La Pampa

Tres fotógrafos hicieron un viaje de cuatro días a la brama de los ciervos

Tres fotógrafos hicieron 480 kilómetros desde el Alto Valle a la Reserva Parque Luro en La Pampa para vivir la temporada de avistaje del ciervo en brama. Un espectáculo natural extraordinario, captado en esta ocasión por estos cazadores de imágenes.

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EL DIARIO digital

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Todo empezó aquella vez que se encontraron dos fotógrafos en las bardas del Alto Valle. Ahí, parados sobre la meseta árida, de cara al río Negro caudaloso y el verde de las chacras de peras y manzanas en la otra margen, ambos buscaban registrar el vuelo de las aves que surcaban el cielo puro del norte de la Patagonia.

Uno, Paul González, con su primera cámara y un lente de corto alcance. El otro, Ignacio Hernández, mejor equipado, con más experiencia y conocimiento de los recursos de edición. Paul se acercó a conversar, Ignacio se prendió y lo invitó a pasar más tarde por su casa en Roca a seguir la charla sobre ese mundo de las postales de naturaleza que los unía, a compartirle lo que sabía.

Así nació una amistad que luego sumaría otros dos integrantes con la misma sintonía: los fotógrafos Alejandro Carnevale y Axel Feuereisen.

No tardaron en organizar viajes para hacer juntos lo que más les gusta, cazadores de imágenes perfectas de ese sur indómito y salvaje que los invita cada día a descubrirlo, siempre con un asadito antes para organizar y otro después para recordar y candidatear destinos para la próxima escapada.

No podrían haber elegido un lugar más lindo en la última. Fue en La Pampa, en la Reserva Natural Parque Luro, 35 km al sur de Santa Rosa y a 480 km de Roca. Un antiguo castillo, cuatro cabañas bien equipadas, un camping, parrillas, mesas y bancos, restaurante, proveeduría, pileta.

Todo en un micromundo de 10 hectáreas para desde ahí salir a explorar por los senderos entre los bosques de caldenes y los pastizales de las otras 7600 hectáreas habitadas por los dueños de ese territorio.

Más de 160 especie de aves, jabalíes, pumas, zorros, ñandúes, guanacos y los ciervos colorados que introdujo el dueño de la estancia a principios del siglo XX en su coto de caza.

Nadie pudo impedir que con el tiempo extendieran su presencia a toda la provincia y al suroeste de Chubut, Neuquén y Río Negro en la Patagonia, entre otras zonas, como Santa Fe y Entre Ríos.

Por estos días, desde marzo y hasta fines de abril, la brama de los ciervos atrae a turistas de otras provincias y del exterior a la reserva natural pampeana.

Es la época de la reproducción, cuando entran en celo y con estremecedores bramidos llaman a las hembras y defienden su territorio.

Otros sonidos llegan desde el monte a las cabañas y las parrillas por las noches: el choque de las astas en los combates por los harenes y el dominio de las áreas.

Más tarde, también se suelen escuchar aún más cerca, porque en la oscuridad, como otros animales, merodean y entran en esas 10 hectáreas donde se concentra la presencia humana.

A buscar a los ciervos

Los tres amigos (esta vez no pudo ser de la partida Axel) salieron bien equipados de provisiones a las 5 AM desde General Roca y alrededor de las 10, ya estaban en la reserva.

"Lo tenía a apenas unos metros, fue emocionante", recordó el fotógrafo Paul González en diálogo con el diario Río Negro.

Como sabían que las cabañas se entregan a las 14 porque ya habían estado dos veces y se prometieron volver a cada brama, tenían empanadas y agua para salir a caminar sin perder tiempo.

Alejandro optó por ir a buscar a los ciervos, Paul e Ignacio, a las aves. Vestían, como aconsejan, ropa camuflada de tonos verdes para mimetizarse en el entorno y llevaban handies para estar en contacto.

La fiesta estaba por comenzar, porque lo que siguió, mientras se sucedían los atardeceres y los amaneceres, los asados y las mateadas fue exactamente lo que habían ido a buscar, eso que conocían pero igual los sorprendía: los descendientes de aquellos ciervos que cruzaron los límites del coto de caza en su estado salvaje más puro.

Para poder registrar estas espectaculares imágenes se levantaron a las 5 AM cada día, caminaron hasta los puntos donde podrían estar los ciervos sin que nada lo garantizara, tomaron posición, se sentaron a esperar. El atardecer les dio otra chance cada día, porque al caer el sol los animales volvían a activarse.

Pueden pasar horas hasta que aparezcan. O pueden no aparecer. Nunca se sabe y esa búsqueda los convirtió en detectives de indicios, en un largo partido en el que también juegan el azar, la intuición y los certeros datos del Meche, fotógrafo pampeano que se integró al grupo contento con la onda, para que pudieran estar en el lugar justo y los tuvieran cerca en un claro, un pastizal, detrás de un caldén, entre bramidos, peleas y persecuciones.

Y como buenos amigos, compartieron la información, que para eso están los handies, aparte de para las bromas del tipo "algo por allá, un ganso salvaje, acá está lleno, cambio". Están para decir, como Paul, "vengan, los tengo a cinco metros, pero sin moverse, apenas un susurro porque cuando perciben algo extraño los ciervos se van". O que Ignacio avise que "cruzan la laguna y también están los flamencos, toda una maravilla". O que Alejandro pase el dato de otro hallazgo y el "mejor ángulo".

A eso fueron y eso encontraron. Volvieron a casa felices, a la espera de la próxima aventura en la Patagonia.

Más fotos y videos de esta aventura:

https://www.instagram.com/carnevalefotos/

https://www.instagram.com/paulgonzalezfotografia/

https://www.instagram.com/nacho_pic/

https://www.instagram.com/axel_feuereisen/

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