La Pampa

El duelo entre Telén y Victorica vuelve al ruedo

La disputa por los límites de sus ejidos comunales, que se dirimirá en la Legislatura, tiene un largo y sangriento antecedente que se remonta a 1899, cuando un conflicto político por el poder local derivó en la fundación de Telén.

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EL DIARIO digital

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El reciente proyecto del gobernador Sergio Ziliotto para modificar los límites comunales volvió a encender una chispa conocida: la rivalidad entre Telén y Victorica, dos pueblos del oeste pampeano separados por apenas nueve kilómetros y más de un siglo de reproches cruzados.

Lo que próximamente comenzará a discutirse en la Legislatura provincial -si una legua de tierras pasa de un ejido al otro- es apenas la última versión de una vieja historia donde los mojones del campo siempre marcaron mucho más que hectáreas.

En Telén, la noticia del proyecto impulsado por el Ejecutivo provincial cayó como baldazo de agua fría. Vecinos, concejales y exfuncionarios se encolumnaron detrás de un rechazo cerrado, juntando firmas y advirtiendo que la cesión "atenta contra la autonomía financiera, económica, política y administrativa".

En Victorica, en cambio, el intendente Hugo Kenny justificó el pedido: "Hace mucho que padecemos que nuestro radio urbano esté pegado al ejido de Telén. Una incoherencia total", dijo el jefe comunal, recordando que hasta el acuífero y los talleres municipales de su pueblo figuran dentro del mapa telenense.

El tono subió cuando Kenny lanzó munición gruesa contra el PRO, a cuyos referentes acusó de ser "tordos políticos que ponen huevos en nido ajeno".

Telén no se quedó atrás y retrucó señalando la falta de diálogo y la decisión inconsulta.

El gobernador Ziliotto, por su parte, envió el proyecto a la Cámara de Diputados, convencido de que se trata de "darle legalidad a una situación de hecho" que lleva décadas.

El día de los tiros

La escena parece nueva, pero en realidad revive un fantasma.

A fines del siglo XIX, Victorica fue el epicentro de un conflicto sangriento. Alfonso Capdeville, inmigrante francés convertido en jefe comunal, terminó sitiado en la Municipalidad el 28 de enero de 1899, cuando un grupo opositor encabezado por el exmilitar Adolfo Corbalán intentó desalojarlo del poder.

Los hombres de Corbalán irrumpieron armados y se desató una balacera en plena plaza. Desde el interior del edificio, Capdeville y sus aliados respondieron a tiros. Hubo una docena de heridos: entre ellos el concejal Inocencio Rebollo y el secretario Enrique Marechal.

La violencia no terminó allí. Tres días después, el 31 de enero, una delegación enviada desde la capital territorial llegó para "restablecer el orden", pero lo hizo acompañada por Capdeville y unos sesenta hombres armados —gauchos e indígenas— que marcharon hacia el pueblo.

La refriega fue todavía más cruenta: cayeron José Hidalgo, Manuel Escudero y Nemesio Machado, y más de treinta vecinos resultaron heridos.

El tiroteo solo se detuvo cuando el propio comisario de Victorica mandó izar una bandera blanca en señal de rendición.

Aquella jornada selló el destino político de Capdeville: debió renunciar y los opositores tomaron el control de la Municipalidad.

Como escribió el historiador Luis Roldán, "el episodio de enero de 1899 dejó cicatrices que nunca cerraron: no fue solo una pelea de caudillos, sino la fractura definitiva entre dos comunidades que hasta entonces compartían comercio, parentescos y caminos".

¿Quién fue Capdeville?

Nacido en 1854 en Classun, un pequeño pueblo de Aquitania, Francia, Capdeville había estudiado letras en Burdeos y trabajó en Uruguay para una empresa exportadora de lanas antes de cruzar a la Argentina.

En la década de 1880 se instaló en La Pampa, primero en Epupel, cerca de General Acha, donde administró 30 mil hectáreas dedicadas a la cría de ovejas.

Su ascenso político fue rápido: llegó a Victorica reclamando tierras en nombre de "La Ganadera Nacional" y terminó sentado en la presidencia del Concejo Municipal.

Su caída tras los tiroteos de 1899 lo llevó a fundar Telén, rodeado de otros socios y colonos franceses e irlandeses.

Allí invirtió en agricultura moderna, construcciones y emprendimientos industriales, convirtiendo a la nueva colonia en un foco de progreso que rivalizó directamente con Victorica.

En 1911 se trasladó a Mendoza, donde probó suerte en El Sosneado con proyectos mineros, un establecimiento ganadero y hasta con planes de electrificación.

Murió allí en 1920, pero sus restos fueron repatriados a Telén, el pueblo que había creado como símbolo de su revancha.

En la plaza local se inauguró en 1921 un monumento en su honor y su nombre sigue marcando la identidad de la comunidad.

Roldán lo sintetizó con crudeza: "Capdeville perdió Victorica a tiros, pero fundó Telén como un acto de revancha y, al mismo tiempo, de esperanza. Lo que para unos fue traición, para otros fue el nacimiento de una patria chica".

Dos pueblos, dos orgullos

Desde entonces, la rivalidad se volvió estructural. Victorica, la más antigua, con su impronta militar y política, miraba con recelo el empuje económico de Telén.

Los pobladores de uno y otro lado acuñaron apodos despectivos, compitieron en comercio, en fiestas y hasta en el pulso de la vida cultural.

El mote de "la chacra" que algunos vecinos victoriquenses usaban para hablar de Telén condensaba esa tensión.

Hoy, más de cien años después, las huellas de aquel duelo todavía pesan. No se trata solo de chacras o loteos: detrás del debate por una legua de tierra late una memoria compartida de agravios, orgullos heridos y el eco de aquel jefe comunal que, derrotado en Victorica, fundó un pueblo entero para dejar constancia de su nombre.

Telén y Victorica son, en definitiva, dos caras de una misma historia: tan próximos en el mapa como distantes en sus relatos.

Cada tanto, un expediente en la Legislatura, un acueducto o un loteo vuelve a agitar viejos fantasmas. La frontera sigue viva, como aquella de 1899 cuando las discusiones no eran de escritorio sino de pólvora.

Hoy no hay tiros ni banderas blancas, pero sí asambleas, comunicados y acusaciones cruzadas. Los tiempos cambiaron, la rivalidad no. Y el oeste pampeano, otra vez, late al ritmo de dos pueblos que se miran de reojo desde hace más de un siglo.

Fotos y video Dante Baselice

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