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EL DIARIO digital
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La Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Educación de La Pampa atraviesa uno de sus momentos políticos más contradictorios en los últimos años. En plena negociación paritaria y cuando el Gobierno provincial pidió unos días para contar con datos de inflación actualizados y precisiones sobre la deuda que Nación mantiene con la provincia, la dirigencia del gremio decidió levantarse de la mesa y dar por "cerrada" la paritaria docente. Era el 27 de noviembre. No hubo espera, ni cuarto intermedio: hubo portazo.
Ese movimiento, leído por amplios sectores de la docencia como una postura más gestual que estratégica, derivó en un paro de 24 horas el 4 de diciembre. Mientras tanto, el resto de los gremios estatales agrupados en la Mesa Intersindical mantuvo la negociación abierta y continuó discutiendo con el Ejecutivo. Nadie más se levantó, nadie más declaró concluida la paritaria. Solo UTELPa.
La decisión dejó al sindicato aislado y, sobre todo, sin una mesa formal donde canalizar reclamos frente a un escenario que se sabía complejo: caída del poder adquisitivo, tensión fiscal y negociaciones nacionales abiertas. Y ese aislamiento se evidenció con rapidez.
Cuando el Gobierno anunció que el aguinaldo se pagaría el 23 de diciembre y los salarios el 30, UTELPa exigió lo que semanas antes había descartado: la urgente convocatoria a una paritaria salarial. La misma paritaria que el gremio había cerrado de manera unilateral.
Ese giro brusco dejó a la conducción Celeste-Violeta bajo críticas internas y externas. En un comunicado, UTELPa argumentó que la situación generada por el desdoblamiento salarial "implica un claro retroceso en derechos laborales y salariales", y que el contexto de pérdida de poder adquisitivo vuelve imprescindible retomar el diálogo. Sin embargo, el planteo quedó envuelto en una inconsistencia evidente: no hay diálogo que retomar cuando el propio gremio se retiró antes de que hubiera una propuesta salarial sobre la mesa.
Interna caliente
La crisis de representación no es nueva, pero en este conflicto quedó expuesta con mayor nitidez. La conducción oficialista viene perdiendo terreno en las bases docentes y la oposición especialmente el espacio Rosa-Verde y Lila ha ganado presencia, hecho que se vio reflejado en las últimas elecciones de Tribunales de Clasificación, donde la Celeste-Violeta sufrió un revés significativo.
Ese sector opositor no tardó en marcar posición: acusó al Gobierno provincial por el ajuste, pero también responsabilizó a la conducción de UTELPa por su falta de estrategia y su "distancia de la realidad escolar". En un comunicado contundente, afirmaron que "el diálogo está roto" y reclamaron "cambiar interlocutores" en la representación gremial.
La crítica interna fue más allá: señalaron que la conducción minimiza los conflictos y actúa sin construir consensos, lo que dicen deteriora la relación con la docencia. El levantamiento intempestivo de la paritaria y el posterior pedido desesperado de reapertura se convirtieron en la prueba más palpable de esa pérdida de brújula política.
Un gremio descolocado
Mientras otros sindicatos estatales siguen negociando y manteniendo abiertas las instancias formales, UTELPa quedó atrapada entre sus propias decisiones y la presión de una base docente que enfrenta un fin de año marcado por salarios rezagados, incertidumbre y malestar.
La conducción Celeste-Violeta, debilitada por la avanzada opositora y por el error táctico de haberse levantado de la paritaria sin plan alternativo, intenta ahora recuperar la iniciativa pidiendo lo que semanas atrás rechazó. Pero la pregunta que sobrevuela las escuelas es simple: ¿qué ganó el gremio cerrando la paritaria, más allá de profundizar su aislamiento y su crisis interna?
En un contexto de ajustes y tensiones, UTELPa aparece sin una estrategia clara, discutiendo más hacia adentro que hacia afuera y dejando un espacio vacío en la defensa de los intereses docentes que otros sectores empiezan a ocupar con cada vez más legitimidad.