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Trigo: ¿usar o no fertilizantes?

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En aproximadamente quince días la provincia de La Pampa iniciará la siembra de trigo, motivo por el cual los productores están ultimando detalles logísticos a tal efecto. Por estar situados en una región semiárida se debe ser muy prudente a la hora de asumir compromisos, motivo por el cual la adopción de tecnología necesaria, que a veces puede comprometer la salud financiera de una empresa, debe ir acompañada de un criterio técnico y económico, de manera que le signifique a la empresa una solución y un avance hacia la supervivencia de esta, y no lo contrario.

Es este aspecto se encuadra hoy más que nunca la cuestión de los fertilizantes. Si bien nadie pone en duda la eficacia de este insumo, el empresario se ve obligado a llegar a un nivel de eficiencia tan alto para permanecer en el mercado que muchas veces descuida los objetivos de largo plazo por resolver una coyuntura cortoplacista.

El mercado de trigo doméstico está desacoplado de los precios internacionales, sin embargo, por los insumos se paga el precio completo del mercado mundial, motivo por el cual la relación insumo/producto resulta muy desventajosa para la campaña que se inicia. Hoy en día nadie duda de que asistiremos, al menos en los ambientes marginales como el nuestro, a una baja sustancial de los niveles de inversión en tecnología respecto de la campaña pasada, llegando incluso a recurrir a la labranza en una búsqueda por generar "nutrientes baratos" de la oxidación de materia orgánica joven.

Si bien este menor paquete tecnológico aplicado conspira contra el objetivo de lograr mayores rindes de grano por ha y de mayor calidad, la realidad económica, financiera y política así lo impone. De todos modos, si la coyuntura hídrica es favorable, el área sembrada será importante, similar a la del año pasado, o levemente inferior.

Los objetivos del uso de los nutrientes los podemos diferenciar en corto plazo (un solo año) o largo plazo. En cuanto a los primeros mencionados (corto plazo) podemos enumerar los siguientes:

1. Maximizar el retorno de la inversión en fertilizantes.

2. Mejorar la efectividad de otros insumos.

3. Cumplir con los objetivos de producción en el corto plazo.

4. Y agregamos seguramente un esquema de agricultura tradicional.

Mientras que los objetivos a largo plazo representan:

1. Mejorar la productividad del suelo.

2. Aumentar el valor de la tierra.

3. Maximizar la efectividad de otros insumos.

4. Cumplir con los objetivos de producción en el largo plazo.

5. Y agregamos un esquema de siembra directa con las ventajas que ello conlleva.

Como vemos, la estrategia de fertilización de corto plazo obedece más bien a un tema de mercado y contexto político, netamente vinculado con el retorno de la inversión hecha en fertilizante. Mientras que los objetivos de largo aliento representan un círculo virtuoso, que además de incrementar la producción por hectárea, provoca por efecto derrame un sinnúmero de beneficios al sistema, a los que brevemente nos referiremos.

Un manejo adecuado del recurso suelo requiere un equilibrio entre la incorporación de residuos de cultivos y la descomposición de materia orgánica. He aquí el meollo de la cuestión. No debemos olvidar nuca que la columna vertebral de un sistema conservacionista es la cobertura. Es así como más producción de grano por hectárea producto de un correcto uso de tecnología representa un mayor aporte de residuos de cosecha al suelo, lo que contribuye al mencionado equilibrio.

Hacer agricultura no es hacer minería, por lo tanto un proceso sistemático de reposición de nutrientes, los cuales son exportados del sistema vía cosecha de grano, debe estar contemplado en el esquema mental de todo agricultor. Ello representa un verdadero desafío producto de la inversión que supone, siendo una barrera de entrada para nuevos productores al sistema de siembra directa, a la vez que se corre el riego de que muchos productores decidan abandonar este sistema (al menos circunstancialmente), o permanezcan en él sin capturar todo su potencial por no estar adecuadamente nutrido (fertilizado).

Está claro que cultivos como maíz, trigo, sorgo y girasol son fuertemente dependientes de la fertilidad inicial de un suelo para lograr buenos resultados. La soja, debido a su capacidad de fijar nitrógeno atmosférico y de generar un suelo ácido en torno a su rizósfera (área de suelo que rodea a la raíz), puede acceder a más nutrientes en un mismo suelo que los otros cultivos antes mencionados, permitiéndole producir bien en suelos un poco más degradados en cuanto a fertilidad química se refiere.

Entrando a una siembra de trigo y cebada, con un contexto hídrico adecuado, debemos evaluar junto a nuestro ingeniero de confianza todas las estrategias posibles para nutrir adecuadamente al cultivo en siembra directa. Para ello el análisis de suelo es fundamental, pues nos permite conocer desde dónde partimos y en qué nutrientes concentrar los esfuerzos, ya que debemos tener una nutrición balanceada de todos los elementos químicos. De lo contrario podemos correr el riesgo de gastar dinero en un nutriente no obteniendo la respuesta esperada porque la producción se vea limitada por las escasez de otro macroelemento diferente al que aplicamos.

Para finalizar diremos que urge el tratamiento de una ley que favorezca la adopción masiva de fertilizantes por parte de los productores, permitiéndoles alguna ventaja impositiva importante con la factura de nutrientes, caso contrario se pone en serio riesgo la salud de la principal fábrica de dólares que hoy tiene la Argentina: "el suelo agrícola".

Mariano Fava - Ingeniero Agrónomo

(MP: 607 CIALP)

Posgrado en Agronegocios y Alimentos

@MARIANOFAVALP

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