Una trinchera en la Provincia y más Memoria contra la violencia

Una de cal…

La presencia masiva de intendentes e intendentas de diversos colores políticos, en un acto oficial que se hizo en Ataliva Roca, fue una muestra de que -aún en la diversidad y la disidencia- en la provincia hay posibilidad real de construir una relativa unidad de acción que priorice los intereses pampeanos.

El motivo del encuentro fue el lanzamiento de un Plan de Alumbrado, con varios costados virtuosos a los que les dieron explicación las propias autoridades del área, y que la mayoría de pueblos y ciudades vienen percibiendo en su vida cotidiana.

Pero más allá de esa la cuestión puntual, y sobre todo en un contexto donde la violencia política se extiende y se naturaliza, esa cumbre sirvió para que, así como en ocasiones se ponen en el foco disidencias históricas y actuales, también se abra un panorama a la posibilidad de acuerdos básicos elementales que pongan como prioridad la calidad de vida de la población pampeana.

En un marco de ajuste salvaje y ofensiva reaccionaria, el primer eslabón de esa cadena sin dudas es el de los sectores vulnerables a los que hoy les cuesta incluso acceder a la alimentación: esa realidad se hace patente sobre todo en los gobiernos locales, primera trinchera frente a ese estado de cosas.

No muy lejos de esa situación, se anuncian más malas noticias para los tiempos por venir: el tarifazo y el aumento de la desocupación impactará también en el bolsillo de las personas que menos tienen, los sectores trabajadores y las familias más humildes, además de que las políticas económicas se van a llevar puestos comercios, cooperativas, pequeñas y medianas empresas, espacios de producción en general. Y eso también impacta de lleno en los municipios, a la vuelta de la esquina.

Por esa misma razón es que en las últimas horas aparecen jefes y jefas comunales tratando de que en los poderes legislativos se comprenda cuál es la necesidad primordial: sonó el pedido de intendentas e intendentes, incluso opositores, para que en la Legislatura los bloques que han definido hacer una alianza antiperonista permitan que haya quórum para acceder a recursos básicos y para recuperar alguna de la obra pública que el presidente Javier Milei desactivó de cuajo.

Desde ya que lo que ven los ejecutivos, punzados por la urgencia y la realidad, suele tener puntos de diferencia con lo que ponen en juego los legislativos, más dados a la reflexión y la palabra que a la acción y la gestión; y poniendo en su radar de modo más sistemático los intereses partidarios y sectoriales y la mirada política sobre las próximas elecciones: una apuesta legítima, pero que en este momento obviamente no puede ser privilegiada.

Obviamente no es sencillo atar objetivos, y mucho menos metodologías, pero a veces la necesidad imperiosa ayuda a darle un papel secundario a determinados asuntos: si los gobernadores de la Patagonia, con su policromía política, pudieron afianzar una coalición en defensa de la región, ¿por qué no imaginar que en La Pampa fronteras adentro también pueda gestarse una organización en ese sentido?

…y una de arena…

Ayer fue el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia y la conmemoración se produjo en un contexto de evidente retroceso respecto de lo muchísimo que avanzó en ese sentido la sociedad argentina, primero desde el impulso de los organismos de Derechos Humanos, después con la imprescindible intervención estatal para que la problemática fuera asunto de todo un pueblo.

Desde que un espacio político consiguió hacerse de alguna porción de votos instalando la consigna de "el curro de los Derechos Humanos", se impuso en algún sector de la población un clima de violencia que pasó de planteos casi clandestinos y culposos a discursos desembozados en las redes y últimamente a la acción directa: un hilo une el atentado contra la exvicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner con el ataque que sufrió en la semana que se va una militante de la agrupación HIJOS.

El macrismo impuso una impronta negacionista que hizo aparecer como natural determinados posicionamientos y aceitó la aparición de una ofensiva que dio un salto para convertirse directamente en reivindicación de lo actuado por la dictadura, que fue militar, pero también civil, eclesiástica, empresarial, mediática.

La solución de discusiones políticas por la vía de la violencia puede comenzar como un episodio aislado o puntual, pero siempre correrá el riesgo de volverse sistema y de iniciar un círculo vicioso de revanchismo y venganza.

Frente a eso, la perseverancia de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y el ejemplar proceso de Memoria, Verdad y Justicia, son modelo a seguir: la paciente y pacífica lucha para conseguir justicia y evitar la impunidad es un ejemplo argentino aplaudido en el mundo.

Pero a la vez, la naturalización de determinados derechos, el paso del tiempo, la ignorancia respecto de la historia nacional o la facilidad con que se imponen fakenews son caldo de cultivo para una mirada facilista que para empezar hace base en la vieja teoría de los dos demonios y en la crueldad que el espacio político que maneja el Estado exhibe como su caracterización central y su herramienta preferida.

Las historias de los pueblos no son fotos, sino películas: procesos que muestran avances, parálisis, retrocesos; batallas culturales que se mantienen dinámicamente vivas, que se alimentan de revisionismos o de futuro, que tienen intereses y miradas del mundo. Y que, sobre todo, nunca terminan mientras haya sujetos y colectivos dispuestos a dar peleas desde esa construcción popular que se llamó justicia social, y que el actual presidente considera que es una aberración.