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EL DIARIO digital
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Votar está buenísimo.
Porque votar es elegir. Y elegir está bien. Es nuestro mayor acto de libertad.
Ese día demostramos que todas las voces valen lo mismo. Es el momento en que, como ciudadanos libres e iguales, decidimos quiénes queremos que nos representen, quiénes van a dar la cara por nosotros, quiénes van a decir "La Pampa" y ser nuestros embajadores en todo el país.
El domingo de elecciones tiene algo tan especial.
Los abuelos se perfuman y se ponen coquetos. Los jóvenes se guardan temprano el sábado. Hay algo en el aire que nos recuerda que la democracia está viva, que hay una cita que no se posterga: la de elegir.
Esta vez votamos con una boleta nueva. Algunos pedirán ayuda, otros se animarán solos. Lo importante es que lo hacemos para mejorar lo que todos queremos cuidar: nuestra democracia.
Esa democracia que a veces sentimos que se queda corta, que no siempre responde, pero que está. Que nos garantiza que las decisiones se toman dentro de la ley, y que nadie puede entrar a un despacho diciendo "Acá mando yo", sino "Acá estoy yo, para asumir la responsabilidad de gobernar a mi gente".
Los domingos de votación son distintos.
Vamos con una misión compartida, sabiendo que en casa, o en la de alguien querido, nos espera un asado, unos tallarines o unos pastelitos. Y cuando volvemos, lo decimos con orgullo: "Ya voté".
Porque hacerlo es una manera de participar, de hacerse cargo, de decir presente.
Después vendrá la espera. Las mesas, los datos, las caras de nervios. Y aunque no sea tan intenso como un clásico de fútbol, algo parecido sentimos: juegan nuestros equipos, juegan nuestras ideas, juegan nuestros líderes.
Y sí, puede que algunos vivan ese domingo con desencanto, con la sensación de que nada cambia. Pero igual van.
Porque votar, incluso en el desencanto, sigue siendo el acto más poderoso que tenemos. Nos hace libres, nos hace uno, nos hace iguales, y sobre todo, nos hace responsables. Por eso mañana : ¡Andá a votar!.
(*) Concejal santarroseño del PRO