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EL DIARIO digital
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Apenas solo horas después del cierre de las urnas de las Elecciones Legislativas 2025, la precaria unidad del peronismo pampeano se hizo añicos. La fractura interna, marcada por la "bravuconada" pública del exgobernador Carlos Verna al mediodía, alcanzó su punto de ebullición esta noche en la sede partidaria de Santa Rosa.
El detonante fue la irrupción del intendente Luciano di Nápoli y su séquito. El grupo ingresó a la sede cantando "para Luciano, la conducción", un claro desafío al liderazgo del gobernador Sergio Ziliotto, luego de la buena performance del PJ en la capital pampeana que le permitió ganar, aunque de manera ajustada, la provincia.
El salón, donde se encontraban las líneas mayoritarias del PJ esperando los resultados, se convirtió de inmediato en un escenario de extrema hostilidad.
La respuesta fue inmediata y teatral: los dirigentes, militantes y funcionarios alineados con Ziliotto abandonaron el búnker para ubicarse en la vereda bajo una orden que les habría dado -supuestamente- Elsa Labegorra, la jefa de campaña del peronismo. Entre quienes se retiraron se encontraban figuras provinciales de peso como Jorge Lezcano junto a su columna de UPCN, Cintia Zalabardo, Érica Riboyra y Liliana Robledo, todos cercanos al mandatario provincial.
El gesto de repudio fue visible y organizado. Varios de los que se retiraron vestían remeras con un mensaje interno dirigido al jefe comunal: en la parte delantera se leía "Nos hicimos cargo de octubre", y en la espalda, el crudo acrónimo "LTA". Las habían repartido los propios dirigentes entre la militancia apenas empezaron a llegar al salón partidario.
El clima de tensión fue máximo, con intentos de agresión dirigidos al intendente santarroseño, obligando a una división física entre las dos alas del justicialismo.
Desde la vereda, los dirigentes desafiantes esperaron la llegada de Ziliotto con un mensaje de lealtad directa: "Vamos a esperar que venga el elector, el elector real, no el que está ahí arriba", lanzó Cintia Zalabardo -subsecretaria de Salud Social y Comunitaria- ante una pregunta de un cronista de El Diario. Fue en clara alusión a Di Nápoli, a quien a pesar de la perfomance en la capital provincial acusan de "no poner todo" en la campaña.
Uno de los cruces más fuertes con ese grupo los tuvo la actual secretaria de Gobierno municipal y pareja de Di Nápoli, Carmina Besga, quien a los gritos les recriminó que dejan entrar a sus militantes que habían quedado afuera de la sede del partido, bloqueados por el grupo "anti Copete".
En otro tramo de máxima tensión, mientras Besga llenaba de insultos a Labegorra (ausente en la jornada y en el último tramo de campaña por problemas de salud), hubo un intento de agresión hacia la funcionaria municipal.
"Los compañeros en lugar de estar contentos de que tuvimos un triunfo en la ciudad, que aportamos a recuperar el diputado que faltaba, que ganamos la provincia ante la ola nacional de Milei, en vez de estar contentos y festejando, están cumpliendo órdenes de una procesada, condenada y exonerada jefa del Partido Justicialista que dio la orden de insultar al compañero intendente de la ciudad", bramó Besga ante los micrófonos de los medios de comunicación.
El intendente, mientras tanto, se quedó en uno de los patios internos esperando que bajara la espuma.
La sombra de Verna.
Este estallido de la noche es la confirmación del derrumbe de la unidad que el PJ había intentado proyectar. Por la mañana, Carlos Verna ya había sembrado el caos al tildar de "Judas" a José Vanini y de "mala persona" al candidato Abelardo Ferrán. Justamente Vanini y "Paly" Bensusán -otro de los apuntados por Verna- fueron quienes negociaron "la tregua" con Besga y Di Nápoli en la tumultuosa jornada de la sede partidaria.
Todos terminaron juntos sobre el escenario, en una postal de sonrisas forzadas difíciles de creer.
La irrupción de Di Nápoli no hizo más que aprovechar la debilidad generada por Verna. El PJ pampeano, que viene de una interna fallida, encontró el momento exacto -la noche electoral- para exponer la profunda herida que atraviesa, y que ahora deberá digerir los resultados en medio de una crisis de conducción abierta e innegable.