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EL DIARIO digital
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Hijo de inmigrantes italianos, Vittorio Vairoleto y Teresa Mondino, en el seno de una familia de seis hijos, Juan Bautista se crio en escenarios de fuerte asimetría social.
Su familia se vincula al proceso de colonización de la llanura pampeana: arrendamientos de tierras, contratos restrictivos, trabajo pesado para los peones y condiciones que ya al principio del siglo XX hablaban de tensiones sociales ocultas.
Este trasfondo ayuda a comprender por qué su figura emergió como la de alguien que no solo huía de la ley, sino que encarnaba una especie de respuesta frente al poder latifundista y al aparato policial en el oeste pampeano.
De peón a forajido
La vida de Bairoletto dio un vuelco a comienzos de la década de 1910-20 cuando su vínculo con la región de La Pampa y la disputa amorosa con un cabo de policía, Elías "el turco" Farach, lo pusieron en un enfrentamiento directo con la autoridad.
El episodio se volvió emblemático de su vida: la muerte del agente en 1919 marcó, simbólicamente, el nacimiento de la leyenda.
Durante los años siguientes, operó como cuatrero, forajido, con múltiples alias (José Ortega, Francisco Bravo, entre otros) y su caminar errante por La Pampa, San Luis y Buenos Aires lo convirtió en figura de persecución firme por la policía y, al mismo tiempo, en referente popular entre campesinos, peones y chacareros.
Mito y contradicción
Bairoletto es al mismo tiempo «héroe» y «delincuente» dependiendo del cristal con que se lo mire. Para algunos, fue un bandido violento y sanguinario; para otros, el "Robin Hood de las Pampas", que robaba a los ricos para repartir entre los pobres.
El escenario de la llanura pampeana con su monte de caldenes, sus haciendas dominantes, los peones explotados y una policía rural potente pero muchas veces desbordada fue el ámbito donde su figura se construyó como símbolo.
Finalmente, el 14 de septiembre de 1941, Bairoletto encontró su fin en un rancho de Colonia San Pedro del Atuel, Mendoza luego de que un amigo lo denunciara a la policía.
Algunos testimonios sostienen que se suicidó antes de caer capturado, para evitar el deshonor.
Pero en su muerte nació un mito: su tumba en General Alvear se convirtió en lugar de peregrinación, su nombre en emblema de resistencia y su relato en parte del folclore del oeste argentino.