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EL DIARIO digital
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La tranquilidad académica de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam) se alteró el pasado 30 de septiembre, cuando un encuentro administrativo en la Facultad de Agronomía culminó en una agresión física y verbal que motivó una denuncia penal ante una Fiscalía.
Cervellini denunció haber sido golpeado por el docente e integrante del Consejo Superior de la UNLPam, Luciano Carassay.
La escena se desarrolló alrededor de las 13:00, en la oficina de la cátedra de Horticultura, un espacio utilizado exclusivamente por el profesor titular Oscar Siliquini. Cervellini se había dirigido allí para tratar asuntos vinculados al avance del "Tambo Robot" con el vicedecano, Gastón Bonacci, quien también se encontraba presente.
La chispa
Al ingresar, Cervellini se encontró en medio de una discusión acalorada. El docente Carassay cuestionaba y acusaba al vicedecano Bonacci con una "violencia verbal no acorde a las Bases de la Institución", manifestando problemas de financiamiento y asegurando que se gastaba dinero en "cualquier cosa menos en apoyarlo a él".
En un momento, Carassay incluyó a la Asociación Cooperadora (ACFA) en la disputa. Actuando en su rol de presidente de la entidad, Cervellini intervino para preguntar qué necesitaba Carassay, señalando que nunca habían recibido una solicitud formal de apoyo, aunque sí de otros docentes.
La respuesta del acusado fue inmediata y descalificadora, marcando el inicio del conflicto. "Me dijo que me callé la boca, ya que no tengo nada que hacer en la Facultad por ser un jubilado y que no era nadie para opinar", relató Cervellini en su denuncia.
Atónito por las "palabras hirientes", le recordó su investidura como presidente de la ACFA y su derecho a participar. Luego intentó retirarse, no sin antes pedir disculpas por haberse involucrado y preguntar al profesor Siliquini qué le sucedía a Carassay, al verlo tan agresivo.
Golpe y caída
El punto más tenso de la confrontación se produjo cuando, ante los continuos improperios, Cervellini le pidió a Carassay que cesara.
"Inmediatamente, se lanza sobre mi persona con una furia llamativa y me acierta un fuerte golpe en la cara (cachetada) que me produce la caída sobre un escritorio y una silla (la cual rompí con la caída)", consignó el denunciante.
El impacto le provocó a Cervellini un "fuerte golpe en la cadera". Fue auxiliado por el profesor Siliquini para reincorporarse. El estruendo alertó a otro docente, el ingeniero agrónomo Enzo Ferrari, quien ingresó a la oficina al escuchar los gritos y la caída.
En "estado de shock emocional por la situación que estaba viviendo", Cervellini dio por terminado el episodio y se retiró con el vicedecano hacia la Dirección de Campo. Allí fue asistido por el doctor Diego Riestra, quien constató su estado de shock y que tenía la "cara inflamada y enrojecida durante más de media hora". La decana de la Facultad de Agronomía, María Lía Molas, fue notificada y se acercó a verificar su estado.
Las secuelas del violento incidente no se limitaron al maltrato físico y psicológico. Al día siguiente, el docente agredido debió consultar a un médico por el dolor en la cadera, quien solicitó una placa radiológica.
Según relató, "el dolor que hoy en día más siente" es el provocado por la agresión verbal, la humillación de haber sido insultado frente a dos autoridades universitarias y la manifestación del agresor de que "no era nadie en la Facultad por estar jubilado".
Cervellini, quien dedicó 53 años a la Facultad de Agronomía, consideró que con esas palabras "fuimos discriminados por parte de esta persona todos quienes pasamos muchos años prestando servicios en una institución de educación superior, por el solo hecho de ser jubilados".
En su denuncia recordó que los graduados como él siguen siendo parte activa de la comunidad universitaria y poseen representación electa en el Consejo Superior y en los Consejos Directivos.
Una intriga institucional
El hecho dejó además una situación inquietante: el docente Siliquini, testigo de lo ocurrido, cerró su oficina dejando la escena tal cual la silla rota, el escritorio corrido y el desorden generado por la caída. Sin embargo, a primera hora del día siguiente encontró todo "ordenado, todo acomodado como si nada hubiera pasado". Denunció que alguien ingresó a la oficina cerrada con llave y "ordenó la escena del episodio de violencia sucedido el día anterior".
Cervellini, de 73 años, concluyó en su denuncia que este "acto violento" no solo lo afecta a él y a su familia, sino también a sus compañeros, graduados y jubilados, generándole un cambio emocional que lo "desmoviliza a seguir concurriendo y participando en las actividades diarias" en la Facultad.
Pidió a la Fiscalía que se adopten las medidas necesarias para que "este hecho de violencia nunca más suceda", reafirmando que "la violencia verbal y física no es el camino".