Opinion

El salvataje de un patrimonio popular

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El club San Martín, con esfuerzo, dio otro paso que alimenta la esperanza de salir de la decadencia y el vaciamiento.

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EL DIARIO digital

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Las autoridades del club San Martín anunciaron en los últimos días una buena noticia para asociados y asociadas y para quienes todavía sueñan con la posibilidad de colectivos comunitarios que mejoren la calidad de vida: un principio de acuerdo, en beneficio de la institución, con quien aparece como comprador de una propiedad que pertenecía a la entidad y de la que se desprendió de manera sospechosa.

Las actuales autoridades del club de la Villa Santillán, que asumieron en el cargo hace apenas medio año, pusieron bajo la lupa el negocio inmobiliario que se gestó a espaldas de las personas que quieren a esa institución: la anterior comisión directiva obró en las sombras y concretó varias maniobras cuyo beneficio para San Martín no alcanza a adivinarse.

Esa situación está en los estrados judiciales, donde se determinará si cuando se concretó la venta de una parte del predio de la ex "quinta de las Monjas", sobre la calle Palacios, ocurrieron situaciones de defraudación u otros delitos.

Mientras tanto, y en defensa del patrimonio del club, la presentación de una medida de "no innovar" permitió "convencer" a quien aparece como propietario de que sería justo desembolsar una suma de dinero a cambio de que no se paralice el negocio inmobiliario que por lo visto tiene pensado para ese inmueble.

De no haber actuado a tiempo y de manera eficiente, es probable que se hubieran generado pingües ganancias a expensas del patrimonio de San Martín, y sin que la entidad pudiera aprovechar un peso en beneficio de sus socios y socias, de sus actividades deportivas y culturales, y de la comunidad en general.

Los accionares corruptos y aprovechadores no dan paz ni siquiera a instituciones que tienen una trayectoria vinculada con el afecto, la familia, la pertenencia barrial: lo que le pasó a San Martín en los últimos años -su vaciamiento, su virtual "desaparición" o "privatización"- lo sufrieron otras entidades del medio en distintos momentos.

Tal vez lo que le ocurrió al club Santa Rosa en su momento sea el mejor ejemplo de una institución apropiada por un pequeño grupo de personas que la usan para provecho propio, desviando recursos de manera defraudatoria para saciar sus conveniencias personales y pisoteando absolutamente los objetivos de un club social, deportivo y cultural.

Tampoco puede interpretarse que es puro azar que esos estropicios encuentran caldo de cultivo para su desarrollo en tiempos de políticas neoliberales, cuando los lazos sociales se desintegran y se reafirma en algunas porciones de la comunidad el sentido común de que hay que salvarse solo o de que "son todos iguales".

Lo que demuestra la buena nueva de esta semana es que aun cuando parece que ese tipo de instituciones tocan fondo y no tienen recuperación, aparecen otras personas, otros ánimos y otras conductas que alientan la esperanza cuando se afirman en la mejor trayectoria de esos lugares del pueblo y se recorren en la memoria los buenos momentos que supo tener.

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