La Pampa

Malvinas: a 42 años del ataque al Sheffield del que participó un pampeano 

El 4 de mayo de 1982 dos aviones de la Armada, uno piloteado por un pampeano, hirieron de muerte al destructor inglés, que se hundiría días después. El ataque supuso un fuerte impacto emocional para los británicos, que se replantearon cómo seguir el conflicto bélico y pasó a la historia como un hito táctico por la combinación avión explorador-avión de ataque.

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EL DIARIO digital

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Todos los 4 de mayo se conmemora el Día de la Aviación Naval Argentina en recuerdo del hundimiento del destructor inglés Sheffield en la Guerra de Malvinas de 1982, operación de la que participó el pampeano Augusto Bedacarratz, piloteando uno de los aviones que dispararon los misiles Exocet. "No soy ningún héroe, sólo cumplí una misión", repite Bedacarrtz cada vez que se le pregunta sobre lo sucedido la mañana del 4 de mayo de 1982. "Yo nací en un pueblo cercano, en Villa Maza, y viví siempre en Macachín, donde fui a la escuela primaria. Nunca pensé en ser piloto de avión. Todos en mi familia eran agricultores", dice el hombre, que hoy camina hacia los 81 años y es productor agropecuario. 

El capitán Bedecarratz, como se lo cita en Macachín, ha comentado en distintas entrevistas que "a los 16, ingresé a la Escuela Naval, de la cual egresé en 1965, como oficial y posteriormente, en 1967, ingresé al curso de entrenamiento de vuelo naval. Finalmente, la aviación naval fue mi vida y mi pasión".

En 1981 la dictadura militar Argentina compró a Francia aviones Super Etendard con misiles antibuques Exocet. "Fuimos enviados a la Aviación Naval Francesa, para darnos una formación básica de 50 horas en los Super Etendard", recuerda.

Bedacarratz tenía 40 años y era el segundo comandante de la escuadrilla de aviones Super Étendard. El otro piloto era Armando Mayora, que tenía 28 años. Ambos habían sido seleccionados, junto con otros ocho pilotos, como parte de la escuadrilla para volar los aviones monoplaza en parejas. Las duplas se había compuesto por el piloto más experimentado junto con el más joven.

"Para 1982, en el momento de Malvinas, en la Armada ya llevábamos 66 años operando en el mar, teníamos experiencia y habíamos aprendido lecciones importantes, que nos habían costado sangre y vidas. El área de ataque, en particular, había tenido un progreso, habíamos cumplido con toda una secuencia que nos había llevado a poder volar el Super Étendard, que tampoco fue una decisión casual la compra de ese avión. Era muy competitivo a nivel mundial, porque tenía tecnología que nosotros no habíamos manejado, como radar de búsqueda, centrales inerciales y un montón de equipamiento que para ese momento era muy importante", recordaron los pilotos. 

"Cada avión llevaba un misil, que no era un tema al azar, sino que se había determinado que lanzando dos misiles sobre un mismo blanco, en forma simultánea, la probabilidad de impacto era el 90%", explicaron. 

(Foto: el Super Etendard (3-A-202) portando el misil AM-39 Exocet)

Aviones, misiles, radares

En una entrevista de hace unos años, Bedacarratz explicó que "en este tipo de ataques, en general, hay una distancia de mil metros más o menos entre los aviones, que manteníamos el piloto líder con el numeral. El trabajo de comunicación era muy importante y se hacía a distancia, sobre la base de pulsaciones y códigos tipo morse. De esa forma no hablábamos y de hecho no lo hicimos desde el instante del despegue, excepto cuando recibimos finalmente y sorpresivamente una nueva noticia del Neptune. La última información que teníamos había sido dada dos horas antes y luego recibimos otra justo 15 minutos antes de hacer el lanzamiento. Fue sorpresivo, porque era muy eficiente todo, la secuencia de información del Neptune fue perfecta. Sin embargo, al momento de hacer el ascenso a una altura importante para detectar la flota, la gran sorpresa fue que no encontramos nada". Siguieron avanzando y volvieron a abrir el radar y aparecieron los buques. 

"El Exocert es un misil del tipo "tire y olvídese", porque es un misil inteligente, que sabe perfectamente bien lo que tiene que hacer una vez que se lanzó. De manera que, a partir del instante mismo que lanzamos, mientras el misil cumplía con su misión, nosotros cumplimos con la nuestra, que era regresar lo antes posible y con los aviones intactos a Río Grande. Para eso se había planificado dirigirnos en un rumbo totalmente imprevisible hacia Isla de los Estados primero, en el extremo sur del continente, para dificultar la interceptación de los aviones británicos Sea Harriers. A partir del momento que lanzamos ese pequeño misil de 700 kilos, el avión estaba limpio y pudo acelerarse a una velocidad de 570 nudos, que son más de 1000 kilómetros por hora, y volamos más bajo de lo que habíamos hecho anteriormente, para tratar de salir del horizonte del radar, durante 100 kilómetros", explicó.

"Esa misión era la prueba de un sistema de armas sobre el cual había expectativas muy grandes, porque el misil Exocet era realmente la única arma estratégica que hubo en la Guerra de Malvinas. Estaba la incertidumbre de si realmente se podía lanzar, porque si el sistema no está en condiciones perfectas, se bloquea el lanzamiento y no se puede realizar. Cuando hicimos el lanzamiento, no tuvimos información inmediata de que hubiera un buque hundido. No obstante, nos recibieron con un clima de festejos. Cuando Armando y yo descendimos del avión, todo el mundo nos rodeó y caminaba alrededor nuestro. Nos dirigimos a la sala de pilotos, para hacer el posvuelo y realmente había mucha expectativa por el resultado del lanzamiento. A mí me llamaba la atención de que lo dieran por exitoso. Por suerte, la confirmación de lo que pasó se conoció en horas de la tarde por un comunicado oficial del Ministerio de Defensa británico a través de la misma BBC de Londres. Ese clima realmente increíble que vivimos de festejo anticipado, por suerte, se correspondió", completó. 

El ataque

El 4 de mayo de 1982 dos aviones de la Armada, hirieron de muerte al destructor inglés Sheffield, que se hundiría días después. El avión 3-A-202 estaba piloteado por el capitán de corbeta Augusto Bedacarratz, guía de la formación y segundo comandante de la escuadrilla; y el otro, el 3-A-203 por el teniente de navío Armando Mayora, numeral, quienes ya habían volado junto y se entendían muy bien. Despegaron a las 9 y media de la mañana en medio de muchos 'viva la Patria' y de aliento a los pilotos.

Primero despegó Bedacarratz; diez segundos después, Mayora. También lo hizo un Hércules, que debía reabastecerlos en aire.

(Foto: el HMS Sheffield, antes del inicio del conflicto)

Volaban bajo, casi al ras del agua para no ser detectados por los radares enemigos. La orden fue apagar la radio y la comunicación entre los pilotos eran por señas. Concentrados, minuto a minuto repasaban mentalmente todos los detalles de la misión que habían planificado minuciosamente en tierra.

A 240 kilómetros al oeste de Malvinas completaron sus tanques de combustible con el Hércules KC-130 al mando del vicecomodoro Eduardo Pessana que los esperaba en el lugar convenido. Las dos máquinas continuaron su vuelo rasante. El avión Neptune, luego de transmitirles la posición de un par de blancos, había virado hacia el sur, simulando que se dirigía al lugar donde había sido hundido el crucero General Belgrano y volvió al continente.

El momento culminante fue cuando, a unos 180 kilómetros del blanco, los aviones descendieron casi al ras del agua. En esa instancia volaban sin escolta, porque lo que primaba era el factor sorpresa.

La única duda era si el misil funcionaría. La puesta a punto había sido realizada por los técnicos de la Armada.

Los pilotos armaron los misiles para que impactasen en el blanco que aparecía más grande. Treparon para emitir con el radar y confirmar la dirección del proyectil, con el enorme riesgo de ser detectados por los británicos.

A 25 kilómetros de donde estaban las naves, Bedacarratz dio la orden de disparar. Eran las 11:04. Por el ruido, Mayora no alcanzó a escucharlo y disparó su misil cuando vio que lo hacía su compañero.

Ese segundo y medio que demora el Exocet en desprenderse y encenderse les parecieron eternos, ansiosos y expectantes.

(Foto: el HMS Sheffield, luego del ataque)

Los pilotos sintieron el sacudón del avión cuando el misil -que se transporta debajo del ala derecha- se desprendió. Se lanzó a 550 nudos -cerca de los mil kilómetros por hora- y a una altura de 150 metros para evitar que fuera por debajo del agua.

Las dos máquinas viraron violentamente a la derecha y emprendieron el regreso. 

La velocidad del proyectil hizo que en el Sheffield lo detectaran unos segundos antes del impacto. Solo alcanzó para dar una sola orden. "¡Cúbranse!". El misil ingresó en el medio, por estribor, justo en el compartimento dos, cerca del cuarto de máquinas y de la sala de operaciones. Entró a unos cuatro metros por debajo de la cubierta y explotó para afuera y para arriba. El otro misil se habría perdido en el mar cuando se le terminó el combustible aunque se asegura que también había hecho impacto.

De todas formas, el misil paralizó a todo el buque.

Se declaró un importante incendio que afectó a las bombas de agua, y no había forma de combatirlo. Después de cinco horas, se resolvió que el buque era irrecuperable y fue alejado de las otras naves. Seis días después se lo intentó remolcar a las Georgias, pero dio una vuelta de campana y se hundió.

(Foto: Augusto Bedacarratz pintando la silueta del destructor Sheffield en el Super Etendard (3-A-202), el 5 de mayo de 1982)

Tuvo 20 muertos -un herido moriría días después- y 63 heridos. La fragata Arrow rescató a los sobrevivientes.

El ataque obligó a los británicos a modificar los planes de la flota. El Sheffield se convirtió, en las heladas aguas del Atlántico Sur, en el primer barco de la armada inglesa en ser alcanzado por un misil desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

(Foto de Pablo Cersosimo: el Super Etendard (3-A-202) frente al hangar de la Segunda Escuadrilla de Caza y Ataque, portando el misil AM-39 Exocet.)

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