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EL DIARIO digital
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La campaña de trigo 2025/26 se inicia en la provincia de La Pampa en un contexto singularmente favorable desde el punto de vista hídrico. Las lluvias otoñales, superiores al promedio histórico en casi toda la región pampeana, han recargado el perfil del suelo, y ofrecen una oportunidad técnica para capitalizar rendimientos a través de un manejo agronómico de alta precisión. En este marco, el uso racional y estratégico de fertilizantes se vuelve central para capturar el potencial de rendimiento sin comprometer la salud financiera de las empresas agropecuarias.
Tras dos años de marcada incertidumbre económica, la estabilización del contexto macro argentino, con un régimen de baja inflación y menor intervención estatal en los mercados agroindustriales, ha generado nuevas condiciones para la toma de decisiones empresariales. No obstante, persisten restricciones estructurales, como el acceso al crédito productivo, y una relación insumo-producto todavía exigente, especialmente en lo que respecta a fertilizantes importados.
Durante el primer cuatrimestre de 2025, los precios del fosfato monoamónico (MAP) y la urea han mostrado una leve baja en dólares en los puertos argentinos, aunque el tipo de cambio libre ha encarecido su precio en pesos respecto de campañas anteriores. En promedio, la relación urea/trigo se sitúa en 3:1, por encima del valor de equilibrio de largo plazo, lo que obliga a una planificación detallada del uso de fertilizantes para maximizar la eficiencia económica por kilo aplicado.
En este marco, el productor pampeano, inserto en una región semiárida donde cada decisión tiene alto impacto sobre la sustentabilidad del sistema, continúa priorizando estrategias de bajo riesgo. Sin embargo, el actual escenario hídrico, permite pensar en un salto cualitativo en términos de manejo nutricional. La nutrición de cultivos puede dividirse en objetivos de corto y largo plazo. A corto plazo, se persigue:
1.Maximizar el retorno económico directo por unidad de fertilizante aplicado.
2.Mejorar la eficiencia de otros insumos (como fitosanitarios y semillas de alta genética).
Mientras que, a largo plazo, los objetivos incluyen:
1.Preservar y mejorar la fertilidad del suelo.
2.Aumentar el valor patrimonial del campo.
3.Sostener una mejora sistémica del sistema productivo.
Este último punto es clave para estas regiones, donde la fragilidad edáfica requiere de manejos conservacionistas permanentes. La intensificación sustentable de la agricultura requiere un flujo continuo de nutrientes hacia el suelo, que compense lo exportado por los cultivos y mantenga la cobertura vegetal que protege la estructura y actividad biológica del sistema.
El aumento de la productividad, logrado mediante una correcta nutrición, se traduce en un mayor volumen de rastrojos devueltos al suelo. Esta biomasa superficial cumple un doble rol: mejora el reciclaje de nutrientes y protege al suelo frente a procesos erosivos, clave en ambientes semiáridos con eventos de lluvia concentrados.
Sin embargo, se ha detectado en los últimos inviernos un incremento en el daño por heladas en lotes con cobertura densa. El fenómeno se relaciona con una mayor amortiguación térmica en el dosel vegetal, lo que retrasa el descongelamiento post-helada y prolonga el estrés tisular en estadios vegetativos. Este problema exige una revisión del manejo de fecha de siembra, densidad y selección varietal, además del diseño del sistema de cultivo que antecede al trigo (especialmente maíces de alta biomasa o cultivos de servicio).
El diagnóstico nutricional comienza con el análisis de suelo. La disponibilidad real de nitrógeno, fósforo y otros elementos, combinada con el conocimiento del historial de manejo, es indispensable para ajustar la fertilización a objetivos agronómicos y económicos.
En La Pampa, más del 60% de los lotes destinados a trigo presentan deficiencias críticas de fósforo (menos de 12 ppm de P Bray I), lo que limita la respuesta al nitrógeno. Esta interacción negativa es bien conocida: la falta de fósforo reduce el desarrollo radicular y con ello la capacidad del cultivo para aprovechar el nitrógeno aplicado. Por ende, la respuesta óptima a la fertilización nitrogenada solo se logra si se corrigen previamente las deficiencias de fósforo.
El azufre, en tanto, es otro nutriente frecuentemente limitado en suelos pampeanos, especialmente en los arenosos del este provincial, y su deficiencia puede manifestarse en bajas proteínas del grano, penalizando el precio final en la comercialización.
Los cereales de invierno (trigo y cebada) son cultivos altamente dependientes de la fertilidad inicial. A diferencia de la soja, que puede compensar ciertas carencias con su capacidad de fijación biológica de nitrógeno y adaptación a condiciones de acidez en la rizósfera, el trigo requiere un entorno nutricional óptimo desde el arranque. Esto convierte a la fertilización de base en una inversión crítica, especialmente en años como el actual, donde las condiciones de humedad inicial son excepcionales.
La campaña fina 2025/26 representa una oportunidad extraordinaria para reposicionar al trigo como cultivo clave en los esquemas de rotación pampeanos. Aprovechar el contexto hídrico favorable mediante una estrategia de fertilización eficiente, basada en diagnóstico y ajuste fino de dosis, puede marcar la diferencia no solo en el resultado de campaña, sino en la sustentabilidad del sistema a mediano plazo.
La agricultura del futuro se construye hoy, con decisiones informadas, uso responsable de los recursos y un enfoque sistémico del manejo del suelo. Y en ese camino, los fertilizantes siguen siendo una herramienta clave, tanto para producir más como para producir mejor.
(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP