Opinion

Un acuerdo en paz para la justicia social y una ofensiva para mercantilizar la Salud

La paritaria provincial, acuerdo entre Estado presente y gremios representativos, ejemplo de madurez en una semana de cimbronazos e incertidumbres; el médico pampeano que trama las políticas sanitarias de Milei desnudó todo su desprecio por la Salud, el hospital público y los trabajadores y trabajadoras del sector.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

Para cerrar una semana repleta de cimbronazos e incertidumbres, el gobierno provincial y los gremios le pusieron sensatez a la situación y cerraron prontamente un acuerdo salarial que contribuye a la paz social y a un clima de relativa estabilidad, también con tendencia a la justicia social.

El mensaje, en un contexto plagado de incógnitas y hasta propuestas preelectorales que suenan más como amenazas que como políticas públicas, suena bienvenido en una provincia que por eso mismo puede jactarse de ser de las mejores administradas del país, pero además con una comunidad y sus organizaciones que, salvo excepciones, están a la altura de las circunstancias.

Buena parte de la población vivió la devaluación oficial del lunes, ordenada por el equipo económico, como una suerte de "venganza" después del modo en que se votó el domingo: esa fue la palabra que un candidato opositor utilizó para arriar agua a su molino, pero también una sensación que se extendió en una porción de la ciudadanía, que además tiene fresca en la memoria aquella actitud revanchista de Mauricio Macri cuando perdió la primera vuelta en 2019.

Fue una medida económica que se dio a partir de las presiones del FMI y de poderosos actores de la economía local, a la salida de la cual el ministro de Economía Sergio Massa blanqueó con duras críticas el pacto que en su momento rubricó el huidizo Martín Guzmán, y reveló además que la pretensión inicial era que esa devaluación llegara al 100%.

La medida generó inmediatos aumentos de precios y un reguero de versiones y especulaciones, en un país que padece una realidad pero también hace un folclore de las corridas cambiarias que derivan en el inmediato incremento del valor de productos de primera necesidad que muchas veces ni siquiera tienen componentes dolarizados en su cadena de producción.

Como sea, y por más que en el medio siempre haya "cinco vivos" que hacen negocios, el impacto fue poderoso no solo en los bolsillos sino también en los ánimos populares.

Es en ese mapa que la presencia del Estado provincial cobra mayor relevancia, y positiva, porque opta rápidamente por aplicar lo que ya era un compromiso: garantizar que los salarios de sus trabajadores y trabajadoras, que además actúan como dinamizadores de la economía local, no solo no pierdan frente a la inflación sino que aun en los casos de ingresos mínimos estén por encima de la canasta básica total.

No es únicamente un mérito del gobierno, sino también de los sindicatos que forman parte de las negociaciones paritarias, que han protagonizado un proceso maduro en el que hubo momentos para la lucha, para el análisis, para la resistencia y para los acuerdos.

En alguna medida puede que esa situación sea naturalizada porque en La Pampa se ha dado en paz y armonía, pero no todas las jurisdicciones pueden jactarse de esa circunstancia, en la que además de generarse un hecho de justicia social queda patentizada la bienvenida importancia de tener un Estado activo, presente, que resuelve con seriedad de acuerdo a las posibilidades y en diálogo con los actores fundamentales de su razón de ser.

…y una de arena…

En la vereda de enfrente de esa postura, y exacerbando algunas tendencias que ya supo exhibir cuando le tocó ser funcionario provincial, el médico Eduardo Filgueira Lima se develó en las últimas horas como el referente en políticas sanitarias del candidato presidencial más votado en las elecciones de 13 de agosto.

El exsubsecretario de un par de gobiernos marinistas en La Pampa mostró todo su desprecio al momento de hablar de la Salud Pública y no anduvo con vueltas en su ataque al hospital público, con el que quiere terminar: "en todos los servicios tres trabajan y dos se rascan", se le escapó durante una entrevista radial en la que pretendía hasta ese momento maquillar con palabras bonitas el modo en que su sectores político tiene pensado usar la motosierra en el área.

Filgueira Lima está vinculado desde hace más de una década a una organización en la que se pone la lupa en la Salud como negocio: es parte de la fundación Libertad y Progreso y eso lo vinculó con el espacio La Libertad Avanza que postula a Javier Milei como presidente de la Nación.

Entre las propuestas escandalizantes de ese sector se incluye la decisión de volver a degradar el Ministerio de Salud: Filgueira Lima difundió sus ideas mercantilistas y consideró que el objetivo sería "la eficiencia de las instituciones sanitarias", bajo la convicción de que "el sistema de hoy es perverso, porque el hospital público tiene cautiva a la población".

Quizá Milei hubiera etiquetado al exfuncionario pampeano como parte de la "casta": fue subsecretario de los gobiernos peronistas entre el '94 y el 2002 y después se desempeñó como vice-ministro de Salud durante la breve gobernación de Eduardo Duhalde y antes de iniciar su sistemática ofensiva en contra de las gestiones nacionales y populares.

Aunque en el actual contexto y bajo su nuevo liderazgo, el profesional -que también es yudoca- exacerba su liberalismo, ya hay algunas huellas de su accionar ajustador también en La Pampa, porque en los '90 fue la cara visible de las políticas públicas del neoliberalismo menemista: disminuyó la planta de Salud, cerró en el '98 la escuela de Enfermería que otra gestión reabrió en 2005, eliminó con traslados a otros lugares del país algunos servicios del hospital público y achicó las inversiones en medicamentos, refrescan hoy trabajadores del sistema pampeano.

Ese tipo de políticas y tendencias se ocultan, aunque solo a medias, detrás de un fenómeno mediático que se volvió relativo agitador de masas y se convirtió en presidenciable competitivo: el candidato que se lleva las adhesiones de quienes sienten broca y desazón con un Estado que no da las mejores respuestas, y que paradójicamente -como ya ha pasado en la historia nacional y de otras partes del mundo- puede convertirse en el verdugo perfecto si lo que hace es pisotear lo que sí se ha hecho bien o los derechos que se han garantizado.

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