Opinion

Conflictos laborales, bolsillos golpeados: el Comercio entendió que no se salva solo

El nuevo paro de la docencia universitaria exhibe el estado de cosas: el ajuste salvaje y sostenido se come los salarios, voltea sueños, maltrata los ánimos. En Santa Rosa, un sector productivo que le prendía velas a la ofensiva libertaria ahora choca con la realidad, le pide auxiliado al banco provincial y propicia la intervención del Estado.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

La semana comienza con un nuevo paro de la docencia en las universidades, como lógico coletazo de una decisión política del gobierno nacional: ningunear a un sector trabajador clave en la vida de la Argentina, mientras las miradas de los medios del establishment y de buena parte de la población capturada por esa lógica se distrae con las elecciones porteñas.

La nueva medida de fuerza es una más de una larga serie, y obviamente impacta también en La Pampa: los números con contundentes respecto de la pérdida salarial que ha tenido la docencia en ese sector, donde los aumentos salariales con suerte llegaron al 85% desde la asunción del régimen libertario en el mismo período en que la inflación trepó un 205%.

Ese aumento de la canasta básica, además, se sabe absolutamente maquillado por un gobierno que a la hora de difundir los índices no pondera como corresponde las verdaderas necesidades de las familias populares, sino que basa sus cálculos en productos y servicios que distorsionan la realidad.

Así como golpea el bolsillo de la docencia y del sector trabajador en general, el ajuste permanente no sólo va haciendo mella en la calidad de vida cotidiana y en los ánimos, sino que genera un efecto de acostumbramiento hasta naturalizar situaciones que en otro tiempo hubieran provocado reacciones indignadas.

Es un misterio hasta cuándo durará ese estado de cosas, que dejan la apariencia de que hay una porción social adormecida, en un tiempo en que el vínculo con las pantallas y las mal llamadas "redes sociales" parece más importante que la relación verdadera con las personas de carne y hueso.

Así como luce naturalizado el ajuste, para placer de los sectores poderosos que en este esquema económico multiplican sus ganancias, también se asiste pasivamente al despliegue de la represión casi en modo de espectáculo: cada miércoles, fuerzas de "seguridad" arremeten contra jubilados, jubiladas y las pocas personas y sectores que se atreven a acompañar esas demandas.

El daño social que está a la vista, además, es la punta de un iceberg: la verdadera destrucción, la más profunda y duradera, no llega a verse, en un contexto en el que todo va rápido, en el que el gobierno nacional apuesta al caos como forma de construcción política y tiene de su lado la facilidad con la que hoy en día se instalan mentiras y falacias en la opinión pública.

Recién en las últimas semanas han aparecido algunas provincias, como si se despabilaran, a advertir que sus cajas están siendo esquilmadas por un gobierno nacional que además de anular programas y servicios esenciales se tomó por costumbre acumular deudas con esas jurisdicciones, tal como ocurre en el caso de La Pampa.

Es fundamental para que eso pueda ser práctico la aparente inexistencia de los poderes republicanos que en otras épocas eran tan demandados: el Poder Judicial brilla por su ausencia para poner límites o tomar decisiones que tiendan a la equidad, en tanto que con el voto de los cómplices el Poder Legislativo ha sido reducido a cenizas cuando el Congreso cedió facultades extraordinarias a un presidente que hoy ostenta la suma del poder público.

…y una de arena…

Con retardo imperdonable, pero a la vez insólito, la Cámara de Comercio hizo notar en estas horas que las políticas públicas del gobierno nacional pusieron al sector en una alarmante situación: la caída de las ventas completó el combo que, se sabe desde hace un año y medio, destruye la producción y el trabajo.

Las principales voceras de la Cámara local, sin embargo, recibieron al espacio libertario con alfombra roja y haciendo sonar aplausos, porque -decían- el modelo anterior ya no se aguantaba más y era imposible salir a flote si no llegaba por fin la ansiada estabilidad y calma económica.

Hete aquí que la presunta estabilidad de este tiempo se parece mucho a la de los cementerios, después de un proceso en el que la misma Cámara de Comercio pataleó contra el "intervencionismo" del Estado y un poco más lejos de las ovaciones a las políticas nacionales eligió el camino de la justificación y la "esperanza".

Como en algún momento la realidad se impone, esta semana la Cámara eligió ir a pedir auxilio al Banco de La Pampa, derribando todo lo que antes pensaba, decía, suponía o pronosticaba: ahora es el banco provincial, que tiene como columna vertebral al Estado, el que tiene que socorrer a quienes se dan cuenta de que los alquileres feroces, los servicios por las nubes y los bolsillos flacos les complican su existencia.

Ahora que "la ven", lo que pretenden es que el BLP les otorgue créditos a tasa cero para zafar de una encrucijada como posiblemente no hubo ninguna otra en la historia, porque el ajuste salvaje de Javier Milei se practica además con enorme gozo desde las altas esferas, que se regodean con su crueldad y prometen además cumplir con el objetivo confesado ni bien hicieron pie en el gobierno: fundir a las provincias.

Si el BLP pudiera acceder a una operatoria de ese tipo será porque el Estado da una mano, con lo que el Comercio local accedería a esa ayuda "con la nuestra".

El mismo sector comercial, pero de la zona céntrica, pataleó en las últimas semanas bajo la excusa de que se les caían las ventas porque la Municipalidad de Santa Rosa estaba haciendo una obra en el microcentro, que justamente potenciará las posibilidades de esos negocios: como tienen probado poder de lobby, lograron casi en el acto el privilegio de no pagar las tasas hasta fin de año, aunque el accionar estatal local lejos está de perjudicar al sector, sino que lo beneficia.

Al concretar esa queja inadmisible, el Comercio puso en práctica el mismo espíritu individualista, que si hiciera un análisis elemental tendrá que reveer, puesto que al final de cuentas lo que queda demostrado es que nadie se salva solo, y que no se le puede vender ni ropa, ni electrodomésticos, ni comida, ni productos lumínicos o de librería a un pueblo que tiene ingresos cada vez más bajos y al que se condena diariamente a la infelicidad.

Además de señalar que ni siquiera se trata de un comportamiento novedoso, resta por señalar que el Comercio local representado en la Cámara, que suele en promedio tener precios bastante por encima de los que son habituales en otros puntos del país, cuenta con la gracia de que en Santa Rosa hay una importante porción de trabajadores de la administración pública, que a contramano de otros territorios y otros rubros, al menos han sostenido en este tiempo oscuro el poder adquisitivo de sus salarios merced a las paritarias provinciales.

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