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EL DIARIO digital
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Augusto Sominson comenzará a hacer su práctica laboral educativa la semana próxima, dos horas en un estudio contable una semana, y la siguiente dos horas en el despacho del Concejo Deliberante del mismo abogado, que es un concejal de la ciudad. "Es para tener un futuro, para saber cosas. Voy a llevar papeles, a recibir gente. A resolver problemas", le cuenta a El Diario con naturalidad.
Tiene 17 años y el 30 de junio es su cumple. Cursa sexto año en el colegio 9 de Julio, además de estar matriculado en la Escuela de Inclusión Nº 2, desde donde tiene como maestra de apoyo a Claudia Aquaroli.
Augusto y su madre, Claudia Medina, llevaron la propuesta al programa del lugar donde hacer prácticas. La relación con el concejal de la UCR, Pablo Pera Ibarguren, facilitó el contacto y la oportunidad. Será una práctia de seis meses. La docente de inclusión, Pía Delfino, hará el acompañamiento de la práctica.
"Estoy contento, no estoy nervioso. El abogado es piola, muy educado", explica Augusto. Como a cualquier pibe de la secundaria, tiene materias que le gustan, Inglés y Biología, y otras que le son más antipáticas, como Lengua o Matemática.
Además de la escuela, va a teatro, folklore y gimnasia, afuera del sistema educativo. Es fan del rock, de Bizarrap, mira poca televisión, pero si se entretiene en Youtoube, tik tok, o siguiendo la campaña de Racing, el club de fútbol por el que simpatiza. Tiene síndrome de down. Se destaca por sus hábitos metódicos, y es independiente en su vida cotidiana, para cocinar, lavar u otras tareas, con una mínima supervisión.
"Se tiene que conocer el programa de prácticas. Santa Rosa es abierta a la inclusión, la idea es buena, pero tiene que haber más lugares para ofrecer la oportunidad", dice la madre, Claudia. "Es una experiencia muy buena, lo hacen con entusiasmo y responsabilidad porque ellos elijen el lugar", dice.
"Hay que pensar que no se termine todo cuando completan sus estudios. ¿Qué pasa cuando terminan la secundaria? ¿Qué hacemos con los chicos?", pregunta a los demás y se pregunta.
"Los alfabetizamos, los preparamos para una vida autónoma, entonces tiene que haber una continuidad", sostiene.
Y explica el cambio de paradigma en el tema discapacidad. "No es lo mismo integrar que incluir. Se integra a alguien que no está adentro. La inclusión señala que ya es parte de la sociedad. Ahí está la diferencia, tienen derechos como sujetos, más allá de la condición de cada uno", dice.
"Hay que deja de ver primero a la discapacidad y después a la persona", alerta.
Augusto quisiera seguir estudiando en la universidad como sus hermanos, que están en Córdoba -estudiando abogacía- y en General Pico. Pero en la familia son realistas y admiten que el sistema no está preparado, que no hay estudiantes que puedan acompañarlos en su trayectoria como en España o títulos intermedios, como auxiliares de profesores o profesionales.
"Como madre uno quiere que me trascienda, su autonomía. Hay que largarlos a la vida, para que tengan experiencia, para que sepan cómo vivir. Hay miedos, como los de cualquier padre, pero no podemos cercenarles la libertad, ahí está la inclusión", propone.
"En el camino de cada uno van a apareciendo maestros y hay que saber verlos. A mí me tocó el mejor, mi hijo Augusto. Rompió todos los paradigmas y me enseñó a vivir el hoy. Tiene otra templanza, maneja las emociones de una manera muy sana".
"Cuando dejemos de mirar lo que una persona no puede, para mirar lo que sí puede, seguro creceremos como sociedad", finaliza.