Opinion

Alto consenso para el reparto y nuevos espasmos negacionistas

La ley de coparticipación salió con aval de una fuerte mayoría y de quienes gobiernan los municipios de la provincia, aunque algunas críticas siguen en el candelero; la arremetida contra el proceso de Memoria, Verdad y Justicia también se le puede volver un "boomerang" a los espacios políticos que reivindican la dictadura.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

La Legislatura provincial le dio un rotundo consenso al nuevo régimen de coparticipación provincial, en una sesión en la que la mayoría de las fuerzas políticas provinciales alzaron su mano para respaldar la iniciativa que envió el gobernador Sergio Ziliotto, aunque en el camino tuvo varias e importantes modificaciones.

Aunque el paso burocrático de propuesta a ley enfría algunas cuestiones y transforma en natural lo que al principio parecía una revulsión, es de importante valor el hecho de que La Pampa haya podido finalmente dar ese paso institucional, que se había retardado más de la cuenta por muy diversos motivos, y además lo haya hecho con aportes de los distintos espacios.

Aunque en el recinto los discursos de la oposición política fueron tan críticos que hasta parecían estar argumentando la posición contraria a la de sus manos alzadas, tanto el radicalismo como el PRO -que habían puesto en duda su voto- terminaron aprobando la iniciativa, sobre todo porque jefes y jefas comunales de sus propios signos políticos casi que terminaron militando la ley de Ziliotto.

En el proceso no faltaron discusiones internas y planteos en distinto tono, la mayoría de ellos atendibles, y algunos recepcionados de manera favorable por el bloque oficialista, que -también hay que señalarlo- facilitó el andar de la propuesta a partir de que cerró, o al menos morigeró, algunas fracturas internas que ayudaban a que las propuestas de modificación de la coparticipación se demoraran una y otra vez.

Uno de esos remezones apareció incluso tras esta última idea del Ejecutivo provincial, que al principio encontró algunas resistencias en sectores del ultravernismo (Juan Barrionuevo, de La Adela, fue la breve cara de ese corcoveo, que pronto se transformó en disciplina) y sobre todo del intendente de Santa Rosa Luciano di Nápoli, quien en defensa de los habitantes de la capital provincial y con algunas razones de su lado llegó a sobreactuar políticamente su disidencia con el proyecto oficial.

La unanimidad del nuevo régimen de coparticipación no fue posible porque no se logró el voto de la tiernista Sandra Fonseca, empeñada como su marido y socio político en sostener el espacio partidario y los cargos desde un lugar de acérrima oposición a los partidos democráticos tradicionales, aprovechando además la ola "anticasta" en la que pretenden inscribirse pese a ser cabales representantes de quienes han desarrollado la mayoría de su trayectoria como autoridades del Estado del que reniegan.

A partir de las elecciones nacionales que se vienen, sea cual fuere el resultado, el mapa político quedará reconfigurado en el nivel nacional, con nuevas rupturas, alianzas, coaliciones y posicionamientos que necesariamente derramarán hacia la provincia, por lo que cada espacio y dirigente también está mirando de reojo comportamientos y escenarios posibles: el tiernismo no es la excepción y juega, a partir de experiencias concretas, a la estrategia de tener huevos en distintas canastas.

…y una de arena…

El paso de los debates presidenciales (el segundo se concretaba al cierre de esta edición) dejó como uno de los aspectos ineludibles los planteos negacionistas del espacio La Libertad Avanza respecto de la dictadura: el candidato presidencial Javier Milei directamente blanqueó cuál es el pensamiento de ese espacio respecto de lo que ocurrió en ese oscuro período de la historia y acerca del proceso de Memoria, Verdad y Justicia.

Hasta el día en que negó la existencia de 30.000 desaparecidos, opinó que el Terrorismo de estado fue una "guerra" y que los asesinatos y torturas fueron simplemente "excesos", Milei y los suyos apenas jugaban con el fanstasma de la reivindicación de la dictadura e incluso dejaban en boca de la candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel los planteos más antipáticos y dinosáuricos.

Pero el debate del 1 de octubre modificó ese estado de cosas: en efecto, Milei mostró de qué lado está parado, en qué vereda se siente cómodo, a quiénes pretende representar y de qué lado de la historia se inscribe.

Eso prácticamente forzó a las organizaciones de Derechos Humanos, incluso de nuestra provincia, a refrescar algunas verdades que se daban por sabidas, en el marco de una extensa y quizá interminable batalla cultural para esclarecer lo que ocurrió en esa época y para ahuyentar la Teoría de los Dos Demonios y otras que de ella se ramifican.

En La Pampa también la Comisión de Prescindidos en dictadura, personas que perdieron su empleo en la administración pública provincial durante esa época nefasta, repudiaron con energía los dichos de Milei y advirtieron el retroceso que significaría para el sistema democrático que ese personaje asuma como presidente tan luego en la jornada en que se cumplirán 40 años desde el fin de la peor dictadura de la historia.

El inesperado debate, que en realidad ni debate es, duele y conmociona, sacude y entristece, pero los más sabios luchadores insisten en que la respuesta nunca ha de ser la resignación, sino -como lo demuestran el andar de las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo- la demanda permanente de Memoria, Verdad y Justicia.

Los procesos sociales y políticos son dinámicos, por lo tanto ningún análisis puede hacerse de modo definitivo y ninguna batalla está saldada eternamente, pero una de las probabilidades es que la agitación negacionista también sea un modo de acicatear nuevas vitalidades de la Memoria, y que los cínicos planteos deriven en la necesidad de revisar los asuntos más básicos y más humanos, y entonces se potencien y multipliquen los espacios para la Verdad.

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