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EL DIARIO digital
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Como a un clavo ardiendo. Así se agarraba cada casa que estuviera al mando en ese momento al Trono de Hierro de la ya mítica serie. Lo cierto es que no hay que irse a familias nobles ficticias ni a coronas para analizar lo mucho que cuesta dejar el poder. Basta con fijarse en la realidad política española para encontrar numerosos casos (cada cual que piense en su favorito). Y con el ejemplo en mente, una pregunta común: ¿cuáles son los principales efectos que el poder tiene en la mente humana?
"El poder es una motivación esencial para algunas personas que les lleva precisamente a dedicarse a profesiones y establecer relaciones en las que pueda dominar el comportamiento de otras personas", explica a CuídatePlus Isabel Aranda, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Según la experta, se ha podido comprobar que su ejercicio produce unos efectos sustanciales en la forma de pensar:
-Se sobreestima su control de los acontecimientos y las personas.
-Se subestiman las limitaciones externas, es decir, se impone una ilusión de control.
-Se reduce la sensibilidad social, hay menos activación empática y una percepción egocéntrica de la realidad. "Esto ocurre más cuanto más grande es el poder que se ejerce", añade Aranda.
Esa "ilusión de control", reforzada en determinados contextos por protocolos y continuas muestras de admiración, "activa en el cerebro el sistema de recompensa, el mismo circuito que se activa con el placer y también con las drogas", advierte la experta, quien subraya, por otra parte, que la idea de perder poder puede experimentarse con:
-Ansiedad.
-Irritabilidad.
-Sensación de vacío.
Fusión con la identidad

Los síntomas descritos se producen sobre todo en el momento en que el estatus que da el poder se fusiona con la identidad. "Cuando es nuestra fuente identitaria, la renuncia se vive como una forma de muerte simbólica: desaparece el personaje social con el que uno se identifica", aclara Aranda.
Hay que tener en cuenta, continúa la psicóloga, que esos "efectos metamórficos" del poder hacen difícil que el poderoso utilice estrategias para "tener los pies en el suelo" porque "precisamente se ha situado por encima de la realidad, confiando en su propio relato para crear la realidad que le conviene".
Eso sí, Aranda pone a Nelson Mandela de ejemplo de cómo el ejercicio del poder puede realizarse de forma tal que anteponga el bien común a la necesidad de imponerse ante los demás. Para tener siempre esta meta en mente, la especialista aconseja la importancia de contar con lo siguiente:
-Mecanismos para recibir feedback, no solo datos de encuestas.
-Preguntarse para qué sirve una determinada decisión.
-Tener como prioridad los objetivos comunes.
-Reconocer los errores.
-Entender que el poder de los cargos es temporal. "Los romanos ya practicaban que un siervo le fuera diciendo al cesar 'recuerda que eres mortal'", comenta Aranda.
-Contar con un supervisor y reflexionar sobre el legado que se quiere dejar.