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EL DIARIO digital
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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) más de 1.900 millones de personas de más de 18 años tienen sobrepeso, de los cuales alrededor de 800 millones son obesas. Además, se calcula que más de 340 millones de individuos de entre 5 y 19 años y más de 41 millones de niños menores de cinco años tienen sobrepeso u obesidad.
Muchas personas que sufren de obesidad se enfrentan a un grave problema: no pueden perder peso a pesar de seguir una dieta baja en calorías y realizar ejercicio físico a diario.
Investigadores de la universidad de California, en San Diego, han descubierto por qué las personas obesas queman menos grasas y tienen más dificultades para perder peso. Su trabajo señala que, en muchos casos, las mitocondrias de las personas obesas se dividen en otras más pequeñas y queman menos grasa, por lo que son menos efectivas.
Por este y otros motivos -el sedentarismo, la alimentación- el número de personas con obesidad casi se ha triplicado desde 1975, lo que ha dado lugar, explican los expertos, "a una epidemia mundial". Y salir de un problema de obesidad no es fácil: además de un cambio de dieta y ejercicio físico, se necesita, en muchos casos, solucionar una anomalía metabólica que provoca que, en la mayoría de los casos, la persona obesa queme menos grasas que una persona sin obesidad.
Este nuevo estudio se ha publicado en Nature Metabolism. Los investigadores han experimentado con ratones y creen que el resultado es exportable a humanos, aunque hay que seguir investigando.
Descubrieron que cuando los ratones eran alimentados con una dieta alta en grasas, las mitocondrias dentro de sus células grasas se dividían "en mitocondrias más pequeñas con capacidad reducida para quemar grasa", es decir, eran menos eficientes para quemar el exceso que estaba consumiendo el ratón.
Los animales entraban en un círculo vicioso: cuanta más grasa consumían, menos quemaban. También comprobaron que este efecto metabólico lo impulsaba la actividad de una sola molécula, llamada RaIA.
Entre otras funciones, la RaIA provoca que las mitocondrias se descompongan en otras más pequeñas cuando están sobrecargadas de trabajo. La nueva investigación sugiere que "cuando esta molécula es hiperactiva, interfiere con el funcionamiento normal de las mitocondrias, desencadenando estos problemas metabólicos asociados con la obesidad".
La activación de RaIA parece desempeñar, explican los cientificos, "un papel fundamental en la supresión del gasto de energía en el tejido adiposo obeso". Por eso, al eliminar el gen asociado con RaIA, los investigadores se dieron cuenta de que podían ayudar a los ratones en el aumento de peso que les inducía por la dieta: frenaban la división de las mitocóndrias y, por eso, los ratones no sufrían el mismo aumento excesivo de peso que antes "incluso cuando comían la misma dieta alta en grasas que otros ratones".
Los investigadores encontraron que algunas de las proteínas afectadas por RaIA en ratones son análogas a las proteínas humanas que están asociadas con la obesidad y la resistencia a la insulina, lo que sugiere que "un mecanismo similar puede estar impulsando la obesidad humana".
La investigación abre una nueva vía para tratar o prevenir la obesidad con nuevas terapias.