo es recontra difícil".
El dirigente señaló, en diálogo con Radio Rivadavia, que la crisis no se debe sólo a la apertura importadora o la recesión, sino a un cóctel explosivo de problemas estructurales: "Hay problemas laborales, impositivos, de logística, de seguridad. Son obstáculos que afectan a toda la economía, pero en nuestro caso son especialmente pesados. Aun así, hay que adaptarse".
Del Burgo defendió la apuesta del sector por la innovación y la tecnología: "Tenemos máquinas de última generación: corte automatizado, termosellado, costura sin hilo. Lo que nos queda es aprender a usarlas, capacitar a nuestra gente y salir a pelear el mercado. La industria textil argentina tiene que dejar de ser analógica".
El escenario, sin embargo, es crítico. A pesar de las liquidaciones y rebajas, las ventas no repuntan. "Negocios que venden ropa de invierno, aun con un 40% de descuento, no venden", afirmó. "El consumo está tan deprimido que parece congelado, frisado".
Pese al difícil contexto, Del Burgo rescató un aspecto positivo: "Mis hijos, que son la cuarta generación de textiles en mi familia, antes querían irse del país. Hoy están acá, laburando a full, comprando tela, invirtiendo. Bajó el precio de insumos y eso nos da algo de aire".
Con una mirada pragmática, cerró con una metáfora que resume el espíritu de resiliencia del sector: "O me pongo a llorar, o vendo pañuelos. Y nosotros, desde la Cámara, estamos vendiendo pañuelos, apostando a que esta industria histórica vuelva a moverse".