La Pampa

"Es imposible perdonar, más aún si no hay arrepentimiento"

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El exrector de la UNLPam, Sergio Baudino, brindó otra vez su testimonio en un juicio de la Subzona 14. Esta vez puso énfasis en las consecuencias de la represión ilegal más allá de las padecidas por las víctimas directas. "Se hizo cultura el ''no te metás'', el no arriesgar la libertad, por ponerte a pensar cosas raras", dijo.

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EL DIARIO digital

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El exrector de la UNLPam, Sergio Baudino, afirmó este martes en el tercer juicio de la Subzona 14 que la represión ilegal en el país generó "una cultura el no te metás, el no arriesgar la libertad, por ponerte a pensar cosas raras".

"Eso fue fruto de una gran represión. Había un discurso único, hasta el 83 estuvieron prohibidas las actividades políticas. Fue un sistema aplastante", dijo durante su testimonio.

Baudino destacó los juicios, agradeció a la militancia, planteó la imposibilidad de perdonar y reclamó a los represores un gesto de arrepentimiento. Ya había declarado en el segundo juicio. Pero esta vez hizo un testimonio con menos angustia y conmoción, al que añadió un lúcido y extenso análisis de las consecuencias de la última dictadura, más allá del sufrimiento de las víctimas directas.

Esta semana continúa la ronda de testigos en el juicio de la Subzona 14. Declararon hoy Luis Barotto (pareja de Raquel Barabaschi), Baudino y Graciela Bertón (hija de Samuel Bertón, de Jacinto Arauz).

Para mañana convocaron a dar testimonio a Rosa María Audisio, Pedro Belliardo, Jorge Luis Canciani y María Inés Cortada. Durante la semana pasada ya declararon las víctimas querellantes. Este martes no estuvieron presentes los imputados Riffaldi y Greppi. Baraldini solamente conectó el audio de su dispositivo.

Un víctima, todas las víctimas

Baudino fue secuestrado durante su época de estudiante en la dictadura militar. Ya declaró en el segundo juicio. "Este juicio es en sí un acto de justicia, implican un resarcimiento al daño, el hecho de poder exteriorizar lo que uno le tocó vivir, y contarlo a un tribunal que es incuestionable y que la dictadura nos negó cuando éramos acusados", dijo al principio.

"Fuimos injustamente perseguidos y hoy tenemos la oportunidad de que nos escuchen quienes nos reprimieron, con un tribunal independiente y todas las garantías de la defensa en juicio", destacó la posibilidad de reparación.

De todos modos, Baudino no dejó de señalar que en los juicios también hay una deuda, ya que no alcanzaron a sancionar el protagonismo de la parte civil en la última dictadura militar. "El juicio es un resarcimiento, no completo. ¿Cuántas personas dejaron de estudiar, cuántos acallaron sus pensamientos sociales y políticos porque sabía que era peligroso pensar?", se preguntó.

"Se hizo una cultura ''''el no te metás'''', el no arriesgar la libertad, por ponerte a pensar cosas raras. Eso fue fruto de una gran represión. Había un discurso único, hasta el 83 estuvieron prohibidas las actividades políticas. Fue un sistema aplastante", dijo.

"No fui víctima solo yo personalmente. Una de las principales víctimas fueron mis padres, gente de trabajo, soy único hijo. En Caleufú tenían un pequeño negocio y para poder ir a visitarme a La Plata trabajaba todo el día, viajaba 800 kilómetros en colectivo, y cuando llegaba a la U9, ahí sufría vejámenes en las requisas previas también durante dos años y medios. Ellos también fueron víctimas", lamentó.

"Yo me organicé con una autorepresión. Duró toda mi vida. Puse el centro, me volqué a demostrar a todos que era una persona correcta y, al mismo tiempo, con esa decisión, creía garantizarme una no discriminación para la familia que construí. Esa autorepresión fue muy marcada en los años posteriores a la prisión, salí a la calle, pero desde ahí hasta fines del 82 que se comenzaron a vivir otros aires, mi decisión fue muy marcada", confió.

"Con la democracia no cambió todo de golpe, se comenzó a luchar por los derechos humanos, estuvo el Nunca Más, fue un avance, pero ahi mismo se receptaba la teoría de los dos demonios, ponían a la misma altura situaciones que no lo son", mensuró.

En ese camino, el exrector mencionó como hitos negativos las leyes de punto final, obediencia debida y los indultos. "Yo tomo como un dato muy importante que en Tucumán lo hayan elegido gobernador a Bussi. Luego fue electo Patti aunque no pudo asumir. Son pinceladas de que la represión no cedía, que todos los intereses que organizaron la dictadura estaban latentes y renuentes a dar una vuelta de página y comenzar otra forma de vivir en el país. Quienes participaron de la represión nunca reconocieron que lo que hicieron estuvo mal, se niegan a dar información sobre los desaparecidos, no hay un arrepentimiento", remarcó.

Dijo que todo eso lo hizo "mantener durante muchos años la estrategia de superviviencia, me abstuve de militar", confesó. En 2009, finalmente, retomó viejas banderas de la vida universitaria y terminó elegido como rector un año después, lo que consideró "una gran reivindicación".

Baudino mencionó que las víctimas directas asumieron el "miedo" de que la sociedad creyera el discurso oficial de que pertenecían a la guerrilla y otros fantasmas. "Hubiéramos sido unos parias", especuló, para destacar la lucha por la memoria, la verdad y la justicia que pudo quebrar el discurso único de la dictadura.

En su testimonio, se animó incluso a ubicar como "víctimas" a los familiares de los represores, que vieron afectadas sus proyectos de vida y sus relaciones, que se vieron forzados a avalar o a desligarse lo que hicieron ellos.

"Hubo mucho dolor, mucho daño. No se puede perdonar. Los delitos practicados por el estado son de lesa humanidad, imprescriptibles. Es imposible perdonar, más aún si los propios autores no muestran ninguna señal de arrepentimiento", dijo.

De todos modos, aclaró que "nunca me ganó el rencor, el odio, logré vivir sin odios afortunadamente, logré ponerme metas con ilusiones, entusiasmo y mucho trabajo".

Baudino fue detenido el 23 de febrero del ''''77 por personas vestidas de civil que fueron en un Chevy a la casa que alquilaba con otros estudiantes, en la calle Centeno. Con el tiempo identificó en las fotos al represor Reinhart. Estuvo secuestrado en la Primera, donde lo interrogaron vendado y le aplicaron picana eléctrica en el pecho y trompadas con un guante de boxeo. Quebrado por la tortura, terminó firmando una declaración, para no recibir más tormentos, en la que aceptaba pertencer al PCR, algo que "no era real".

Lo llevaron después en la U4, y finalmente fue trasladado a la U9 de La Plata, donde le concedieron la libertad vigilada recién el 17 de octubre del ''''79. Pudo culminar sus estudios como contador gracias a la solidaridad de algunos amigos y en el estudio Saez le dieron trabajo, algo que consiguió "borrar" el miedo a ser discriminado.

"Estoy convencido de que mis torturadores me imponían una cadena de vejámenes y sufrimiento que no se condecía con algo real. Ellos sabían, supongo que necesitaban esa declaración para conformar un panorama, que luego se ve cuando hacen el juicio, encausan a varios, relacionados con PCR y la FAUDI, como si hubiera una asociación ilícita para imponer un régimen por la fuerza. Las pruebas que aportan son las declaraciones sacadas en la tortura", indicó.

"El juez federal no era independiente, decían que concurría al regimiento de Toay, no podía actuar con independencia. El propio fiscal, que nos tenía que acusar, pidió el sobreseimiento de todos. Y el juez no hizo lugar, pero cambió el enfoque de la acusación, y usó otros artículos, de leyes de la dictadura, de alguna manera quitó eso que se buscó con mi declaración, que éramos un grupo organizado y peligroso. Finalmente nos dictó la falta de mérito", completó.

"Tuvieron colaboración"

"Tuvieron colaboración para hacer lo que hicieron. No se podía llevar a cabo el desastre que hizo la dictadura sin la connivencia civil, eclesiástica y también judicial", remarcó este martes Luis Alberto Barotto, durante su declaración en el juicio de la Subzona 14.

Barotto fue secuestrado con 22 años como miembro del centro de estudiantes de la UTN de Pico dos veces, la primera antes del golpe por estar en la toma pacífica que resistía la intervención y luego dos días después del 24 de marzo.

Barotto recordó que la CGT local, con Carlos Aragonés a la cabeza, intentó copar la facultad con apoyo de la patota de Rodolfo Ponce, de la triple A de Bahía Blanca. Los acusaba de "subversivos" y "trapos rojos". A principios del ''''75 la policía ingresó a la universidad y fue detenido el grupo de estudiantes por primera vez, liberado tres días después. La gestión de la UTN fue descabezada, el rector Agaya detenido y la sede ocupada con matones con armas largas. Recordó que realizaron volanteadas y levantaron firmas para recuperar la facultad usurpada. En la causa judicial que se inició quedaron libres de culpa y cargo.

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Recordó que en diciembre del ''''75 Baraldini encabezó un allanamiento en la casa de su novia, Raquel Barabaschi, buscando armas y revolviendo el lugar. La secuestraron y a la semana recién se enteraron de que estaba detenida en la Seccional Primera.

Barotto aseguró que Aragonés y Marín, en diciembre del ''''75, fueron a pedir la intervención de la provincia porque tenía un ministro "marxista", Santiago "Cholo" Covella, que había sido estudiante avanzado y había participado en la toma de la UTN. "Eso selló nuestro destino de tortura y cárcel cuando llegó el golpe", interpretó.

El día del golpe le llegó una nota para presentarse en la comisaría. Allí quedó detenido, junto a otras personas. Lo maltrataron. "Cantá donde están las armas, tus compañeros ya cantaron", le gritaron. Al otro día los trasladaron en un celular hasta la Primera de Santa Rosa, entre otros, con Aragonés, y enseguida lo pasaron a la Colonia Penal. Allí vio "golpeados y dañados físicamente" a Covella y Ricardo Calvo, su secretario.

"Todos los días sacaban grupos de noche y nos enterábamos de que los torturaban a mansalva. Una noche nos trasladaron en un celular y bajaron a los demás y a mí me dejaron solo. Tenía mucho miedo. Al rato salieron y empezaron a ir hacia el centro y me llevaron a la Brigada, en la Raul B. Díaz", relató.

En la Brigada lo encapucharon y lo sentaron en una habitación con una radio encendida, con música sacra. "Después de una hora se sentó al lado una persona y me empieza a preguntar dónde estaban las armas, nos culpaban de la muerte de un policía en el aeródromo que se había caído arriba de un calentador, de qué célula éramos. Yo decía que no tenía nada que ver. Al rato volvió y me sacó la venda y se presentó como el oficial Guiñazú, me hace firmar una declaración y me trasladaron nuevamente a la cárcel", completó.

Dijo que un penitenciario de apellido Aimar les advirtió un día que "tengamos cuidado con Aragonés porque a la noche lo llevaban y contaba todo lo que conversábamos".

Por otra parte, contó que les hicieron una causa federal por el hurto de un mimiógrafo, pero consiguieron la factura de la compra a nombre del centro de estudiantes. Los llevaron unos días a la Primera por esa causa. Y ahí escuchaban los gritos de las torturas a la noche. Estaba muy compungido porque sabían que allí estaban las mujeres estudiantes de la UTN. Vio allí golpeado y torturado a Roma y Bedis. Dijo que entre los presos nombraban a los represores Cenizo, Fiorucci, Guevara Nuñez, Constantino, Yorio, y Reinhart, que "era conocido por la voz de pito y era el que manejaba la picana eléctrica".

Finalmente le otorgan la libertad vigilada, durante varios años. Su novia había quedado confinada en el campo de los padres, en Winifreda, y él tenía que avisar en las comisarías de Pico y del pueblo de su salida y llegada. En el ''''77 lo detuvieron en Santa Rosa durante seis horas por un choque con una hija de Fiorucci. Recordó también que tuvieron dificultades para conseguir trabajo porque le saltaba el antecedente de la detención.

Barotto le apuntó a la "connivencia política" con los represores. Dijo que con la vuelta de la democracia, desde el gobierno de Rubén Marín los convocaron para declarar en un sumario contra los policías, pero a la noche. "Fue muy feo. Estuvimos como hasta las 3 de la mañana. Querían que Raquel declare en la planta alta, no quiso subir dónde la habían torturado. Fue bastante complejo eso", lamentó.

Dijo que a pesar de ese sumario en el ''''94 ascendieron a los represores Reinhart, Marenchino, Gatica, entre otros, a pesar de que se conocían los hechos. "Fueron colaboradores de la dictadura también", señaló. También mencionó que Oscar Jorge fue funcionario del BLP durante la dictadura. Y que Marenchino fue "puntero político" de Verna en Castex.

"Tuvieron colaboración para hacer lo que hicieron. Los intendentes fueron radicales, del Mofepa, también peronistas. No se podía llevar a cabo el desastre que hizo la dictadura sin la connivencia civil, eclesiástica y también judicial", opinó.

Mencionó que el represor Baraldini formó parte de los carapintadas -"siempre trató de imponerse a sangre y fuego, no tienen otra capacidad"-, luego se fugó a Bolivia, en el segundo juicio fue condenado, y él se lo encontró en Buenos Aires violando la prisión domiciliaria. "Ahora no aparece por una situación cognitiva. Quiero diferenciar la clase de persona que somos las víctimas con respecto a los torturadores", señaló.

Evocó a las víctimas que fallecieron sin llegar a los juicios y a Stella Maris Barrios que fue violada en el traslado de Pico a Santa Rosa. "Todos estos traumas los fuimos llevando de la manera que pudimos", reflexionó. Y agradeció el acompañamiento de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

"Las heridas del alma no se curan"

"Fue muy difícil para nosotros recobrar la paz, las consecuencias de la tortura directa se curan y las heridas del alma probablemente no", dijo ayer Graciela, la hija de Samuel Ezel Bertón, ya fallecido.

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él se desempeñaba como mecánico en la localidad pampeana de Jacinto Aráuz, pero integraba la comisión de apoyo al secundario, del cual era uno de sus fundadores. Fue detenido mientras alistaba maquinaria agrícola el 14 de julio de 1.976 en esa localidad en el marco de un operativo militar a cargo de la Subzona 1.4 que ocupó el pueblo ante la presunción de que había actividades "subversivas" en el colegio.

Fue llevado a la Comisaría local en calidad de detenido, posteriormente vendado y esposado, fue conducido al Puesto Caminero cercano a Jacinto Aráuz, donde es interrogado y torturado por medio de golpes de puño y con guantes de box, aplicación de picana eléctrica y simulacro de fusilamiento.

Al día siguiente fue trasladado, junto a los docentes cautivos, a la U. 4 de Santa Rosa, siendo retirado de la misma, a los tres días, para un interrogatorio en la Brigada de Investigaciones donde padeció torturas e interrogatorios vendado y sometido a prácticas de asfixia por el denominado "submarino seco". En la U. 4 permaneció detenido 45 días en total, según estima, hasta que fuera dejado en libertad.

"Durante tres días el pueblo en su totalidad fue blanco de un desmesurado y violento operativo de represión. No solo fueron víctimas los detenidos directos, sino todos los compañeros del colegio que vieron delante de sus propios hijos como fueron secuestrados y sacados de sus aulas profesores y profesoras, y llevados al puesto caminero", evocó Graciela, que tenía 14 años al momento de la detención de su padre.

"Sitiaron durante tres días el pueblo e hicieron allanamientos de noche sin ningún tipo de miramientos, actuaron 150 miembros de la Federal, la Policía Provincial y el Ejército, con un helicóptero y tanquetas. Semejante movimiento no pudo ser desconocido por De Bartolo, uno de los acusados aquí presentes", remarcó, en alusión al militar que afronta por primera vez en juicio.

El mecánico Bertón falleció a los pocos meses de la recuperación de la democracia. Por eso Graciela en el juicio resaltó que ella, que era una adolescente, se transformó con los años en uno más de los "agentes para dar testimonio" de los delitos cometidos durante la represión ilegal. "Quiero que se tenga en cuenta el rol de los testigos que estuvimos ahí, que pasamos por esas circunstancias, que no somos víctimas directas pero si sobrevientes de muchas situaciones, y damos testimonio cuando nuestros padres ya no lo pueden hacer", subrayó.

La mujer también repitió la responsabilidad de los civiles que denunciaron a los profesores del colegio con "rumores sin ningún tipo de fundamento, que rodó como una bola de nieve que se hizo cada vez más grande, y que la Subzona 14 usó como excusa para esa tremenda acción violenta e invasiva de la privacidad de todas las personas del pueblo, no solo de las que estaban en el listado".

La testigo recordó que su padre se convirtió en un "fantasma del que era" cuando recuperó la libertad sin que precisaran nunca una acusación en su contra. "Mi papá era una persona de bien, entonces eso lo acompañó toda su vida, hasta el último aliento, de que en cualquier momento puede aparecer alguien y te pone la vida patas para arriba y te cambia todos tus valores, tener miedo, y eso lo acompañó hasta el último día de su vida", completó.

Cinco imputados

Cabe recordar que el juicio tiene por ahora cinco imputados. Dos de los procesados ya quedaron afuera: uno es el militar Gerardo José Jáuregui, quien falleció a fines del año pasado. El otro es el policía represor Roberto Fiorucci, quien por su estado de salud ya había sido apartado del segundo juicio.

Los acusados por primera vez en estos juicios son el militar Jorge De Bártolo y el comisario Humberto Riffaldi, y también están imputados el exjefe de la Policía Luis Baraldini, el exsecretario de la Gobernación Néstor Greppi y el expolicía y represor Carlos Reinhart.

Se incluye por primera vez en los juicios a los represores pampeanos un delito de índole sexual. Hay dos casos de secuestro y abuso sexual deshonesto con acceso carnal. Una de las víctimas es Stella Marys Barrios, que era estudiante y fue violada durante el traslado de Pico a Santa Rosa por una patota policial. Antonio Nolberto Ponce sufrió un abuso sexual

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