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EL DIARIO digital
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Una masacre en una prisión de la Isla Grande y un decreto de la dictadura brasileña dieron origen, hace más de 45 años, al grupo criminal más temido del país. La organización sigue expandiendo su poder en las favelas y fronteras.
El Comando Vermelho, hoy sinónimo de violencia y narcotráfico en Brasil, nació en el infierno de una cárcel. Su historia se remonta a fines de los años 70, cuando una combinación explosiva de represión política y brutalidad penitenciaria dio forma a la organización criminal más longeva y poderosa del país.
El decreto que lo cambió todo
En 1969, la dictadura militar firmó el decreto-ley 898, que modificó la Ley de Seguridad Nacional y permitió que presos políticos y delincuentes comunes compartieran celdas en el Instituto Penal Cândido Mendes, ubicado en la Isla Grande de Río de Janeiro. La medida buscaba aislar a los opositores del régimen, pero terminó sembrando la semilla de una estructura criminal sin precedentes.
Los presos políticos en su mayoría jóvenes militantes urbanos acusados de secuestros o asaltos ideológicos organizaron dentro del penal un sistema de convivencia con normas, bibliotecas, despensas y farmacias colectivas. Su objetivo inicial era combatir la tortura y los abusos dentro de las cárceles. "El propósito era fundar una organización para defendernos de los malos tratos", recordó años después William da Silva Lima, alias "Professor", uno de los fundadores.
De la organización al terror
Con el paso del tiempo, la convivencia con los militantes políticos enseñó a los delincuentes comunes la importancia de la disciplina, la cooperación y las redes de apoyo. Cuando los presos políticos comenzaron a salir en libertad, los reclusos comunes heredaron esa estructura y fundaron la Falange Vermelha, embrión del futuro Comando Vermelho.
El punto de inflexión llegó el 17 de septiembre de 1979, cuando una sangrienta batalla entre internos dejó seis muertos. El Estado perdió definitivamente el control del penal, y la Falange impuso una regla de hierro: quien no se uniera, moría. Desde entonces, la organización se expandió fuera de los muros.
En los años 80, el grupo consolidó su dominio en las favelas de Río, controlando el tráfico de drogas, principalmente cocaína. En 1985 ya manejaba el 70% del mercado local. Su líder histórico, "Professor" Lima, narró la génesis del grupo en su libro "400x1: Una historia del Comando Vermelho".
Expansión y guerras internas
Con los años, el Comando Vermelho se volvió una red criminal descentralizada, sin una cúpula única, capaz de recomponerse pese a las detenciones. En 1994, la ejecución de Orlando Jogador a manos de Uê provocó la creación de un grupo rival, Amigos dos Amigos (ADA), y dio inicio a una guerra territorial que aún perdura.
A pesar de los conflictos internos, la facción mantuvo pactos estratégicos, como el acuerdo de no agresión con el Primeiro Comando da Capital (PCC), para compartir rutas de contrabando y distribución.
Un imperio delictivo en expansión
Hoy, el Comando Vermelho domina territorios en más de 20 estados brasileños, con fuerte presencia en el Norte y Nordeste, y un poder que trasciende fronteras. Su influencia alcanza la triple frontera entre Brasil, Paraguay y Perú, donde controla la producción y el transporte de cocaína, reclutando pobladores locales e indígenas.
Aunque el tráfico de drogas sigue siendo su eje principal, la organización se diversificó: controla la venta ilegal de combustible, oro, cigarrillos y alcohol, con ingresos estimados en R$146.800 millones (USD 27.400 millones) en 2022, según medios brasileños.
De la prisión al Estado paralelo
Desde aquella masacre de 1979 en el penal Cândido Mendes, el Comando Vermelho creció al calor del abandono estatal. Hoy, más de cuatro décadas después, el grupo sigue marcando el pulso criminal de Brasil, con una estructura flexible, presencia en las cárceles y control territorial en las favelas, donde impone su ley con sangre y fuego.