Opinion

Democracia y federalismo contra improvisación y apriete

Amenazas presidenciales y ministeriales a las provincias, reacción de los gobernadores de distintos espacios y de dirigentes locales opositores que se alarman por la conducta del gobierno nacional; una avanzada libertaria que choca con fracasos políticos por su propia incapacidad, pero que arremete a ciegas y ningunea la historia de los sectores populares y democráticos.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

El gobernador pampeano Sergio Ziliotto decidió ser cara visible de la reacción del federalismo contra la impresentable avanzada del gobierno nacional y eso implicó incluso nacionalizar su discurso para enfrentar el avasallamiento centralista del presidente Javier Milei y su ministro de Economía Luis Caputo.

El tono con el que el gobierno nacional pretende acentuar su ofensiva de distinto tipo sobre las provincias, incluso independientemente de su color política, es inusitado y nunca visto: la andanada es violenta, representa no un cruce de opiniones y ni siquiera presiones, sino aprietes lisos y llanos, con un discurso más propio de barrabravas que de representantes institucionales pretendidamente republicanos.

La reacción que protagonizó el gobernador pampeano no lo tuvo como único actor, puesto que otros jefes territoriales, que pertenecen a distintos partidos y regiones, y que tienen un recorrido político diferente, también coincidieron en plantarse como si tuvieran la seguridad de que si ceden en esta instancia y se ponen de rodillas las consecuencias de una ofensiva atolondrada contra la sumisión pueden ser fatales.

Aún cuando en el Congreso hay representantes de sectores políticos que apuraron su respaldo a Milei para que tenga "herramientas para gobernar", gobernadores de signo político teóricamente "amigable" pusieron el grito en el cielo, advirtieron que el impacto del DNU y la Ley Ómnibus sería negativo y dejaron en debilidad a la improvisada gestión libertaria.

Por eso mismo la defensa del federalismo ocupó otras bocas dirigenciales en LA Pampa, además del planteo del gobernador: dirigentes de diversos sectores del radicalismo comprendieron por fin la necesidad de marcar algún límite para no quedar amuchados en un espacio que de puro antiperonista a veces termina mezclando la paja con el trigo.

"Qué lejos estoy de este cambio", dijo el reelecto intendente de General Acha Abel Sabarots y marcó un camino. De modo oficial la UCR también cruzó los aprietes de Caputo, con aval del jefe del bloque legislativo provincial, "Poli" Bonaveri. Planteos similares fueron apareciendo en municipios, pero también en otras provincias del país, porque la pelea de fondo parece ser entre el la democracia y el apriete, entre el federalismo y la improvisación.

La gestión libertaria se las da de espontánea y reniega de algunas formas clásicas del acuerdo y la negociación elemental. Ningunean las trayectorias. Milei y los suyos tienen una soberbia sensación de que están iniciando un nuevo tiempo, una nueva era, frente a la cual nada de lo anterior tiene valor: ni las viejas reglas, ni las vidas que se dieron por la democracia, ni los partidos populares tradicionales, ni las costumbres extendidas en la población.

El radicalismo tiene un papel fundamental en la protección de algunas conquistas históricas: ya en el proceso electoral una mayoría de esa fuerza se dejó llevar por el tinte antiperonista y renegó de sus tradiciones democráticas y populares, y ese es un debate interno que sacude al espacio y que tendrá efectos concretos en el Congreso. Una pregunta está instalada: ¿qué harán los representantes de la UCR pampeana?

…y una de arena…

Insólitamente, después de atacar a las provincias en su conferencia de prensa del viernes, el ministro de Economía describió un relato según el cual Argentina tiene una historia de 100 años de fracaso "populista", cuando el propio Caputo, especialmente en compañía de Federico Sturzenegger, es justamente ejemplo vivo de los máximos fiascos económicos y financieros que han hecho sufrir a la ciudadanía, y no precisamente por recetas populistas.

Los dimes y diretes del oficialismo, su incapacidad para buscar acuerdos, derivó finalmente en el retiro del "capítulo fiscal" por parte del gobierno. Lo hizo de forma unilateral, inconsulta con los propios legisladores a los que obligó a trabajar a destajo en estas semanas para buscar consenso: parecía cantado que el gobierno sufriría, a poco de asumir, una tremenda derrota en el Congreso después del impacto que también significó la multitudinaria movilización popular que acompañó el paro de trabajadores y trabajadoras durante esta semana.

Esa medida de fuerza puede disparar diversos posicionamientos y análisis, y múltiples de sus costados se pueden abordar desde distintas dimensiones e intereses, pero lo que un gobierno no se puede permitir es hacer de cuenta que aquí no ha pasado nada, como si las autoridades públicas vivieran enfrascadas en ese nuevo "diario de Yrigoyen" en que a veces se convierten las llamadas redes sociales.

El negacionismo del gobierno nacional puede complicarlo seriamente y afectar su propia gobernabilidad, porque corresponde a funcionarios y funcionarias, primero que nada, ver lo que está pasando frente a sus narices para interpretarlo y actuar en consecuencia.

Pese a ningunear la reacción popular, un presidente en raras condiciones salió a dar un mensaje opaco y deprimido, antes de la reunión de gabinete en que amenazó a los gobernadores y en la previa de echar a su primer ministro y poner en duda la continuidad de otros jugadores clave de su gobierno, y por lo tanto dejando a la luz del día una crisis política que tiende a la inestabilidad.

Hasta el aliado Martín Maquieyra, del PRO pampeano, advirtió que el gobierno "está empantanado", aunque así y todo con su coequiper Martín Ardohain facilitaron la firma para avanzar en un dictamen oficialista que el gobierno quiso presentar como victoria, pero en todo caso muy "a lo Pirro", porque cosechó más disidencias que acuerdos plenos y porque terminó prontamente en el fracaso del capítulo fiscal.

La sospecha que no lograr evadirse, pero sobre todo a partir de los comportamientos políticos extremos y de la falta de respeto por la palabra empeñada, es que Milei persigue con denudo las mentadas "facultades delegadas" y que con ellas sería capaz de imponer justamente las medidas que ahora retira del Congreso.

Si esa lógica puede anticiparse desde el sentido común más elemental, y la huele hasta la propia sociedad, ¿podrán los legisladores y legisladoras que hoy se las dan de "oposición amigable" hacer de cuenta que no saben, no ven o no entienden, y en consecuencia convertirse en oficialistas y alzar sus manos para otorgar un cheque en blanco a una gestión que en tan poco tiempo ha dado tamañas muestras de agresividad, mesianismo y brutalidad?

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