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Inteligencia artificial vs. puestos de trabajo: el CEC y una inversión de 200 mil dólares

Una farmacia de AMUSIN incorporó un robot para la organización y despacho de medicamentos. Desde la entidad aseguran que no reemplaza a ningún trabajador e incluso mejora las ventas.

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EL DIARIO digital

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La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) y la automatización en el mundo laboral genera, invariablemente, un debate cargado de incertidumbre: ¿es la tecnología una amenaza o una aliada para el empleo humano? Mientras la narrativa dominante suele inclinarse por el catastrofismo del "reemplazo masivo", el Centro de Empleados de Comercio salió a implementar en el mercado de Santa Rosa una visión supuestamente más matizada, donde la inversión en nuevas herramientas no solo no destruye puestos de trabajo, sino que puede -paradójicamente- generarlos y, sobre todo, dignificarlos.

El caso de las farmacias sindicales del CEC, detallado por el secretario general Rodrigo Genoni, sirve como un estudio de caso elocuente. La inversión de casi 200.000 dólares en un robot inteligente para uno de sus locales abre el debate. ¿No responde a una lógica de reducción de personal, sino de optimización y mejora ergonómica?

La implementación de esta tecnología ya lleva operando cuatro meses. "No reemplaza a ningún trabajador", enfatizó Genoni. El sistema, según defendió, acelera los tiempos de venta porque el personal ya no necesita buscar físicamente los medicamentos; el robot los entrega automáticamente. Esto libera a los empleados de tareas repetitivas y les permite enfocarse en la atención al cliente.

Desde una perspectiva tecnológica, este "cobot" (robot colaborativo) en la farmacia es un sistema de automatización de almacén y dispensación. Su eficiencia radica en la gestión optimizada del inventario y la rápida organización de medicamentos de alta rotación. Además, su capacidad para operar fuera del horario de farmacia implica una disponibilidad extendida del servicio, lo que redunda en mayor competitividad y, potencialmente, más volumen de ventas.

Contrario a la ecuación de "automatización = despidos", Genoni argumentó que una mayor eficiencia debería traducirse en más empleo. "Si vendés más porque atendés mejor, necesitás más manos", sostuvo el gremialista-empresario.

Esta lógica es tangible en los planes del CEC: no solo se ampliará la farmacia de Garibaldi, que es la de mayor volumen, sino que ya se está construyendo una nueva en el barrio Esperanza y hay planes para otra sobre la Avenida Perón, el nuevo corredor comercial de Santa Rosa.

El rol del Estado

Genoni, consultado por El Diario, no eludió el debate más amplio sobre el futuro del trabajo. Advirtió que "no va a volver el peronismo del '45 con grandes fábricas y miles de operarios. El mundo va hacia una robotización de todo: cajeros automáticos, estaciones de servicio, autoservicio en supermercados".

Sin embargo, el desafío, y aquí radica el punto crucial, es que esa inevitable evolución tecnológica "no puede derivar en exclusión ni desigualdad".

Aquí es donde entra en juego el rol fundamental del Estado. Si el avance tecnológico reduce drásticamente la necesidad de mano de obra en ciertos sectores, surge la pregunta existencial: "¿quién va a consumir? ¿Cómo se sostiene la rueda?".

Genoni planteó la imperiosa necesidad de repensar los modelos de negocio, la jornada laboral e incluso debatir si las ganancias obtenidas por la reducción de costos tecnológicos deben trasladarse al precio final para hacer los bienes y servicios más accesibles.

El ejemplo de la tecnología médica es revelador: clínicas que incorporan equipamiento carísimo mejoran la atención, pero si ese costo no es cubierto por las obras sociales tradicionales, el sistema se vuelve inherentemente excluyente. Esto expone una falla en la mediación estatal, que "no está a la altura de ese debate".

La visión es clara: la ciencia, la tecnología y la inteligencia artificial deben ponerse al servicio de mejorar la calidad de vida de todos, sin dejar a nadie fuera. El conocimiento generado por organismos estatales como el INTA y el INTI debería beneficiar a toda la sociedad, no solo a quienes pueden costearlo.

"Tenemos que abrir la cabeza, entender hacia dónde va el mundo y pensar qué rol vamos a ocupar en ese nuevo escenario. Pero siempre con una consigna clara: el trabajo humano y la dignidad de las personas no pueden quedar afuera", evaluó Genoni.

Un desafío tecnológico que es, en su esencia, profundamente social y humanístico.

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