Opinion

Provincias unidas del sur, ejemplo y oportunidad 

Los gobernadores de la Patagonia le dieron otra vuelta de rosca a su decisión de trabajar mancomunadamente para el desarrollo, mirando la coyuntura pero también el mediano y largo plazo; algunos actores del gobierno nacional intentan tender puentes con el maltratado "interior", pero la desinformación y las contradicciones potencian la incertidumbre.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

 

La nueva cumbre de gobernadores de la región patagónica, con presencia del pampeano Sergio Ziliotto, reactivó la alianza de los jefes regionales que se plantaron primero que nadie de manera organizada ante los abusos del gobierno centralista de Javier Milei.

El documento firmado en Puerto Madryn es una nueva advertencia respecto de que el ajustazo propuesto por La Libertad Avanza como único método y única salida es absolutamente insuficiente para garantizar el desarrollo económico y lo más armónico posible no sólo en una zona del país sino en toda la Argentina.

Las afirmaciones de los gobernadores fueron, en ese sentido, si se quiere redundantes, porque en realidad no aportaron nada que ya no sea sabido, aunque sin embargo los poderes concentrados siguen sin querer atender.

Ya fue suficientemente escrito en estas líneas que la reacción patagónica tiene el mérito de haber sido oportuna y coherente, pero además enriquecida por una diversidad de representación política que es difícil de encontrar en alguna otra región de la Argentina.

En las provincias unidas del sur hay un gobernador peronista clásico como Ziliotto; un radical de Unión por la Patria como el fueguino Gustavo Melella; un peronista pero que desbancó al kirchnerismo como el santacruceño Claudo Vidal; un joven del PRO pero que desafió al gobierno como el chubutense Ignacio Torres; un referente histórico del partido provincial rionegrino como Alberto Weretilneck y una cara visible de otro partido provincial como el nequino Rolando Figueroa, que de todos modos para llegar a la Gobernación rompió con esa clásica organización a la que ahora va volviendo.

Esa variedad de miradas, recorridos y trayectorias implica una riqueza argumentativa descomunal -literalmente- porque hace jugar y entremezcla múltiples raíces, metodologías y futuros proyectados: todo ese cruce de sabidurías están en la vereda opuesta de los tiempos que corren en que la exacerbación de la grieta, muchas veces sin argumentación ni fundamento, nubla la mirada y opaca la posibilidad de buscar consensos que tengan que ver con la realidad de los pueblos.

Las provincias patagónicas se han propuesto ser las primeras en cruzar la falsa "inviabilidad del interior" que militan Milei y sus fanáticos del mercado, y La Pampa es claro ejemplo en ese sentido: no tiene deudas, ni tiene déficit fiscal, históricamente bien administrada logró hacerse de un fondo anticíclico y sostiene una producción que le permite al país recibir más dólares de los que se consumen.

Los pasos que la región está dando para que la alianza estratégica tenga herramientas concretas que la unifiquen y la potencien, merecen que esas energías no se difuminen con el correr de los meses, ni que se disparen hacia cardinales diferentes cuando el juego de la politiquería intente romper esa "scrum" que no sólo tiene que estar pensando en los dividendos a corto plazo, sino también mirando de reojo el futuro no tan inmediato.

 

…y una de arena…

 

La organización patagónica por la positiva, apuntando a unificar recursos para el desarrollo, apostando a una producción conjunta, aparece sin embargo como confrontativa, por la simple razón de que antes el gobierno nacional eligió el camino de tratar a las provincias como enemigas, y a los gobernadores y legisladores que las representan como parte de la despreciable casta.

Además de esas consideraciones violentas y agresivas en distintas plataformas, a la hora de la verdad lo que Nación hace es ningunear a los estados provinciales y quitarles recursos elementales para la vida de sus pueblos, como si le manoteara privilegios a la dirigencia política en vez de retacear posibilidad a las comunidades que viven en esos territorios.

La concepción centralista del gobierno nacional está cargada de necedad y le impide observar lo que sin embargo está muy al desnudo: sin provincias no hay desarrollo posible y la Patagonia es una región ejemplar para haber marcado este mojón de reacción, con los recursos que tiene para manejar y lo fundamentales que pueden resultar.

Hay actores del gobierno nacional que comprenden un poco mejor esa lógica, pero es un misterio si esas miradas serán suficientes: los encuentros que hubo esta semana entre partes fueron descriptos en general como "positivos", pero más para la tribuna que otra cosa, porque en verdad no hubo compromisos concretos ni gestos contundentes que permitan avizorar un cambio de conducta.

El mensaje legislativo del presidente, en tono de extorsión y llamando a un pacto muy a contramano de la insidiosa grieta que agitaron sus palabras previas, no sólo aparece como lejano en el tiempo, porque vendrán impactos dolorosísimos del ajuste, sino que representan un objetivo cuyos fondos y consignas bien pueden promover más disidencias que acuerdos.

En ese camino, además, no es ni alentador ni tiende a la conciliación el hecho de que el gobierno nacional utilice el tono celebratorio para referirse a cada situación angustiosa que generan los recortes: Milei y los suyos festejan en las redes sociales o en las conferencias de prensa que hay gente que se queda sin trabajo, que se cierran puertas de organismos históricos, o provocaciones de otros tipo y a distintos sectores.

Si el gobierno no atiende las consecuencias humanas como las más importantes, si no aprende de su tan castigada "casta" política el modo de gestionar esos ánimos, el clima -tarde o temprano- explotará, no sólo como choque ideológico o entre miradas tan diferentes del mundo, sino además en el contexto de una crisis que el gobierno se autoprovocó con un ajuste brutal y una devaluación salvaje, ya no se sabe si con el objetivo de facilitar la dolarización o simplemente de transferir ingresos de los sectores más pobres a los más enriquecidos.

 

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