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EL DIARIO digital
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Fue parte de momentos históricos de la provincia, como ser profesor en la creación de la universidad y un paso por la función pública como director de Tierras del gobierno de Ismael Amit.
Estuvo a cargo de un proceso fundamental: el otorgamiento de títulos de propiedad y arrendamientos a los puesteros del oeste pampeano en la década del '60.
Cunquero creció con sus abuelos porque su madre murió a poco de su nacimiento. "Después de criar cinco hijos, mis abuelos nos criaron a nosotros, tres bebés. Yo tenía meses y mi hermana 4 años y otro hermano de 2", recordó en una entrevista con El Diario.
Primero vivió en Villa Urquiza y después en Villa del Parque. "Fui hijo de andaluces. Ellos, a donde iban, tenían quinta y gallinero. Como mis abuelos. Ellos iban donde había quinta", dijo.
"Allí aprendí el amor a las plantas, veía lo que hacían ellos", contó. "A los 10 años le pedí a mi padre un trozo de tierra para mi quinta propia. Sembraba todo lo que había en la cocina. Y también compraba los sobrecitos", dijo con orgullo Cunquero. Tenía flores, frutas, verduras. "Hacía el germinador", agregó.
En ese pequeño terruño del patio Surgió la vocación de ser ingeniero agrónomo, que creció cuando fueron a vivir a una cuadra y media de la Facultad de Agronomía de la UBA, que se transformó en el lugar de paseo por esos años. Por los ojos entraron los delantales blancos y el clima de estudio de esas 96 hectáreas enclavadas en la ciudad porteña.
Mientras se construía el Obelisco estudiaba el secundario en el Colegio Nacional 'Nicolás Avellaneda', al que iba caminando solo. "Son tiempos tan distintos", señaló. Paseaba por las tiendas Gath & Chave (su padre era empleado) y su abuelo era guardabarrera. En uno de esos cambios de destino vivió en Capilla del Señor, en Exaltación de la Cruz a 80 kilómetros de Buenos Aires.
"A los 26 años me recibí de ingeniero agrónomo. Fui a buscar trabajo en el Ministerio de Agricultura. Se conseguía fácilmente porque no había muchos profesionales", recordó. Había pocos porque esa formación, solo se hacía en las universidades de Buenos Aires y La Plata.
Ese primer trabajo consistió en un puesto en una escuela tambo-cabaña de Entre Ríos. "Era profesor profesional. Fue buena experiencia. Porque aprendimos. De la facultad salíamos con mucha teoría de 40 materias, pero faltaba la práctica. Hasta lloré", reconoció.
Después de un año lo pasaron a la Dirección de Tierras. Lo destinaron a la revisión de las Tierras Fiscales en el gobierno de Perón en el año 1953. "En la Patagonia, y en el norte en Chaco, Formosa y Misiones. Hicimos estudios agroeconómicos", señaló. Conoció las enormes explotaciones de los Menéndez-Behety.
"Aprendí a ser ingeniero agrónomo. Apliqué los conocimientos", apuntó. El objetivo fue la de regularizar los títulos de propiedad.
Luego recaló en Horco Quebracho Colorado, una estancia de Córdoba de 10 mil hectáreas. "Analizábamos las plantas y determinábamos la edad. La idea era explotar por zonas (rodales) y rotar. Y a los 20 años que la primera zona haya vuelto a crecer el bosque. La idea era mantener el monte a perpetuidad", detalló. Se llamaban estudios dasocráticos: fue la llave que lo trajo a La Pampa.
En 1957 llegó a Eduardo Castex. "Nos vinimos con un colega. Hicimos unos 40 trabajos. Llegábamos a Telén, Luan Toro o Victorica y nos esperaban seis o siete productores. Pero al año siguiente la producción decayó porque los constructores de edificios dejaron de lado el caldén (que se oscurece mucho) para los pisos de parquet. Empezaron a elegir el roble y el eucaliptus", contó Cunquero.
Mientras estaba en Eduardo Castex, el director de Tierras, Nata Vera lo invitó a trabajar en el gobierno de Amit. Con la experiencia de tierras fiscales de la Nación, enfrentó la situación del oeste pampeano.
"Recorrí todo el oeste. Durante 10 años. Me dediqué a inspeccionar las Tierras Fiscales. Empezamos a otorgar títulos", rememoró. Le dieron un Jeep, descapotado. Recorría Santa Isabel, Algarrobo del Aguila y Puelches. Con el agrimensor Luis María Ares realizó la mensura.
"Ese trabajo en el oeste y estar frente a un aula fue lo mejor de mi vida", confesó Cunquero. "Amit me decía que era el mejor director que tenía", aseveró, sin negar la amistad con el ex gobernador.
Cuando llegó la intervención tras el derrocamiento de Illía, la intervención militar no le permitió seguir en la dirección de Tierras. "Me decían que por el trabajo en el oeste que tenía ideas de izquierda", afirmó.
Ya llevaba varios años en la universidad (desde su creación), compartiendo cátedra con una eminencia: el ingeniero Guillermo Covas. "Era adjunto de él. Cuando se iba, porque viajaba a Europa y era asesor en Sudáfrica, yo quedaba a cargo de la cátedra", dijo.
Pasó a ser full-time en "Morfofología y sistemática vegetal", y pasó a dictar otra materia, ad honorem, "Introducción a la Botánica", que dictaba para cinco carreras. Una carga enorme que hizo sin retribución alguna. Se jubiló en los años '90 de la actividad docente.
Cunquero reconoció que "fue egoísta": lo dijo porque se dedicó a su profesión. Se casó en el año 1978 con Ana Maria Orpelli con quien compartió 34 años de su vida hasta que enviudó. "Viajamos todos los años por distintos países", contó emocionado de esa etapa.
Hasta hace poco, los viajes, eran su recreo. Sus últimos viajes fueron en el Tren Transiberiano y en el Tren Cantábrico. "Hasta que llegó la pandemia. Y nos encerramos", subrayó.
Horacio Cunquero, que solo toma pastillas para la hipertensión, confesó el sabor amargo de cumplir 100 años. "Es un dolor ver morir a los amigos y a los familiares", admitió. Esa herencia del encierro de la pandemia también la lamenta por la soledad del departamento. Pero disfruta de los tiempos actuales: "uso mucho Facebook. Conozco Instagram y Twitter (X). Leo el diario La Nación: me lleva todo el día".
Y reflexionó: "lo que quiero decir es que todo lo que hice lo hice con mucho amor. Para mí estar frente al aula era sentirme un rey. Era algo maravilloso. Y trabajar con los pobres del oeste fue una satisfacción muy grande". Este lunes celebrará con sus sobrinas y sus amigos un siglo de vida.