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EL DIARIO digital
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Un innovador estudio científico determinó que el cinturón de asteroides, la vasta colección de fragmentos rocosos y helados que orbita el Sol entre Marte y Júpiter, está desapareciendo. Esta región, considerada un registro fósil de los primeros instantes del Sistema Solar, no es una estructura estática, sino un sistema en constante desgaste.
La investigación, liderada por Julio Fernández, de la Universidad de la República en Uruguay, calculó con precisión la velocidad de esta pérdida: cada año, el 0,0088% de la porción de asteroides que aún participa en colisiones se pierde. Aunque la cifra parece minúscula, proyectada a miles de millones de años, revela un proceso de declive constante que lentamente borra una de las regiones más emblemáticas del espacio.
La influencia implacable de Júpiter
El cinturón de asteroides se extiende entre 314 y 508 millones de kilómetros del Sol. Su destino está marcado por la compleja danza gravitacional de Júpiter, que hace 4600 millones de años impidió que todo ese material se uniera para formar un planeta. La masa restante hoy apenas equivale al 3 o 4% de la masa de la Luna.
Las resonancias gravitacionales (interacciones periódicas con los tiempos orbitales de Júpiter, Saturno y Marte) actúan como el mecanismo principal de dispersión, empujando a los cuerpos hacia el Sistema Solar interior, donde se encuentra la Tierra, o expulsándolos hacia la órbita de Júpiter.
Cerca del 20% de la masa perdida se convierte en fragmentos que cruzan la órbita terrestre, con potencial de ingresar a la atmósfera como meteoros.
El 80% restante es triturado por colisiones y reducido a polvo meteórico, dispersándose y contribuyendo al brillo difuso del polvo zodiacal.
Los objetos más grandes y estables, como Ceres o Vesta, quedaron fuera de este estudio, ya que su tamaño les permite resistir el proceso de desgaste.
Consecuencias para la historia de la Tierra
El estudio no es solo un ejercicio académico, sino que tiene implicaciones directas para nuestro planeta. Si se proyecta la tasa de pérdida hacia atrás, el cinturón debió ser al menos un 50% más masivo hace unos 3500 millones de años, con una velocidad de pérdida aproximadamente el doble de la actual.
Esta estimación coincide con la evidencia geológica en la Luna y la Tierra, que muestra que en aquellos tiempos la tasa de impactos cósmicos era mucho mayor. A medida que el cinturón perdió masa, el bombardeo cósmico disminuyó hasta llegar al goteo estable que experimentamos hoy.
Comprender el ritmo de este desgaste ayuda a modelar mejor los riesgos futuros de asteroides cercanos a la Tierra. Además, confirma que nuestro planeta primitivo experimentó intensos bombardeos que pudieron influir en la evolución atmosférica e incluso en el origen de la vida, al traer agua y compuestos orgánicos.
La investigación transforma la percepción del cinturón de asteroides de una estructura fija a un sistema dinámico que se transforma lentamente. La conclusión es clara: el cinturón de asteroides no es eterno y está condenado a un declive progresivo, obligando a los astrónomos a repensar los registros geológicos más antiguos del Sistema Solar.