La Pampa

La verdad que repara

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Elena Gallinari Abinet es hija de un desaparecido pampeano. Y la primera nieta recuperada nacida durante el cautiverio de su madre también desaparecida. En la Semana de la Memoria, cuenta su historia en una entrevista con El Diario: "Si no conocés tu raíz, es difícil florecer. Salir de la mentira y el ocultamiento es algo que sana".

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EL DIARIO digital

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Por Gustavo Silvestre (*)

Elena volvió a nacer cuando tenía diez años. Unas personas desconocidas, con un oficio judicial en mano, la retiraron de la escuela y la trasladaron a un juzgado. Allí le explicaron que no era quién creía, que sus padres no la habían abandonado y la pareja con la que había crecido hasta ese momento la había robado cuando era una bebé.

La llevaron a la casa de sus familiares biológicos. Y fue automático. Un mecanismo inconsciente la regresó al punto de partida: volvió a ser una criatura, tuvo una involución que la depositó en aquel estado primigenio. Después supo, paso a paso, la verdad de la historia. Y revivió, arropada por la paciencia y el amor invalorable de la sangre de su propia sangre.

Hoy, Elena Gallinari Abinet, cuenta con orgullo que es la nieta recuperada número 39 y la primera persona restituida nacida durante el cautiverio de su madre. María Eleonor Abinet fue secuestrada el 16 de setiembre del ’76, embarazada de siete meses. Poco antes, en julio, habían secuestrado a su padre, Miguel ángel Gallinari, un pampeano de 32 años que era delegado sindical de una fábrica metalúrgica en San Martín.

Una visita a las raíces

Elena tiene 46 años, un niño de 9, Camilo. Desde hace una década vive en Córdoba, un pueblo del valle de Punilla, entre Cosquín y La Falda, con las sierras chicas de fondo. Trabaja en la filial de Abuelas de Córdoba, es gestora cultural y está preparando la tesis en composición geográfica en la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires.

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Un policía bonaerense la había inscripto como hija propia, pero en 1986 Abuelas -donde participaba su abuela Leonor Alonso de Abinet- la localizó, impulsó la denuncia y un juzgado dispuso la restitución el 21 de abril del ’87. Ella tenía diez años. Estuvo un mes con una tía paterna que vivía en Buenos Aires y luego creció en la casa de un tío materno, que “ofició de padre”, en Bella Vista, hasta que empezó los estudios universitarios y se fue a vivir sola. Recuperó el vínculo con sus abuelos -los maternos vivían en La Rioja y los Gallinari más cerca, porque se habían mudado a Capital desde Realicó-, primos, tíos y con dos hijas que su madre tuvo de una pareja anterior.

En 2009 se encontraron los restos de su madre, María Leonor, inhumados en el cementerio de San Martín, sepultados como NN en el ’77. Los restos del padre fueron a una fosa común del cementerio de Santa Mónica, en Merlo, pero no fueron identificados porque ya los habían trasladado a un osario cuando tuvieron el dato.

El 24 de marzo del año pasado Elena vino por primera a La Pampa, conoció Pico y Realicó, donde vivió su padre de chico, a partir de una gestión del Movimiento Pampeano por los Derechos Humanos y la el gremio docente, la Utelpa. También estuvo en la Plaza San Martín de Santa Rosa, donde hay una baldosa con el nombre de su padre. "Fue muy emocionante", recuerda hoy, que no ha dejado de regresar a la provincia cada vez que puede.elena gallinari 8

Cuando se mueve el tablero

-¿Cómo fue el momento de la restitución? -le pregunta El Diario.

-Mis apropiadores me habían dicho que era adoptada. Sabía que no era hija de ellos. Cuando tenía diez años me tuvieron que operar de urgencia, de apendicitis. Después de eso me llevaron a sacarme sangre al Hospital Durán, para ver si estaba bien, para un control. Les creí, era un poco raro porque era un viaje larguísimo, vivíamos en City Bell. En realidad era para hacer un cotejo de mis datos.

Cuando se determinó que habían dado con mi familia biológica, a él lo citan al juzgado y a la vez a mí me retiran de la escuela con una orden judicial. Entonces me llevan a explicarme esta situación que desconocía totalmente. Una cosa es ser adoptada y otra saber que fuiste apropiada, que tus padres eran militantes. Fue así, me fueron a buscar porque había pasado que algunos apropiadores cuando los citaban se fugaban a Paraguay porque ahí tenían el resguardo político de Stroessner. Ellos me habían anotado como hija propia, él tenía un hermano, que ya falleció, que fue juzgado en los juicios de la verdad.

-¿Qué sentiste en aquel momento?

-Sabía que no eran mis padres. No me sorprendió que no fueran mi familia. Sí que me hubieran robado, porque el discurso de ellos era que me habían encontrado abandonada. Creo que me sentí sorprendida y, la verdad, un poco asustada. Hasta ahí vivía en una burbuja, con un policía, iba a una escuela católica, no tenía amistades, ningún vínculo afuera de eso.

Cuando me llevaron a lo de mi tía paterna, sentí que los conocía de toda la vida, a pesar de que no los había visto nunca, ni a mis abuelos, ni a mis tíos, a nadie.

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Fue un cambio de 360 grados, el tablero se mueve absolutamente. Hubo una última instancia en la que me podían venir a saludar. Solo vino el apropiador, me dijo que me quedara tranquila, que todo se iba a resolver, no me dio explicación ni nada. Pensé que me quedaba un tiempo, que no iba a durar mucho, hay que imaginarse mi nivel de desconcierto. En mi familia había mucha información, muchas cosas por saber, una historia para nada amable.

-¿Pensábas que los apropiadores iban a volver a llevarte?

-Yo me quedé con sus palabras. Después, por diez años viví una situación compleja por culpa de ellos… hubo un juicio, presentaron amparos, hasta que no ganamos el juicio civil, no tenía documentos, era muy compleja la vida en general, anotarme en las escuelas. Además, estábamos en los ’80, los levantamientos carapintadas, era como que la democracia no estaba firme.

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-¿Los apropiadores tuvieron una postura hostil?

-Se pusieron muy hostiles. Para salvarse ellos, no para recuperarme a mí. En el primer juicio penal los absolvieron y yo en 2009 me presenté como querellante para revocar ese fallo. Hubo una sentencia en 2013, estuvieron detenidos los dos, y la médica que firmó la partida falsa.

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Volver a nacer

-¿Cómo fue la integración a tu familia biológica? -pregunta El Diario.

-Me tocó una familia maravillosa, incondicional. Siempre respetaron mi proceso, había mucho temor en Abuelas porque era la primera vez que recuperaban a alguien nacido en cautiverio de la madre. Estaban muy alertas por eso y porque me había criado un policía de la provincia de Buenos Aires. Me dieron mucho cariño. Pero no fue fácil, tuve una involución, volví a ser como un bebé.

-¿Querías empezar de vuelta?

-Sí, fue inconsciente. Mis tíos, con los que me crié, asumieron un papel muy importante y se la rebancaron. Nunca fui rebelde, pero volví a ser un bebé. Fue todo un proceso, muchas preguntas, incorporarme a la familia, asumir mi identidad porque tampoco me llamaba Elena, cambié mi nombre y apellido. Hubo mucho acompañamiento, amor, y por sobre todas las cosas, algo que resalto mucho, jamás, jamás, hablaron mal de mis apropiadores. Siempre respetaron el lugar donde yo había vivido. Lo rescato porque hoy me parece increíble. La dictadura destrozó los lazos familiares, vino a romper todo, una familia tan diezmada logró reconstruirse desde el amor. Es fundamental.

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-¿Con las dos hijas que había tenido tu madre te reencontraste?

-Tengo dos medias hermanas, Isabel e Inés, yo soy la última. No convivimos, pero nos llevamos bárbaro. Hemos podido entablar una relación relinda las tres. Viven en Buenos Aires, Isabel es la que más viene, estuvo ayer acá, con Inés hablamos hace unos días.

-¿Qué imagen reconstruiste de tu padre?

-Nuestra vida es un rompecabezas, no siempre se termina de completar. Vas recolectando, tengo un montón de anécdotas. El año pasado me emocioné mucho porque nunca había ido a La Pampa. Me reencontré con la familia Gallinari, que son un amor, fui al cine de Realicó, que hoy es un centro cultual, adonde mi papá se le escapaba a mi abuela. Uno va reconstruyendo la historia. Era muy travieso de chiquito, muy inquieto, se escapaba de la escuela. De adulto se sumó a la militancia, estaba en la JTP y Montoneros, era delegado sindical en una metalúrgica en Buenos Aires. También hizo mucho teatro.

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Salir de la mentira

-¿Qué mensaje le das a las personas que tienen dudas sobre su identidad?

-Que la identidad es un derecho, que si no sabés quién sos, tenés un derecho vulnerado. Después, pensar que puede haber una familia que hace más de 40 años que te está buscando. Y que saber tu verdadera historia es importantísimo. Si tu raíz no está bien afincada, es difícil después florecer. La verdad, en cierto punto, siempre es reparadora. Las historias no son fáciles. Pero el amor y la verdad sanan, como salir de la mentira y el ocultamiento.

A todas las personas que todavía dudan, les digo que se animen. Abuelas gestiona esos procesos, no es un trámite complicado, aunque sí lo sea desde lo emocional. No queda mucho más tiempo, ya quedan muy poquitas abuelas. Se tienen que animar a dar el paso. Somos 130 nietos recuperados y también acompañamos, no hay nada como saber la verdad de tu historia. Después podés hacer lo que quieras con ella. Pero esa es tu verdad. También la sociedad tiene que movilizarse y aportar un dato si lo tiene. Trabajamos para recuperar nietos y nietas porque también hay vulneraciones que se siguen transmitiendo de generación en generación. La verdad y tener el derecho a decidir es muy importante.

-¿Y qué le dirías a las familias y nietos recuperados que no han podido recuperar una relación afectiva?

-La identidad es un proceso dinámico, complejo. Yo tuve suerte con mi familia. Entiendo a todas las partes, la ansiedad de querer que las cosas sean más rápidas. Hay que darle tiempo y espacio a la persona cuando conoce su verdadera identidad, tiene que masticar una historia que no es fácil. Por ahí correrse un poco del reclamo y acompañarse, el click en algún momento se hace. No olvidemos que la dictadura vino a romper todo, para las personas que llevan más tiempo sin saberlo, es más difícil. Para revertir eso hay que tener mucha paciencia. En eso, las viejas dan cátedra. Si tienen dudas de su identidad, acudan a Abuelas (www.abuelas.org.ar). Sorprende que tengan tanta paciencia y amor.

(*) Periodista de El Diario de La Pampa

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