La Pampa

Movilizada por el caso Prandi denunció la violencia que sufrió de su padre 

El estremecimiento que provocó la denuncia pública de la actriz Julieta Prandi contra su expareja resonó en miles de mujeres que reconocieron en esa historia la suya propia. Una de ellas fue Jimena Corbalán, una santarroseña que decidió romper el silencio y exponer en su cuenta de Facebook lo que —asegura— fueron diez años de infierno junto a su madre, Elena Milanese, a manos de su progenitor, un chapista santarroseño, Eduardo Corbalán.

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EL DIARIO digital

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"Mi mamá y yo tuvimos que pasar 10 eternos años de nuestras vidas viviendo en el mismo infierno y tratando de sobrevivir", escribió Jimena en un extenso posteo que acompañó con la etiqueta #NiUnaMenos.

Su relato recorre escenas de violencia sistemática: noches en la comisaría con su madre ensangrentada, golpes a puño cerrado, persecuciones y amenazas que, según cuenta, no cesaron siquiera cuando lograron alejarse físicamente. "Algunas veces volvía a mi casa desde lo de mis abuelos y realmente no sabía si la iba a encontrar muerta", recordó.

En el testimonio, la mujer revive una imagen que la marcó de por vida: siendo una niña, intentando defender a su madre con una silla mientras veía cómo su padre la golpeaba en el suelo del comedor. "Yo chiquita, pequeña, diminuta, le daba con una silla en su espalda y le decía: 'Dejá a mamá, la vas a matar'".

Aunque asegura que lo peor sucedió hace décadas, la violencia —según su denuncia— no terminó allí. "Ese monstruo se encargaba de perseguirla sistemáticamente y esperarla por horas para volver a pegarle", escribió. Incluso afirma que en 2022 volvió a enfrentarse con él, esta vez ya adulta, preparada con gas pimienta y con un instinto de supervivencia que, dice, todavía la acompaña.

"La última vez que hablé con él fue para que nos dejara de molestar. Fui con mamá. Yo le dije 'ponete atrás mío', porque ella todavía le tiene miedo. Por un momento vi de vuelta esa mirada en él. La mirada del monstruo", narró.

El posteo culmina con una advertencia directa: si su padre llegara a tomar represalias contra ella por esta denuncia pública, lo denunciará nuevamente y se defenderá.

Una ola de apoyo

La publicación generó decenas de reacciones y comentarios de apoyo, tanto de amistades como de personas que se sintieron identificadas.

"Cómo olvidar todo lo que pasaron. Gracias a Dios tenían ese gran refugio de los abuelos y las tías", escribió Evangelina Daldosso, en referencia al sostén familiar que acompañó a madre e hija en aquellos años.

Otros destacaron el valor de visibilizar la violencia: "Te abrazo Jime. Ojalá nunca nadie tenga que pasar tanto dolor. Felicito que puedas compartirlo para ayudar a más personas", señaló Romina Carbonel.

Hubo también quienes recordaron la complicidad social que encubría a los violentos: "Es un dolor que solo quien lo vive lo sabe. Y para los demás, ese sinvergüenza es la mejor persona. Yo no viví tanta violencia física, pero sí psicológica constante. Y para sus cercanos, mi agresor también era el 'bueno'", escribió María Rosa Maldonado.

El testimonio de la propia Elena Milanese, madre de Jimena, agregó una dimensión estremecedora: "Ese tormento, huesos rotos, machucones... jamás podré olvidar el miedo, jamás hija".

Mensajes de aliento se multiplicaron: "Heridas y memorias que no sé si sanarán, pero que sin duda las convirtieron en las leonas que son", expresó Angie Crespi. Otros, como Fabio De Pian, sumaron su propia experiencia: "Por lo que leo, parece que nunca fue preso ni pagó por tanto daño. Mi viejo también fue un golpeador".

El eco común de todos los mensajes fue la solidaridad, la empatía y la exigencia de justicia: "Nadie debería pasar por esto, qué triste historia y qué fortaleza de mujeres", escribió Verónica Brandizi.

Una historia colectiva

El caso de Jimena no solo expone un drama familiar sino también las falencias institucionales de la época: "En los años 80 los policías se te reían cuando ibas a la comisaría y te preguntaban: '¿Y vos qué le hiciste?'", recordó ella en los comentarios.

Su denuncia, acompañada por la memoria de tantas otras voces, vuelve a poner en el centro el reclamo del movimiento Ni Una Menos: que ninguna mujer tenga que volver a callar o sobrevivir en soledad frente a la violencia.

"Hoy, a mis 48 años, le saco la careta", concluyó Jimena, en un mensaje que se transformó en testimonio colectivo.

  

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