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Producción de maíz en contexto "Niña"

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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Conocer la ecofisiología (estudio del funcionamiento de órganos y tejidos) del maíz nos permite seleccionar el manejo más adecuado para lograr altas producciones con el menor costo posible. Con la elección de la fecha de siembra determinamos las diferentes condiciones radiativas y de temperatura a la que expondremos el cultivo. 

Las siembras tardías proporcionan un ambiente menos favorable para el llenado de granos, lo que se traduce en un menor potencial teórico de rendimiento. Sin embargo, en el contexto actual de falta de precipitaciones, sumado a un perfil edáfico pobremente cargado de humedad, atrasar la implantación del cultivo es una estrategia a la que denominaríamos defensiva ganando seguridad de producción.

El uso de semilla de buen vigor tratadas con cura semilla, es de vital importancia para asegurar el éxito de la sementera. No obstante, se debe poner especial énfasis en estimar la población de "chiche de los cuernos", sobre todo en potreros con cultivo antecesor soja, ya que en las últimas zafras han generado daños de magnitud considerable.

Una idea errónea que tienen muchos productores, es que al enterrar más la semilla de maíz, le proveerán a la planta un mejor arraigue, la realidad es que independientemente de la profundidad de siembra, las raíces seminales (que salen de la semilla) son temporales, las raíces definitivas nacen todas del nudo del tallo (raíces adventicias), situadas justo debajo de la superficie del suelo, de hecho, hay trabajos que demuestran que a medida que se siembra más profundamente el cultivo, este rinde menos kilogramos de grano por hectárea. 

Además, al tardar más en emerger a medida que más hondo se coloca, tiene más probabilidades de perecer la plántula por insectos u hongos. La temperatura óptima de siembra oscila en el rango de 12 a 18 grados centígrados. En cuanto a la distancia entre hileras diremos que menores espaciamientos (52 centímetros entre surco), presenta ventajas en aquellas situaciones en las que a 70 centímetros entre surco no logremos una cobertura total del suelo al momento de floración, pero es más exigente desde el punto de vista hídrico. También conviene menores espaciamientos en siembras tardías. En última instancia esté dependerá de la sembradora con la que contemos. 

La uniformidad de distribución de semillas al momento de la siembra es de una importancia superlativa en el cultivo de maíz, plantas muy juntas generan abortos de granos y en casos extremos individuos completamente estériles, ósea sin marlo, no compensado por mayor producción de la planta dominante. Como ya mencionamos en artículos anteriores, este cultivo no tiene gran capacidad de compensar densidades de siembra sub óptimas; si bien este concepto está cambiando con el avance tecnológico y el desarrollo de los híbridos de espiga felx (flexible), macolladores y prolíficos (que desarrollan más de una espiga ante ciertas condiciones, como por ejemplo densidad menor a la óptima). 

Lo que no ha cambiado, es la gran sensibilidad a las densidades supra óptimas. Por lo tanto, ajustar bien la población de individuos y distribución de la semilla en la línea de siembra de maíz reviste una importancia mucho mayor que en otros cultivos, como, por ejemplo, soja, girasol o sorgo. 

Dicho esto, debemos poner especial énfasis en una correcta elección de la placa y en controlar la velocidad de siembra en un rango de 5/6 km/hora. Ante la duda de qué densidad escoger, quizás sea conveniente inclinarse por una densidad levemente inferior a la óptima estimada, con la elección de algún híbrido con aptitudes de compensación, para cubrirnos de una posible mejora en las condiciones ambientales del cultivo, pudiendo captar ese beneficio a través del rinde.

El maíz consume aproximadamente 550 milímetros de agua durante todo su ciclo para lograr altas producciones, en verano tiene una tasa de extracción de agua del suelo del orden de los 5 milímetros por día, obviamente si el suelo se los puede entregar, de lo contrario sufre estrés hídrico. El efecto negativo de este tipo de estrés para el cultivo de maíz es máximo si ocurre alrededor de la floración, pues ese el período crítico de este cultivo. Por lo tanto, debemos hacer los esfuerzos para evitar que esta fase del cultivo acontezca durante el mes de enero, ubicándola en febrero, lo que se determina al definir la fecha de siembra.

En cuanto a la nutrición, podemos decir que luego de 25 días de emergido se eleva en forma sostenida la demanda de nitrógeno por parte del cultivo. Una tonelada de grano de maíz insume aproximadamente 20 kilogramos de nitrógeno y 4 kilogramos de fósforo. Si el suelo no lo puede aportar debemos introducirlo al sistema vía fertilizante, de lo contrario se resentirá la producción. Sin embargo, debemos ser conscientes que hay cuestiones de ambiente (precipitación, temperatura y radiación) que nos fijan un techo de producción, el cual no podemos superar pese al agregado de fertilizantes, riego o cualquier otro tipo de insumo.

Como conclusión y para finalizar, podemos decir que teniendo en cuenta la coyuntura del mercado y climática actual, el maíz aparece como un cultivo riesgoso. Su elevada inversión por hectárea y el alto costo de incidencia del flete en el negocio, hace que se deba ajustar el área a la mínima necesaria. En efecto, solo se sembrará maíz en caso de necesidad para suplementación de bovinos en sistemas mixtos, o cuando la rotación así lo exija; pero difícilmente un agricultor de zona marginal decida plantar esta gramínea por el negocio en sí que el cultivo representa.

(*) Ingeniero Agrónomo  (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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